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miércoles, 31 de julio de 2019

LA NOTA DE HOY



VIAJES, ESCRITORES, CASAS y ANÉCDOTAS

Por Carlos Dante Ferrari


A veces el azar, sin que uno se lo proponga, tiende sus hilos al modo de Ariadna para guiarnos hacia sitios conectados con nuestras grandes pasiones. En este caso, con la literatura.

La primera etapa de un viaje reciente estaba orientada a recorrer una comarca sureña de Alemania cuya sola mención despliega los portales de la fantasía: la Selva Negra, ese macizo boscoso de abetos y pinares abigarrados al que los romanos legaron el inquietante nombre de Populum Nigra. Con la moderna ciudad de Stuttgart como cabecera, el itinerario abarcó etapas intermedias en Baden Baden, Friburgo y Freudenstadt. Desde cada uno de esos puntos incursionábamos por caminos rurales que nos llevaban hacia algunas poblaciones asentadas en aquel hermoso enclave montañoso.





Como decía al comienzo, no era nuestra intención visitar casas de escritores famosos: simplemente nos fuimos topando con ellas.

El primer episodio sucedió en Friburgo, una ciudad cuya belleza se puede apreciar desde el alto mirador de uno de los cerros que la circundan. Acequias y canales corren por las calles y han dado lugar a rincones románticos, como la “pequeña Venecia”, que convoca la atención de innumerables visitantes.



Una tarde, mientras recorríamos el casco histórico, nos sorprendió una placa con un anuncio: era la famosa “Casa de la Ballena”. Allí, entre 1529 y 1531, había vivido nada menos que Erasmo de Rotterdam.



La ciudad ostenta este hecho histórico con orgullo y lo utiliza como uno de sus recursos turísticos. Sin embargo, la realidad nos revela que el célebre escritor, filósofo y teólogo holandés conservó muy malos recuerdos de su corta estadía en aquella ostentosa residencia de diseño gótico, construida a instancias de Jakob Villinger von Schönenberg, tesorero del emperador Maximiliano I, a fines del siglo XV. 

Según las crónicas de la época, Erasmo de Rotterdam describió los canales citadinos en estos términos: “un arroyo hecho artificialmente discurre por todas las calles de esta ciudad, el cual absorbe los jugos sangrientos de las carnicerías, el hedor de todas las cocinas, la suciedad de todas las casas... Con este agua se lavan las telas, se limpian las copas de vino e incluso las ollas.” Además, por lo que se sabe, el notable intelectual tampoco se llevaba muy bien con los demás residentes.

Lo cierto es que en 1531 su contrato de alquiler en la “Casa de la Ballena” fue disuelto y Erasmo, con indisimulado disgusto, abandonó Friburgo para siempre.



El viaje prosiguió. Ya alojados en Freudenstadt, se nos ocurrió visitar las poblaciones más cercanas y el destino se encargó de conducirnos a Calw, la ciudad natal de Hermann Hesse atravesada por el río Nagold. 



Ninguna descripción puede componer con palabras lo que se revela a los ojos del peregrino. Hasta las fotografías son un recurso muy limitado para mostrar la singular combinación de sus bellezas naturales y arquitectónicas. Lo cierto es que allí, en una de sus calles, está la casa natal del celebérrimo escritor. Hoy en día no puede visitarse; la planta inferior está ocupada por una casa de modas. Solo nos fue dado ver su fachada, la puerta y los carteles que certifican el sitio histórico.




Nacido en 1877, después de los primeros tres años Hesse vivió en Calw por intervalos. En 1881 su familia se trasladó durante un tiempo a Basilea. Al retornar a la ciudad natal Hermann cursó allí parte de sus estudios (1886-1889). Como dato curioso, en 1894 trabajó en la fábrica de relojes Perrot durante poco más de un año, pero su vocación literaria era más fuerte que todo. Primero librero, luego escritor, emprendió una carrera que lo haría mundialmente famoso.

Es una experiencia emotiva recorrer la escuela, la iglesia y los faldeos arbolados; el casco conserva ese halo pueblerino con reminiscencias antiguas, que invita a imaginar la infancia de Hesse. Un gran museo conserva diversos testimonios de su trayectoria y cerca del río hay una estatua de bronce que lo representa vestido como un montañés.

En 1912 Hermann Hesse abandonó Alemania para no regresar nunca más. Al visitar Calw uno no puede dejar de preguntarse si, hallándose en el exilio, la nostalgia quizás lo devolvía allí de vez en cuando, a esa villa tan hermosa de sus primeros días que aún hoy celebra su memoria.

La etapa final del viaje transcurrió con unos días en Londres, una ciudad que —para delicia de los flâneurs— vale la pena caminar durante horas y horas.




Una de esas caminatas nos condujo a Notting Hill. Buscábamos el colorido y el espíritu de su feria permanente y —por qué no— revivir las impresiones románticas de la película homónima. Obviamente no quedaban ni rastros de Julia y Hugh, pero sí de los edificios donde se ambientaron las escenas de la librería y de la vivienda de su propietario. 



Entre puestos de flores, de frutos y de toda clase de mercancías, inesperadamente, sobre el número 22 de la calle Portobello Road, un cartel nos reveló que allí, entre 1927 y 1928, había vivido nada menos que Eric Blair, más conocido como George Orwell. En esa casa, por intercesión de su amiga Ruth Pitter, también escritora, se alojó Eric al llegar a Londres con intenciones de dedicarse de lleno a la escritura. Según dijera más tarde el propio Orwell, no le fue muy bien durante su estadía. La habitación era fría y la casera, Mrs. Craig, a tono con la sensación ambiental, era una mujer poco condescendiente.



Estos hallazgos tal vez no sean del todo casuales. Quizás algún mecanismo inconsciente gobierna nuestros timones. En todo caso, las placas sirven para recordarnos  que los hombres célebres han sido, son y serán, al propio tiempo, seres comunes, a veces convertidos por la circunstancias de la vida en ciudadanos del mundo, sin una residencia fija. O para enterarnos de que esas estancias no siempre fueron felices. Erasmo nació en Rotterdam pero murió lejos de allí, en Basilea, después de trajinar durante años por Inglaterra, Alemania, Suiza e Italia. Hesse nació en Calw, pero anduvo por sitios tan dispares como Suiza, Ceilán, Indonesia, y lo cierto es que nunca regresó a su pueblo natal; dejó este mundo en Montagnola, Cantón del Tesino (Suiza). Orwell nació en la India; luego la vida lo alejó para siempre de su terruño, llevándolo por Birmania, Londres, París, España y Marruecos,  para llegar al fin de sus días en Londres.

Sea por admiración, por auténtico respeto o por simple interés turístico, los sitios donde alguna vez se alojaron tan ilustres residentes hoy se empeñan en brindar testimonios de esos albergues temporarios, sorprendiendo nuestros pasos viajeros con sus placas y sus frontispicios silenciosos.

 ***




domingo, 28 de julio de 2019

EL CUENTO DE HOY



Narración





CUANDO ANDA DE VISITA LA ABUELA SABINA

Por Hugo Covaro (*)





En la noche helada el viento insomne se retorcía en remolinos que arañaban los techos de los ranchos. En ese viento huraño sabían venir misteriosos llamados, extrañas señales del profundo desierto que encontraban eco seguro en el silencio que el miedo ganaba en el corazón de esa gente sencilla. Por el hueco de la ventana entraba la oscuridad de la noche sin estrellas. Los vidrios dejaban caer breves lágrimas como si el frío le hiciera llorar los ojos y aquella tempestad le fuera cerrando el entendimiento. Ese viento parecía no saber nada. O sabía todo pero callaba. “La noche es un camino y el viento es un caminante” le escuchó decir a la abuela Sabina alguna noche como esta.

Tirado en el catre sin poder encontrar la punta al hilo del sueño, el paisano Curillán miraba el techo haciéndose almohada con los brazos cruzados. En alguna parte del instinto rondaba la certeza que esa noche tormentosa la abuela paisana vendría de visita. Pero tendría que conseguir el sueño. Ella viene con el sueño y sólo en sueños habla. Y hay que tener cuidado porque lo que dice no está escrito en ningún libro y si lo estuviera, pocos paisanos saben leer para entenderlo. Todo es dicho y repetido, palabra sobre palabra. Y hay que ser memorioso porque a las palabras se las lleva el viento… y por estos pagos el viento suele soplar fuerte.

Cuando cuenta sus “conversas” con la anciana, pocos le creen. Hasta su hermano Miguel, preocupado, le comentaba al bolichero que creía que el “Chemo” se estaba volviendo loco porque veía a la finada abuela Sabina y hasta que conversaba con ella.
- ¿No será que le está dando mucho al vino?... Que no aparezca aquí no quiere decir que no chupe… ¿cierto?
- ¡Nada que ver! Ni con la comida toma…
- Yo que vos lo haría ver con doña Celestina, la curandera de Mata Guanaco… no te cuesta nada… ella no cobra…
- No es cuestión de plata, don… el asunto es como lo convenzo para llevarlo…
- Algo vas a tener que hacer, Miguel… y pronto.

Como quien no quiere la cosa, se le apareció una tarde. Mateaban y hablaban de los asuntos del campo, del invierno que se anunciaba nevador, de cosas sin importancia, hasta que él mismo trajo el tema de la abuela.
- Anoche me vino a visitar la abuela Sabina –comentó sin darle mucha importancia.
- Sí… y que cuenta de nuevo la viajera –respondió Miguel con un dejo de ironía.
- Nada… habló poco esta vez… se la pasó fumando en su pipa de arcilla hasta que se le terminó el tabaco… me pidió a mí… pero enseguida se dio cuenta que no fumo…
- ¡Ah claro!... bueno, che, te dejo… tengo todavía que hacer unas diligencias en el pueblo… hasta más ver Chemito.

Montó y salió al trote. Un fuerte olor a humo de tabaco le impregnaba la ropa y le llenaba de dudas la conciencia al jinete.




(*) Escritor comodorense. Tomado de su libro “Fuego de leña menuda” (Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 2016).





sábado, 13 de julio de 2019

LA NOTA DE HOY



LOS PRIMEROS EUROPEOS EN LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



En la "Carta de 1502", Américo Vespucio detalla el viaje que efectuó ese año para reconocer el sur del continente que luego llevaría su nombre. Allí dice: “Viajamos tanto por esos mares que entramos en la zona tórrida, y pasamos la línea equinoccial por el lado del austro y del trópico de Capricornio, tanto que el polo del mediodía estaba arriba de mi horizonte 50 grados, y otro tanto con mi latitud de la línea equinoccial”. No menciona en el documento haber bajado en tales parajes; ni tampoco los describe. Sin embargo, Roberto Letellier y otros investigadores sostienen que los datos obtenidos por el navegante fueron volcados en los portulanos de Caverio y Kunstmann II; publicados hacia esa época. En dichos mapas figura el inexistente "Río Cananor", cuyo desemboque ubican en cercanías del actual Camarones. Es decir, que habría sido la expedición de Vespucio la pionera en avistar las costas de la Patagonia.

Pero el honor del primer desembarco en ella corresponde a Hernando de Magallanes. El cronista Antonio Pigafetta deja en su diario una minuciosa relación del territorio que reconocen; como así también del encuentro con los patagones. Este último episodio tiene ribetes literarios. Por un lado, significó la introducción en la Literatura universal del dios patagón Settebos; tomado por Shakespeare, Browning, Conan Doyle y varios autores más. Por otro, muestra la inserción de las letras del mundo en la región; con la asignación del nombre a los pobladores originales en recuerdo al libro de caballería "Primaleón", atribuido a Francisco Vázquez, de 1512. También cabe acotar que el asiento de Pigafetta del 1ro de abril de 1520 referido al arribo a la bahía de San Julián, se considera el texto inicial sobre la geografía y los antiguos habitantes de Santa Cruz. Por ello ese día se celebra el “Día de las Letras Santacruceñas".
Hasta aquí la Historia.
Entrando en un terreno en el cual no existen demasiadas pruebas, hay autores que hablan de la presencia de europeos en estas tierras previo a la aparición de los nautas españoles. Uno de ellos es el escritor Florencio de Basaldúa, sobre quién este blog ya publicó una nota (1). En su libro “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este” de 1925, expone la teoría de que América había sido poblada por una raza universal; cuyos últimos representantes eran los vascos en Europa. Apoya su tesis en el parecido de algunos términos del vascuence con la lengua tehuelche.
Una historia más reciente, que dio pié al libro en tono de reportaje “Los Buscadores del Santo Grial en la Argentina” de Hernán Brienza; y a la novela “El secreto de la Patagonia” de Jorge Fouga, habla de la presencia de los Templarios en la meseta de Somuncurá. Sobre este tema, Marc Peresi ha escrito el esclarecedor artículo “¿Templarios en Patagonia?” (2).
Cabe acotar que el advenimiento de europeos en la América Precolombina tiene asidero en los hallazgos hechos en Terranova, que apoyan la idea de la llegada de los vikingos a esas costas. Este hecho aislado tiene cierto tono anecdótico; pues la importancia del descubrimiento en 1492 es que a partir de ese momento se incorpora América al incipiente proceso de globalización, que conforma el mundo actual. La incursión escandinava fue numen para la Literatura. Por ejemplo, en “El príncipe Valiente en el Nuevo Mundo”, uno de los episodios de la historieta que Harold Foster inició en 1937 y editó en forma de libro en la Argentina la colección Robin Hood, el príncipe llegaba al continente americano e interactuaba con los naturales del lugar.
Pero hubo teorías insólitas que creían ver en los primitivos habitantes de América descendientes de griegos, españoles o incluso hebreos. Una de esas corrientes citaba a la Atlántida como origen de esos pueblos. Esto fue descartado por el etnólogo José Imbelloni, quien si bien en su libro "La esfinge indiana" de 1926 admite una corriente pobladora desde la Polinesia, niega en “El libro de las Atlántidas” la otra fabulosa posibilidad. Tal especulación alimenta la trama de la novela "La leyenda de Guagueren", de Fernando Nelson; que fantasea sobre la relación entre la mítica polis y la Patagonia. Es interesante señalar que Imbelloni dedicó una gran parte de sus escritos a la región, con títulos como “Un arma de Oceanía en el Neuquén”, “El toki mágico”, “Fuéguidos y láguidos” y “Los patagones”. Su “Nota sobre los supuestos descubrimientos del doctor J. G. Wolff, en Patagonia”, en tanto, nombra a un explorador que dijo haber encontrado una “ciudad” prehistórica con influencias micénicas en el Lago Cardiel.
No es de extrañar que hayan sido ideas como estas las que inspiraron a Dante Quinterno, en 1936, el origen egipcio de los antepasados del cacique Patoruzú. Tal hipótesis fue tomada en serio por Thor Heyerald, quién, luego de unir en 1947 la costa peruana con la Polinesia en su balsa “Kon Tiki” para demostrar la plausibilidad del poblamiento americano desde Oceanía; en 1970 navegó el Atlántico con la balsa “Ra II”, para apoyar la idea de un cruce desde el país de los Faraones.
Muchas veces estas conjeturas recurren a un creativo discurso. Pero si hay al respecto un relato imaginativo, es el que menciona William Meloch Hughes en su obra "A orillas del río Chubut". Al hablar de los tehuelches, dice: “No soy suficientemente crédulo como para creer en la existencia de indios galeses en el norte del continente americano, descendientes de Madoc Ap Owen Gwynedd y sus acompañantes que zarparon desde Gales en el año 1170 en trece naves de las cuales nunca se supo más nada. Aunque algunos suponen que llegaron a la América, estableciéndose allí. Sí así fuera, estaría propenso a creer que estos tehuelches tienen alguna relación con los mismos. Hay muchos nombres en su idioma que se parecen mucho al galés como Gaiman (Angostura), Llancueco (campamento al lado de un arroyo de agua), Llancueche (nombre de un lago de las montañas) y Coetir (zona arbolada). Pero hay que dejar estas suposiciones, ya que no se puede comprobarlas de ninguna manera”.
La leyenda de Madoc Ap Owen, a quien se señala como integrante de una verdadera dinastía galesa, cobró fuerza a mediados del siglo XVI. Como indica Hughes, algún colono del Norteamérica hizo comentarios sobre pueblos originarios que hablaban galés; conseja que llega a Inglaterra, donde tiene cierta difusión. Sin embargo, ni la figura de príncipe galés ni el relato sobre su viaje aparece en bibliografía alguna anterior a 1492; y la fábula no resulta en modo alguno verosímil.
La Historia documentada, y el estudio de la proto historia y de la prehistoria, hablan del poblamiento inicial de la Patagonia por los seres humanos que durante las glaciaciones migraron desde Asia a América por el estrecho de Bering y siguieron su osada marcha hacia el sur, hasta el fin del mundo; y del reencuentro con sus hermanos que habían quedado en el Viejo Continente, casi 14.000 años después. El resto es terreno de la suposición y de la creación literaria.


(1) Nota de Literasur del 03/11/11 (http://literasur.blogspot.com/2011/11/la-nota-de-hoy_3.html)
(2) Peresi, Marc. “¿Templarios en Patagonia?”. Blog “Evangélicos en Patagonia”. 19/09/2016 (https://patagoniayprotestante.blogspot.com/2016/08/templarios-en-patagonia.html).



sábado, 6 de julio de 2019

EL RELATO DE HOY




ABSOLUTAMENTE OTRO CANTAR


Por Paulo Neo (*)


A mis mejores amigos no los he visto nunca. Raymond Chandler





Muchos dudan de la veracidad de los espectros que habitan el Castillo de Edimburgo, en Escocia. El histórico edificio es una estructura imponente que corona un volcán milenario ya extinto. Una antigua fortaleza militar devenida en sala de exposiciones y museos, pero que guarda en su interior los orígenes de una particular leyenda: la del Gaitero Solitario. La historia dice que por debajo del castillo se extiende una amplia red de túneles que lo conectan con la ciudad. Los nuevos moradores descubrieron aquello y para cerciorarse de su funcionamiento, decidieron enviar a un joven músico, a investigar. El valiente solitario se adentró en las profundidades para nunca más regresar. Y si bien, varias expediciones recorrieron luego los túneles y pasadizos, el cuerpo del gaitero nunca fue encontrado. Cada tanto, se dice, puede escucharse el sonido de una gaita lejana que ejecuta melodías funestas, acordes sombríos que impregnan el castillo en noches aciagas. De todos modos, hay quien afirma haber visto al espectro ingiriendo alguna bebida caliente en un descanso entre sus respectivas guardias nocturnas. Insinuando que se trataría de un simple muchacho provisto de un buen disfraz de época. Resta decir que estas alusiones echan por tierra siglos enteros de tradición fantasmática. Ahora bien, que casualmente a Usted le ofrezcan un tour de dos horas de duración y que asegura un encuentro con El Gaitero Solitario, por apenas unos 15 euros, es sin duda, absolutamente otro cantar. 




(*) Escritor santacruceño. El relato fue tomado de su web literaria (http://www.pauloneo.com/#!/-opinion/).

sábado, 29 de junio de 2019

EL POEMA DE HOY





INSPIRACIÓN

Por Pablo Lautaro (*)



Esta mañana cuando arreciaba el viento
con su implacable látigo de hojas
con las manos empuñadas de raíces
con la voz poblada de roncos ecos
¿Dónde estabas, con qué gente?
¿Diciendo qué palabras?
Esta mañana cuando el otoño desnudo
desnudó de tristeza mis angustias
atrapó en bolsa de silencio mis palabras
espantó los pájaros libertarios de versos.
¿En qué corazones andabas, cautivando cuáles almas?
¿Fabricando qué metáforas?
Esta mañana cuando la tinta huyó
llevándose en estampida todas las hojas
dejando los versos desnudos de letras
vaciando de vacío el nido de las ideas.
¿Dónde habías ido, con qué poetas?
¿Construyendo qué poesías?
Esta mañana me abandonaste
como se abandona la última hoja en otoño
silenciando todos mis versos.




(*) Escritor neuquino. Este poema es de su obra “Des/vistiendo palabras” (Ediciones Con Doble Zeta, Neuquén, 2018)

miércoles, 19 de junio de 2019

LA NOTA DE HOY




DE LA PATAGONIA AL MUNDO (DE LO REGIONAL A LO UNIVERSAL)

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Con esa clarividencia que los escritores rusos de fines del siglo XIX tienen para ir al centro de la cuestión, León Tolstoi sintetizó en forma admirable lo que a otros autores les lleva páginas desarrollar. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, dicen que dijo, para explicar que el grupo de personas más pequeño, próximo y familiar al escritor es un fractal de la humanidad; y que al describir sus personalidades, sus sentimientos y sus pensamientos, puede retratarse a todos los habitantes del globo. Tal apotegma sufre a veces una crítica que condiciona un tanto a las letras regionales. Y como en estas páginas se habla de la Patagonia, debería precisarse: que condiciona a las letras patagónicas.

La postura crítica se debe, en parte, a los dichos de otro gran autor: Jorge Luis Borges. En su trabajo “El escritor argentino y la tradición”, menciona que el pensador inglés Edward Gibbon “…observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos”. Y agrega: “yo creo que si hubiera alguna duda de la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe”. Esta cita, al igual que la de Tolstoi, ha sido repetida innumerables veces. Pareciera que Borges dirigió su frase hacia el modo artificial de ciertos autores de intentar crear una obra nacional exagerando el “color local”. Pero él mismo, en muchos de sus cuentos y poemas (“El hombre de la esquina rosada”, “La milonga de Jacinto Chiclana”), describe un territorio geográfico vernáculo y un medio cultural que lo atraía; y que había estudiado para situar allí sus obras: el sur porteño, su malevaje y sus criollos de honor. Esto hace pensar que la crítica no era a la esencia del costumbrismo; sino a su exceso, su desmesura.

Por otro lado, un breve recorrido por muchas de las principales obras literarias del mundo permite apreciar que, en general, sus autores las emplazan en los lugares de donde son oriundos o que conocen bien. Fedor Dostoievsky hace transcurrir su “Crimen y Castigo” en San Petersburgo; y son varias sus referencias al Nevá, uno de los símbolos tradicionales de esa ciudad. “Ulises” acontece en el Dublin de James Joyce; “Don Quijote” en los campos de La Mancha. En el país, Leopoldo Marechal localiza a “Adán Buenosayres” en la Reina del Plata; y otro tanto hace Adolfo Bioy Casares con “La noche de los héroes”, donde abunda en referencias a los barrios porteños. Y si Julio Cortázar ubica parte de “Rayuela” en París, era porque estaba viviendo allí y sabía bien de lo que hablaba; como así también cuando la finaliza en la conocida Buenos Aires.

Llevado el tema a la Patagonia, y extrapolando el ejemplo del camello de Borges, se podría decir que una obra literaria no necesita mencionar a los guanacos, las ovejas, el viento o la nieve para ser patagónica. Esto es indudable. Aunque si se desarrolla en la región, la validez de tal afirmación dependerá en qué lugar de la misma lo hace. Es difícil que un argumento enmarcado en el ámbito rural pueda obviar alguna de esas peculiaridades. Tal vez un texto que transcurra en un entorno urbano las evite; pero aparecerían otras situaciones típicas relacionadas con la zona, como referencias a costumbres, lugares o personajes autóctonos, que ocuparían el lugar de los guanacos o el viento.

Por supuesto, si la obra del literato sureño se desenvuelve en un lugar aséptico, por ejemplo, entre las cuatro paredes de un cuarto, o en un sitio imaginario, como el de una novela de ciencia ficción; o, simplemente, en otra región u otro país… podrían soslayarse las referencias a la geografía, la historia, las costumbres, los pobladores, las circunstancias patagónicas. No por eso dejará de ser un escritor patagónico, ya que su lugar de origen o residencia siempre será un punto de referencia cuando se lo mencione. Incluso, si se sigue la opinión de Leonor María Piñeyro en su breve “Ensayo de historia literaria patagónica”, de 1963, aunque no lo vuelque de manera explícita, su condición de patagónico se reflejará en forma inconsciente en sus letras. De hecho, se reconoce a Julio Verne como un escritor francés; aun cuando sus relatos transcurren en lugares “exóticos”. Por ejemplo, su novela “El faro del fin del mundo”, que ocurre en la Isla de los Estados; la que, buscando dar creíble marco a su obra, puebla de curiosos guanacos con cuernos.

Pero también se entiende que un escritor regional quiera ambientar sus creaciones en la zona que conoce bien, en los escenarios que le son habituales, con los habitantes cuya idiosincrasia le resulta familiar… es decir, escribir sobre lo que domina con profundidad por ser su vida cotidiana; y donde encuentra temas atractivos, que reflejan las mismas situaciones que se presentan en otros lugares del mundo. Cambiando los detalles, son iguales eventualidades que enfrentadas por los residentes de distintas latitudes, provocan similares respuestas en todos lados.


La Patagonia es una región rica en temas literarios. Con una mitología interesante, que ya fue aprovechada por algunas plumas como hizo Shakespeare con el dios patagón Setebos y –si damos fe a Roberto Payró– Poe con la diosa ona Schalgpe, dueña de una historia abundante en sucesos extraordinarios, poseedora de escenarios naturales que despiertan la actitud contemplativa en los seres humanos, pero que también los puede someter a los esfuerzos físicos más extremos, parece terreno propicio para que cuentos y novelas, poemas y obras de teatro, ensayos y crónicas, se desarrollen con plenitud en un contexto regional que a su vez represente los conceptos universales.

miércoles, 12 de junio de 2019

RESEÑA DE UNA OBRA LITERARIA PATAGÓNICA





COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“TONS” POR CARLOS NUSS (*)




“Tons”, primera novela del escritor comodorense Carlos Nuss, tiene un especial atractivo que cautiva al lector desde el primer momento. El aura de extrañeza que flota en sus páginas hace intuir, apenas comenzada la lectura, que no se está ante una obra convencional en la Literatura regional. Ambientada en un entorno claramente patagónico y con su argumento arraigado en la mitología tehuelche, avanza en una universalización del tema que trae a la memoria el empleo que hace el poeta Robert Browning del austral dios Setebos, al que conoció a través de Shakespeare. Así como Browning convierte a Setebos en un arquetipo de la religión elemental surgida de la contienda entre la humanidad y la naturaleza, Nuss transforma a Tons, una de las cuatro deidades guenena kenk que fundamentan su historia y cada una de las cuales da significativo título a sus capítulos, en un símbolo de la obscuridad que el ser humano encierra en su interior – pero no a tanta profundidad - y que surge en forma de violenta sevicia ante determinados impulsos.

La nouvelle desgrana a lo largo de sus hojas una trama que fluctúa entre la ficción fantástica y la realista, creando una interesante ambigüedad en la cual el lector puede elegir la interpretación que más le quepa a su temperamento. ¿Es Juan un maniático psicópata cuya patología, oculta hasta ese momento pero entrevista en su recurrente intolerancia, surge a partir de los daños sufridos en un accidente que, como efecto colateral, lo libera de ciertas ataduras culturales? ¿O tiene razón Quelín, su enigmático compañero de trabajo, y el latebroso Tons, al estilo de una pesadilla de Howard Phillips Lovecraft, surge del averno en forma de lengua de lodo y petróleo; para hacer al incauto operario agente de sus intenciones y de tal manera desparramar la obscuridad en el mundo? ¿Son sus aterradores sueños las pesadillas de un lunático o es realmente Tons quien despierta en su mente los recuerdos atávicos de visiones de un mundo olvidado en la bruma del tiempo?

Y esta última consideración lleva a sopesar otro de los aspectos que el autor quiere resaltar en su obra: la presencia de los sueños. De hecho, en las citas introductorias de Aukanaw, Lidia Nakashima y David Aniñir, aun antes de desarrollar por boca de Arnoldo Canclini la leyenda que señala el núcleo duro de su creación, coloca tres frases referidas a las visiones oníricas que asaltan al durmiente; remarcando la importancia que les otorga en sus páginas. Allí aparecen recurrentes las alucinaciones nocturnas de Juan sobre los gigantes que salen de la tierra. Si el lector admite la versión “realista” de la narración, el psicólogo Lagarde, terapeuta de Juan, debería interpretar el sueño según la escuela de Sigmund Freud; para buscar un argumento que aclarase el trastorno del petrolero. Pero si opta por la definición “fantástica”, el sueño debería ser visto a través de la óptica de Carl Jung; y sería inexplicable, porque no revela los delirios del soñador sino que surge del sustrato más profundo de su inconsciente. Sin embargo, en la novela los sueños de Juan comienzan a mezclarse con la realidad; situación que adquiere una dimensión monstruosa e inquietante en el último párrafo de la obra, que la cierra en forma impecable y le da un impensado aspecto de thriller.

Más allá del desarrollo de su trama principal, la novela abunda en la exposición de diversos pensamientos y reflexiones sobre distintas situaciones de la vida y la condición humana. Algunas sobre las relaciones interpersonales teñidas de violencia, que se contagia como una perniciosa enfermedad; otras sobre los intrincados recovecos de la psiquis… Por ejemplo, cuando en uno de sus soliloquios Lagarde piensa:

“Estudiar psicología le había ayudado mucho a dominar los demonios que, sabía, todos teníamos dentro. “No se puede curar a nadie”, había aprendido de Freud. Es por esto que sólo otorgaba placebos, diagnosticaba. O conducía, trataba que el enfermo descubriera por sí mismo lo que le aquejaba.”

Y más adelante agrega:

“Enfrentar el corazón de un hombre en donde todas las direcciones apuntan hacia la angustia es un camino de oscuridad; y una caída en las sombras puede llegar a no tener final.”

Pero estos contenidos incorporados, que aparecen entremezclados en los diferentes monólogos, diálogos y párrafos descriptivos —acertados recursos del texto que otorgan riqueza y agilidad discursiva a la prosa—, no son digresiones del autor. Forman parte del sentido de la obra que, en su conjunto, es una parábola sobre la crueldad implícita en el ser humano. La obscuridad buscada por Quelín, infaustamente encontrada por Juan y sólo vislumbrada por Lagarde, aunque sufre sus coletazos, puede ser la imagen del mal en su más pura expresión; las tinieblas primordiales, básicas, que acechan al universo. Pero también puede ser la ausencia de luz que se oculta en cada sujeto. Tal vez esa sombra individual sea un trozo fractal de la negrura absoluta. Porque a lo mejor son lo mismo.

“Tons” es una destacable novela. Futuras obras de este escritor que persistan en la misma profundidad psicológica y en la búsqueda de argumentos de tono regional, pero que a la vez avancen sobre una problemática general; acompañadas de ese estilo que lo caracteriza y que permite una lectura amena de sus letras, aportarán, sin dudas, una contribución de gran valor para el género narrativo de ficción de la Literatura Patagónica.




(*) “Tons”. Nuss, Carlos. Editorial Cooperativa de Comunicación y Cultura “El Miércoles”, Concepción del Uruguay, 2018. Fotos de Nuria Nuss.


domingo, 2 de junio de 2019

LA NOTA DE HOY




INGENIO AZUCARERO “SAN LORENZO”
30 DE MAYO 2019 - A 90 AÑOS DE SU INAUGURACIÓN


Por Inés Luna (*)




Esta empresa fue el gran proyecto de un joven Contador Público: Benito Lorenzo Raggio (que estudió en Suiza e Italia hasta lograr su título profesional), con una formidable “visión de futuro”. Sus padres, gente de muy buen nivel económico, lo ubicaron en un importante comercio de “ramos generales” de su propiedad; pero él lo rechazó por no sentirse cómodo. Dentro suyo se gestaba una idea genial, “el azúcar de remolacha y una cadena de Ingenios”, que harían progresar una amplia zona rionegrina y cambiarían la historia del azúcar en el país. A tal fin convocó a su amigo Juan Pegasano, quien tenía tierras en este rincón de Rio Negro y se unió al proyecto con entusiasmo. Eligieron Conesa, en medio del monte virgen, para su Ingenio piloto.

En la década del 20, con mucha rapidez, se hicieron los estudios de la tierra; comprobando su enorme fertilidad. Luego vino la instalación de lo que sería la fábrica. En los proyectos involucró mucha gente; a la que luego se fue sumando mucha más.Las máquinas fueron traídas de la fábrica Skoda (Checoslovaquia). Se convocó a una compañía constructora y sus contratistas fueron los Sres Staco y Antonini. La empresa se llamó “Compañía Industrial y Agrícola San Lorenzo”. Fue el emprendimiento más importante de nuestro Valle, sin lugar a dudas; trajo un gran progreso, los primeros camiones, modernos vehículos, teléfono y hasta los primeros sanitarios. Se construyeron edificios para la fábrica, galpones, taller, casa de administración, portería, viviendas prefabricadas para los técnicos y administrativos, etc.

Así nació la colonia San Lorenzo, con un conjunto de viviendas: comisaría, casa del comisario, farmacia, un hotel, almacén, viviendas para las familias de los empleados, comercios, laboratorios, etc. Todo se concreta muy rápido. Mientras tanto, en colonia La Luisa, que pertenecía a la familia Raggio, surgía el casco patronal rodeado luego de grandes árboles (200 pinos y 200 eucaliptus) y hermosos jardines. Además se construyen viviendas en las parcelas que serían el hogar de los empleados rurales; éstas contaban con las mismas comodidades que las prefabricadas de San Lorenzo, un hall de entrada y cuatro habitaciones que daban al mismo.El traslado de las pesadas máquinas checas para la fábrica se hizo por ferrocarril hasta S.A.O. y desde allí a campo traviesa en camiones Tornicrof con ruedas orugas y acoplados con ruedas macizas (vehículos más tarde utilizados para los traslados de la cosecha).

Una vez terminada la obra, se realizó la inauguración oficial el 30/05/1929. Para tal ocasión se invitó a altas autoridades nacionales que viajaron en un tren especial hasta Patagones y allí los esperaban en automóviles que los trasladaron hasta Conesa. Se hospedaron en las instalaciones de la Empresa, donde fueron agasajados por los dueños y un ejército de empleados preparados para la ocasión. Conesa floreció como por arte de magia. Se multiplicaron los comercios y la construcción de edificios públicos en su zona urbana; como comisaría, correo, escuelas, etc. El progreso invadía todo; había trabajo, había alegría. La colonia San Lorenzo parecía un pueblo con sus diversas construcciones y mucha gente trabajando. También en colonia San Juan el casco agrupaba viviendas y comercios en torno al chalet del dueño de las tierras, Juan Pegasano, socio y amigo de Benito Raggio. Don Juan en el año 1933 edificó una Capilla en lo alto de la barda, en agradecimiento por las buenas cosechas y en honor a su madre doña Florentina. Hoy el oratorio alberga a la Virgen Misionera de Rio Negro.


El riego en las colonias


Los establecimientos La Luisa y San Lorenzo contaban con dos “bocatomas” respectivamente para extraer el agua del rio. En La Luisa, con dos motores Mercedes Benz de cuatro cilindros y 2 bombas de un millón y medio de litros cada una; y en San Lorenzo, con tres bombas: una de 800.000 y las otras de más de un millón. Todas estaban aproximadamente en los cuatro millones de litros por hora; nos recordó don Lorenzo, hijo de don Benito Raggio, en una entrevista.

Ante la falta de transporte y cuando la producción se acrecentaba a pasos agigantados, don Benito Raggio propone a Ferrocarriles un ramal ferroviario Patagones –Conesa. Al no ser escuchado, la empresa “San Lorenzo” ofrece al Ferrocarril del Estado hacer un ramal trocha angosta, desde la estación Winter (107 kms) pasando por una Estación llamada El Triángulo y el Ingenio en colonia San Lorenzo. Una segunda Estación frente a la zona urbana de Conesa; y de allí a la que llamaron “Francisco Sosa” (Estación punta de rieles) en colonia San Juan. La obra ferroviaria se lleva a cabo por cuenta y cargo de la compañía “San Lorenzo”. Con la condición que Ferrocarriles devolvería el dinero transportando todas las necesidades de la empresa sin costo, empezó a funcionar en el año 1933. Cabe la aclaración que luego del cierre forzado de la Fábrica en 1941, Ferrocarriles cumplió con el compromiso de devolver la inversión a la empresa recién en el año 1955 “sin reconocer intereses ni devaluaciones de moneda”, según lo recordó don Lorenzo Raggio; quien nos agregó detalles.


El error de Benito Raggio

Se sembraron cientos de hectáreas de remolacha azucarera en las colonias conesinas y en Colonia Frías, de secano, todas con un rendimiento asombroso.En el año 1935 se logró la mayor producción con una molienda que superaba las 32.800 toneladas. La euforia del logro hizo que Benito Raggio cometiera el grave error de manifestar públicamente el gran proyecto a futuro de la empresa. San Lorenzo era un Ingenio piloto; luego vendría el de ChoeleChoel, el tercero en Viedma y un cuarto emprendimiento en Balcarce (Buenos Aires). Al enterarse la competencia, desató el enojo del poderoso monopolio del azúcar del norte.No se había terminado aún el Ingenio San Lorenzo y ya empezó el revuelo. Lorenzo Raggio continua diciendo: “El que preocupaba no era el Ingenio conesino con 100.000 bolsas como máxima producción, si no los ingenios posteriores que funcionando implicaban unos 800.000 bolsas copando el mercado, porque la zona era óptima.Al contrario, Tucumán y Salta no son el lugar ideal para la caña de azúcar”.


1935: la mayor zafra y la peste 

Luego de la mejor zafra, con una molienda de remolacha azucarera de 32.812 toneladas, con un rinde de hasta 80 toneladas por hectárea en el Valle de Conesa, comienza a aparecer (¡¡oh casualidad!!) una peste en las plantas, que se marchitan y mueren.En ese tiempo en el Sur de EEUU había cultivos de remolacha afectados por un virus, por lo que al enterarse del problema en Conesa, llegó gente del Ministerio de agricultura y ganadería de ese país para examinar. Se descartó la idea de similitud, el virus no era el mismo, pero nunca se descartó que fuera “intencional”. Pero sí fue intencional, según Lorenzo Raggio, la explosión de la caldera que le costó la vida a un joven que acababa de ingresar al trabajo, el día 3 de julio de 1940. El fallecido se llamaba José Kremecek, contaba con 36 años de edad, tenía esposa y un bebé de tres meses. Quedó con heridas graves el peón Antonio Ayerza.Mientras tanto una “ley nacional” le fijaba un cupo de azúcar con la clara intención de perjudicar al Ingenio conesino.

Con los investigadores de Norteamérica vino el Ingeniero Munk - continua diciendo Lorenzo Raggio- “quien lleva todos los datos a su país, investiga y envía una carta a nuestra empresa azucarera, diciendo que en dos años resolvería el problema enviando la “semilla resistencia”. En reconocimiento a ese Ingeniero (dice en los libros universitarios) la enfermedad que atacó nuestra remolacha se llamaba “marchitamiento amarillo de Munk”; el nombre de  quien lo descubrió”.

La compañía se vio abrumada, acorralada por todos estos problemas, limitada según la ley y el virus que había que soportar dos años más. De pronto el detonante mayor: la explosión “intencional” de la caldera que causó la muerte de José Kremecek. Y el peor agravante: que el hombre “motor” de la empresa, don Benito Raggio, se encontraba en cama a consecuencia de un gravísimo infarto y soportando amenazas al igual que todo el directorio, quienes aterrados le pidieron que firmara el cierre definitivo.Ante tanta presión y el pedido desesperado del directorio, ante las amenazas recibidas, Benito no tiene opción y se decide ¡¡cerrar!! en 1941.El Centro Azucarero del Norte compra todo con una condición: “que se destruya el edificio  del Ingenio”, que se le quite el techo al galpón del azúcar y que se dinamiten las viviendas. Además a don Benito Raggio en su lecho de enfermo le hicieron firmar un compromiso que “por diez años no iba a instalar otro Ingenio Azucarero de remolacha”. 

Algunos estaban tristes, el resto aterrados. Querían ¡¡vender!! Este fue el triste final.





(*) Escritora conesina. El texto pertenece a su libro “Vivencias de mi Gente II”.





jueves, 30 de mayo de 2019

RESEÑA DE DOS OBRAS LITERARIAS PATAGÓNICAS



CUERPOS PERFECTOS, CUERPOS EXTRAÑOS

DOS OBRAS DE SILVIA IGLESIAS


Nos complace comentarles las gratas impresiones recibidas al leer dos obras poéticas de Silvia Iglesias, emparentadas no tan solo por la autoría sino por los lazos temáticos que ya se advierten desde sus respectivos títulos.

“Cuerpos perfectos” (*) es una obra lírica que obtuvo el  Primer Premio de Poesía en el XXIV Encuentro Nacional de Escritores Patagónicos (2005). Merecido galardón, ya que sus textos tienen la virtud de fusionar la brevedad, la sencillez lingüística y la profundidad lírica, todo en un mismo formato y de manera realmente encantadora. 

En muchos de sus versos afloran la angustia, la desolación, la búsqueda, los interrogantes de orden existencial:

Estoy salida de mí
como esos pajaritos
que no reconocen a su madre
ni el nido donde nacieron.

O bien:

Cuando supe
que te había dado todo
sin que te des por enterado

dejé caer mi corteza
como una cáscara seca 

y seguí

a savia viva.

Además, fiel a su condición de “patagónica militante”, Silvia no pierde oportunidad de aludir a los elementos del paisaje campesino, como podemos comprobarlo en esta composición:

Sin amuletos
que me aten a la tierra
ando
como esas matas
que el viento
empuja al mar.

Son muy adecuadas las palabras de Víctor Redondo a propósito de la obra: “Podría definir este libro con dos palabras: sensibilidad e inteligencia. Lleno de hallazgos, de manera de ver lo que nadie ve, aunque lo tenga en la punta de la nariz. Así es la poesía: con pocas palabras se pueden crear ideas e imágenes estremecedoras”.

En el siguiente volumen, “Cuerpos extraños” (***), la autora  nos sorprende con nuevos logros dentro del mismo estilo, tan personal e inconfundible. Y otra vez surgen destellos de desolación y de melancolía:

Algún día 
alguien leerá
estas páginas

no le importará saber
si estoy viva o muerta

esa diferencia 

hoy

es lo único que tengo

O estos:

Me falta carácter
para decirle
a mis recuerdos
que agarren sus cosas
y se vayan
de una vez

O estos otros:

Llevo un cuerpo
y no sé dónde 
ponerlo

Al comentar la obra, dijo con acierto Rubén Eduardo Gómez: “ (…) Silvia es capaz de mostrarnos que hasta nuestro propio cuerpo es extraño. Así, el libro se vuelve un mapa conocido de lugares ignotos, una invitación a desconocer lo familiar, una puerta de entrada con al cerradura en el umbral”.

No deja de sorprender la capacidad de síntesis, el lenguaje despojado de todo artificio, la contundencia de cada sintagma. Son condiciones que revelan un don indiscutible.

En síntesis: dos obras altamente recomendables.


C.D.F.



(*) Silvia Iglesias es escritora, profesora en letras, periodista, organizadora de eventos culturales. Nació y vive en Puerto Madryn, Chubut, Patagonia Argentina. Creó y codirigió el suplemento cultural «Tinta China» del diario El Chubut. Con su primer libro de poesías, “Cuerpos Perfectos” ganó el Primer Premio del Encuentro Nacional de Escritores Patagónicos 2005. Las críticas publicadas en las revistas Ñ (del Diario Clarín), Plebella (especializada en poesía) y el suplemento Radar (del Diario Página 12), junto a las de reconocidos escritores, destacan el estilo y la voz personal del libro.

(**) Editorial Limón, 2006, Cap. Federal – ISBN 987-22056-6-3


(***) Vela al Viento Ediciones Patagónicas, 2013, Comodoro Rivadavia. ISBN 978-987-1638-34-5.