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domingo, 15 de diciembre de 2019

LA NOTA DE HOY




DÍAS DE OCIO EN LAS PLAYAS DE LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives





“El día de la “excursión” a Puerto Madryn era una de las fechas más esperadas del verano. Nos levantábamos muy temprano, antes de la salida del sol y la casa se llenaba de ruidos, de llamadas nerviosas y apresurados preparativos…Más tarde el atisbar la llanura ondulante del mar que devolvía multiplicado en cada suave vaivén de su inquieta superficie la imagen del sol espejado en sus aguas – “Ya estamos en Madryn, dada. ¿Dónde paramos?” – Pacientemente nuestro padre ordenaba el juvenil desorden y descendíamos nosotros y toda la abundante carga comestible de excursión bien planeada.

Zambullirse dentro del traje de baño y echar a correr al mar era una sola cosa, a chapotear en el agua, juntar caracoles y coloridas piedras, tenderse en la requemante arena que llenaba desbordante la playa, solamente contenida por la línea de fino encaje de la espuma – “vamos hasta el kaiser” -, - “quiero ir a las cuevas” – toda la impaciencia de agotar en un instante el programa de todo el día….Mediada la tarde, cuando el frescor de la brisa marina se abría paso hacia la tierra, preparábamos el regreso a casa, a la cual llegábamos rendidos de fatiga y sueño, en la media claridad de los entreluces del atardecer cuyos últimos soles avivaban los verdes de las copas de los álamos del Valle.”

Este fragmento del relato “Tiempo de verano de mi niñez”, de Gwen Adeline Griffiths de Vives (1), muestra una típica “excursión” de los descendientes de los colonos galeses radicados en el Valle del Chubut a la costa del mar, a principios de los años 30. Para aquellos labriegos, artesanos, comerciantes que trabajaban de sol a sol durante la mayor parte el tiempo, la posibilidad de distracción que ofrecía la cercana orilla del océano, era aprovechada tanto como se podía. Ya fuese un paseo a Puerto Madryn -como en el texto citado- o una salida hasta la más cercana Playa Unión, cada tanto los valletanos marchaban a gozar por un rato del agua salada, la brisa marina y la arena; lejos del calor canicular que calcinaba el Valle profundo.Esta costumbre que los pobladores traían de Europa, donde era común frecuentar “los baños”, venía desde mucho tiempo atrás; cuando la marcha hasta la costa se realizaba en carros a caballo y no en el cómodo automóvil o en el trencito de trocha angosta. Las “casillas” más antiguas de Playa Unión son anteriores a 1923, fecha de fundación de la villa balnearia.

De igual manera, los habitantes de Carmen de Patagones, Viedma y del Valle Inferior del Río Negro se dirigían, según narra el escritor viedmense Carlos Espinoza (2), al balneario próximo al desemboque del río; conocido también como “La Boca”, aunque su nombre oficial a partir de 1948 es “El Cóndor”. El topónimo recuerda un naufragio, al igual que sucede en Playa Unión.Los primeros en aprovechar esa playa con fines recreativos fueron los salesianos, que en 1887 concurrieron con los alumnos de su colegio en Viedma. También los inmigrantes italianos radicados en la zona, empezaron a utilizarla para esparcimiento; y en 1917 ya estaban emplazadas las “casillas” de Jacinto Massini y su cuñado Tomas Bagli. El impulso que el primero dio al sitio, hizo que su denominación original fuese“Villa Massini”.

Si bien en San Antonio Oeste hay balnearios locales, el sitio de veraneo por antonomasia desde el año 1925 es Las Grutas. La primera construcción “veraniega” fue un “bungalow” de 1938, según recuerda Josefina Arce de Ballen en su libro “Las Grutas” y Héctor Izco, en “San Antonio Oeste y el Mar… Origen y Destino”. El escritor Jorge Castañeda, en tanto, le dedica el poema “¡Qué linda que está Las Grutas!”:

“Con su blanca costanera / con su cielo en arrebol
Y la playa que se llena / cuando aprieta “la” calor”;

y una de sus “Crónicas”, la “Crónica de un poeta en Las Grutas”:

“Puedo decir como dijera Scalabrini Ortiz sobre Buenos Aires que “tengo ternuras mías en cada una de las calles del Balneario Las Grutas”… Llevo en mi corazón el Napostá de mi ciudad natal, las verdes alamedas de Valcheta y el mar azul del golfo de San Matías. ¿Qué más puedo pedir?”.

La playa de Comodoro Rivadavia es Rada Tilly; cuyo desarrollo turístico comienza, como en los casos anteriores, a inicios del siglo XX. La afluencia de vecinos para gozar de su arenilla blanca, hizo que se habilitase un tren que lo unía a la ciudad; clausurado luego de un desgraciado accidente. Como otros pueblos surgidos alrededor de un centro de veraneo, con el tiempo Rada Tilly se consolidó como núcleo urbano; pero manteniendo su espíritu de villa vacacional. Esto hace que muchas personas opten por pasar allí todo el año, incluyendo los inviernos de mar bravío y cielo nublado.

Tal situación es común al resto de los balnearios sureños, donde crece la población estable.Entre esos habitantes fijos figuran muchos escritores regionales, que hallan un ambiente propicio para su Arte. En el caso de Rada Tilly, es Angelina Coicaud de Covalschi quien lo hizo; lo que influyó para llevarla a ambientar tramos de sus últimas novelas en una localidad imaginaria; con escenarios parecidos a los de esa playa.

En la actualidad, todas las poblaciones sobre el Atlántico al sur de Comodoro Rivadavia utilizan sus riberas como espacio de jolgorio. Aunque más no sea para tomar sol o contemplar el mar acompañado de unos mates, la visión del agua fundiéndose con el horizonte brinda reposo a quien recurre a la costa para vacar. Es que el ocio es una parte importante de la actividad humana. Saber descansar es casi una disciplina artística, como recuerdan el escritor español Noel Clarasó Daudí en “El arte de perder el tiempo” y Herman Hesse en sus ensayos cortos reunidos bajo el título “El arte del Ocio”. Y la Patagonia, con su extenso litoral marítimo, tiene muchos lugares para el solaz de sus habitantes.

Tantos kilómetros y kilómetros de costa hay, que al patagónico no deja de llamarle la atención esa tendencia a amucharse característica de algunas playas norteñas; aunque, por supuesto, el aumento de la población en la región lleva a que las costas australes muestren hoy en día una similar concurrencia. Ya pasaron los tiempos en que los sureños podían holgarse en solitarias y extensas playas; a las que tan acostumbrados estaban que, algunas veces, cuando aparecía en lontananza la vaga silueta de un pescador o de otra familia con su sombrilla - de la que apenas se distinguía, difusa, la colorida tela -, el que había llegado primero refunfuñaba: “¡No se puede estar tranquilo! ¡Ya vino gente!”.





(1) “Tiempo de verano de mi niñez”. Gwen Adeline Griffiths de Vives. “Cuentos de Nuestra Tierra (Premio CFI Letras 1983)” (Editorial Consejo Federal de Inversiones, Buenos Aires, 1985)

(2) “Un naufragio, los curas salesianos y los inmigrantes italianos en la historia del Balneario “El Cóndor”, por Carlos Espinosa, Publicado en http://www.telam.com.ar/notas/201412/89341-turismo-visitas-turistas-pasajeros-tren-avion-mar.php

(3) Por supuesto, el título de la nota pretende parafrasear el nombre del libro de William Henry Hudson, “Días de ocio en la Patagonia” (1870). Pero también es un recuerdo para “Días de ocio en el país de Yann”, cuento de Lord Dunsany de 1910.


viernes, 6 de diciembre de 2019

EL RELATO DE HOY




HABLAR DE MUERTOS

Por Paulo Neo (*)



¡Ah, si yo hubiera sabido que la muerte es un país donde no se puede vivir!
Oliverio Girondo



Voy a hablar de muertos. No de uno en particular, sino de varios. 
Digo hablar, pero en realidad estoy escribiendo, claro. Como ya sospecharán, se trata del mismo asunto. En la sesgada arbitrariedad de mis facultades, pensar, hablar y escribir, son casi la misma cosa. 
Volviendo al tema: voy a hablar de muertos, dije. De un grupo, en particular. Nada homogéneo, por otro lado, ya que abarca niños, adolescentes y adultos, por igual. Mujeres u hombres, es indistinto.
De los conocidos, sobran nombres, fechas y puntualizaciones. Aunque no es ese el propósito de estas líneas. Que me acuerde de Ignacio, de Chory o del Chino, no es lo relevante, aclaro. También podría citar aquí cifras y estudios realizados, pero las estadísticas no suelen llenar todos los intersticios que necesitan los textos como éste. Apenas si se quedan en la frialdad de los números, en la tibieza de porcentajes más o menos preocupantes. 
Voy a hablar de muertos, dije. Y no vendría al caso que cuente lo que pasó hace unos años en una presentación, allá en el Sur. Con la idea de que el público escribiera lo que se le venía en gana, hice circular unas libretas. La noche terminó en largo jolgorio, pero días después, me ocupé de sentarme a leer las anotaciones. La que más llamó mi atención fue una que decía, literalmente: “Aplacé mi suicidio para venir a esta presentación” y firmaba Silvana. Estuve un largo tiempo dándole vueltas al asunto. Sin saber si alguien me jugaba una broma, si era un retazo de ficción o la dura realidad, sin miramientos. Me pasé la semana cavilando en el asunto, sin llegar a ninguna conclusión. Luego, el tiempo se encargó de que creyera haberlo olvidado, como pasa siempre. 
Hasta hoy. 
Que me enteré que aquella misma persona se cansó de los aplazamientos, que a otra la rescataron a punto de lanzarse de uno de los puentes de la Autovía, que otro más terminó el cigarrillo y volvió al local comercial para dejar de preocuparse por el posible cáncer, por las deudas o por las penas de amor. 
Es decir: hay algo de lo que pocos hablan.
Y es que bien al Sur, la lista de muertos por mano propia –o de suicidios, vamos a decirlo con claridad– es alarmante y mayor que en el resto del país. 
Porque hablar de muertos es un poco, también, hablar de uno mismo.
Porque como Oliverio, olvidamos que la muerte es ese país donde no se puede vivir. Ese páramo desolado y oscuro donde los perros ganan la calle y las sombras, los pliegues del alma.
Voy a hablar de muertos, dije. Creo que lo hice lo mejor posible.


(*) Escritor de Río Gallegos.


lunes, 25 de noviembre de 2019

EL POEMA DE HOY




EN UN ÁLBUM


                     Por Eduardo Talero (*)




Son mis nostalgias aves viajeras
Que buscan nido para cantar,
Por eso en tu álbum mis lastimeras
Quejas amargas han de quedar.
Dulces encantos del patrio suelo
He recordado con tu amistad:
En tus miradas, luz de mi cielo,
Y en tus bondades, luz de mi hogar.
Tienes el ritmo que en mis montañas
Las aves lanzan en su canción,
Y los candores que en mis cabañas
Hacen la dicha del corazón.
Cuando del piano notas arrancas
Siento las brisas del Bogotá,
Y si mis patrias dolores cantas
Oigo las quejas de Jorge lsaács.
Hay en tu talle la gallardía
De las palmeras de mi país.
¡De aquellos bosques donde María
Buscaba rosas para Efraín!
Cual las violetas que el jardinero
Halla escondidas entre el rosal,
Así las rimas de este viajero
Entre tu libro se ocultarán.


Arequipa, 1897



(*) Poeta nacido en Colombia (1874) y fallecido en San Martín, provincia de Buenos Aires (1923). Vivió varios años en Neuquén, donde escribió el libro “Voz del desierto”; obra elogiada por Borges. Este poema figura en su poemario “Poesías” (Imprenta Galileo, Buenos Aires, 1898); digitalizado por la Academia Argentina de Letras; obrante en la página web http://www.catalogoweb.com.ar/biblioteca-digital/libros-digitalizados-por-aal-wikimedia.html


miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA NOTA DE HOY




LOS BUSCADORES DEL LIBRO PATAGÓNICO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Buscar obras de Literatura Patagónica en las librerías de usados de Buenos Aires es una experiencia apasionante. Ya sea que la afición se practique en aquellos negocios especializadas que disponen incluso de catálogos y sectores específicos  donde se agrupan estos libros, como en los otros donde el preciado bien se encuentra entremezclado formando un abigarrado conjunto de diverso tenor, el buscador disfruta de una ocasión de júbilo ante un inesperado hallazgo.

Quien escribe estas líneas ha experimentado numerosos de esos momentos. Muchos libros de su biblioteca de temática y autores regionales, en realidad la mayoría, fueron extraídos de los estantes y mesas de alguno de esos locales, en barrios como San Telmo, Monserrat o el mismo centro de la ciudad. O también de los puestos de alguna de las ferias que se instalan al aire libre, como las de Plaza Rivadavia, Parque Centenario o Plaza Italia.

Porque si no se rescatan de una librería "de viejo"... ¿dónde se podrían conseguir textos como esos? Ya es difícil que se hagan primeras ediciones de las obras literarias patagónicas… mucho más arduo será que haya reediciones. Ello torna más apasionante la cacería, porque cada ejemplar adquiere las características de un espécimen único. Entre algunos títulos que fueron hallados por el autor de la presente nota, se recuerdan nombres como "Patagonia, región de la aurora" del padre Raúl Entraigas, "Los pájaros del lago" de Rodolfo Peña y "Los frutos agrios" de José Luis Gasulla. ¿Cómo hubieran podido hallarse estos volúmenes si no fuera en una librería de usados?

Algún literato podría pensar que el hecho de que un libro suyo se encuentre en uno de estos comercios es una especie de baldón; señal de que su dueño original lo descartó por la falta de calidad. Sin embargo, los motivos por los que un libro llega allí pueden ser varios; pero cuando salen es por una sola razón: porque encontraron su lector. Las librerías de lance son locales mágicos donde los libros se reciclan y obtienen una segunda, una tercera o una enésima vida. Además, ¿qué mayor recompensa para un escritor que compartir un espacio con los genios de la Literatura universal? Porque esas librerías, donde el criterio de calidad literaria es el implacable filtro del tiempo y no la moda o la publicidad, puede proporcionar tal alegría a las plumas más modestas.

Como este blog trata sobre Literatura Patagónica, se puso la atención en dicha variante de la escritura. Mas estas tiendas son también una permanente fuente de obras de las letras mundiales. Hallar un ejemplar de "En Rada" de Joris Karl Huysmans, de 1915, o las novelas completas de Bruce Marshall en una edición ilustrada de papel biblia, proporcionó una gran satisfacción a este cronista. 

Así, cada lector, rebuscando en heterogéneos montones, sabrá encontrar las obras que son de su gusto; y que tal vez nunca hubiera soñado leer si no fuera por esos reservorios de preciada creación artística. Claro que es de esperar que el aficionado no caiga, sin querer, en un sitio como el que describe Howard Phillips Lovecraft en su soneto "El Libro":

The place was dark and dusty and half-lost
In tangles of old alleys near the quays,
................
Small lozenges panes, obscured by smoke and frost,
Just shewed the books, in piles like twisted trees,
Rotting from floor to roof - congeries
Of crumbling elder lore at little cost.
..................
Then, looking for some seller old in craft,
I could find nothing but a voice that laughed.

Pero, salvo una contingencia como esa, el buscador de libros sólo va a encontrar sorpresivas alegrías durante sus expediciones. En su poema "Sherlock Holmes", Jorge Luis Borges dice:

Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.

Sin pretender parafrasear al maestro, podríamos decir que rastrear una librería de usados para descubrir una valiosa obra literaria es otra de esas buenas costumbres que nos quedan.





Nota: los fragmentos de poemas  reproducidos fueron tomados de los libros “Hongos de Yuggoth” de H.P. Lovecraft (Ed Diada, CABA, 2015. Traducción de Luis Benítez); y “Los Conjurados” de J. L. Borges (Alianza Editorial, Madrid, 1985),



viernes, 15 de noviembre de 2019

EL CUENTO DE HOY





EL CUADRO DEL BOLICHE

Por Sergio Pelliza (*)






Hay un aspecto de la vida de los pobladores de los puestos o boliches patagónicos, tan aislados, cuando no perdidos, difícil de comprender para quien esté habituado a la facilidad de comunicación disponible en las ciudades. Hasta los años '20, para comunicarse de una estancia a otra había que trasladarse personalmente a pie o muchas veces, dadas las distancias, a caballo. A lo largo de las escasas carreteras, que en realidad eran sendas de ripio, surgieron aquí y allá, paraderos y boliches, a menudo con un negocio al lado, que se transformaron en puntos de referencia ya sea para la gente de las estancias como para los viajeros. A lo largo de la ruta Nº 40, de la cual se ramifica también la senda hacia el Valle del Río Belgrano y que en la Patagonia Austral une las localidades precordilleranas de Perito Moreno y Calafate para dirigirse luego a Río Gallegos, había un par de estos bolichitos. Que parecieron florecer imprevistamente en lugares aparentemente desérticos, cerca de una bifurcación o de un cruce. Por ejemplo Las Horquetas o Bajo Caracoles. 
Es en este boliche donde ocurrieron estos hechos en aquellos tiempos. Atendido desde casi siempre por “El Español”. En una hermosa noche estrellada y de mucho frío. Golpea la puerta del boliche ya cerrado, un hombre totalmente común, sin ningún rasgo o señas particulares que lo hicieran diferente. Le pide al dueño alojamiento por una noche, dijo, se iría temprano, también le dice que no tenía dinero para pagarle y que solo podía ofrecerle algo de sus pertenencias como pago. El español, criollo de ley le dijo, jamás se deja a nadie afuera. Pase paisano y acomódese donde pueda si se va antes de que yo me levante, de lo que hay tome lo que le haga falta y la próxima vez que pase por aquí me paga. 
Al levantarse el dueño del boliche, encuentra sobre el mostrador un cuadro ovalado enmarcado en metal y un papel donde lee… Estimado Don Español, valoro su desinteresada hospitalidad de alojarme. Solo le tomé de la bolsa un poco de harina y del cajón, un atado de yerba. Lo único que puedo dejarle es mi posesión más valiosa este cuadro. Es un retrato mío de hace mucho tiempo. El único valor es el marco de plata. 
Deshágase de la pintura y espero compense el marco en algo, su impagable generosidad. 
Otro loco lindo pensó sin más; colgó el cuadro sobre la pared detrás del mostrador. Allí notó en lo vivo que estaban los ojos del retrato parecían mirarlo con intensidad, parecían estar vivos. La misma sensación tuvieron casi todos los paisanos que fueron pasando por el boliche. 
En un largo crepúsculo patagónico donde el resplandor rojo teñía la mitad del firmamento, y las lejanas lomadas orientadas hacia el oriente refulgían aun levemente bajo su caricia. La luna ya presente potenciaba su fulgor azulado entrando sigilosamente por la ventana, iluminó en esa semi oscuridad al retrato. A los dos paisanos que estaban de frente al mostrador junto al grupo de cuatro jugando un truco se les cayó el vaso de la mano. 
–Miren el retrato está moviendo los ojos. – “Tan” locos ustedes, dijo el ovejero Cirilo dándose vuelta y mirando el retrato. Debe ser la luz de la luna o la ginebra que tomaron demás. Llegó “El Español” con el farol sol de noche encendido y le contaron. Lo acercó al retrato y seguía allí la mirada intensa pero inmóvil. Váyanse ya, que el patrón me encargó que los despidiera temprano, mañana tiene que ir a buscar un piño (conjunto de ovejas que suele trasladarse de un lugar a otro) para esquilar muy temprano. La comparsa de esquila llega el miércoles y deben estar todos los animales dispuestos. 
El martes llegaron varios de a caballo. -Mala traza tienen éstos, se dijo “El Español” y por las dudas, puso su wínchester bajo el mostrador. Eran cuatro, pidieron ginebra y algo de comer. Les dio capón frío con pan casero vino y queso, ginebra me queda media botella nomás hasta que venga el turco, alcanzará para una vuelta. 
-Que no tenis más ginebra, gringo maldito.- Vamos pal depósito, le dijo el que parecía ser el jefe con la mano en la empuñadura de su facón. Obedeció tranquilo “El Español”. Ya había pasado antes y sabía que después de mamarse y alguno que otro daño menor se irían sin pagar borrachos, ni siquiera los denunciaría en el puesto policial. 
En el depósito encontraron varias botellas de ginebra las tomaron y le dijeron ahora queremos plata. Toda la que tengas, si no tus tripas quedan desparramadas en el suelo. 
Al gringo le hervía la sangre… pudo más su sentido común y les entregó la caja de lata donde guardaba la recaudación para las compras del miércoles que venía la comparsa de esquila. Era bastante… 
-¿No tenés más? El español miró de reojo bajo el mostrador el wínchester estaba allí casi al alcance de su mano. No fue suficientemente rápido el jefe adivinó el movimiento y le clavó el chuchillo en el brazo, la hoja lo traspasó y quedó clavada en la madera. Otro lo sujetó del brazo que no estaba herido y un tercero comenzó a golpearlo con el talero del rebenque en la cara. –Dios perdona mis pecados, este es el fin. 
De pronto, ya al borde de la inconsciencia, vio que el retrato se estaba moviendo, apoyó de pronto las manos en el marco se izó a pulso y abandonó el cuadro. Con la boca desencajada y la respiración en suspenso contempló al hombre del cuadro tomar el winchester por el caño y comenzar a darles culatazos a los bandidos hasta dejarlos tendidos en el suelo. 
A la mañana la comparsa de esquila encontró al “Español” acostado sobre el mostrador totalmente dormido con una profunda herida en el brazo izquierdo que ya no sangraba y en la mano derecha el wínchester tomado por el caño y a cuatro bandidos desmayados y con las marcas de los culatazos que habían recibido. 
Esta vez vino la policía, se llevaron a los maleantes que tenían frondoso prontuario, incluso un par de asesinatos. Pasarían muchos años en la cárcel, posiblemente la de Ushuaia. Es imperdonable no respetar la generosa hospitalidad patagónica, serían castigados con el máximo rigor. 
Cuando el español se repuso debió prestar declaración… a la quinta vez de repetir la misma historia del hombre que había bajado del cuadro. No hubo declaración alguna. Solo se convirtió en un misterio más de los muchos que alberga la Patagonia. A partir de allí solo el gringo sabía que a veces el hombre del cuadro movía los ojos y había entre ellos hasta un guiño de simpática complicidad.





(*) Escritor santacruceño. Cuento tomado de su libro “Destellos Patagónicos” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2017)

viernes, 1 de noviembre de 2019

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA PATAGÓNICA



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE EDITADO
“CARTAS.DOC” POR MARGARITA BORSELLA Y MIGUEL OYARZÁBAL (*)



Comentar "Cartas.doc" proporciona una doble satisfacción. Por un lado, porque el libro reúne varios conocidos nombres de la Literatura Patagónica. Por otro, porque se trata de una obra novedosa y bien lograda, que satisface al lector que se acerca a ella.
¿Cuáles son los nombres que aúna? En principio, el de sus creadores, dos conocidas plumas regionales: Margarita Borsella, autora de "Buenos Aires Chico", "Silencios" y "Rescatando Matices" , y Miguel Oyarzábal, el reconocido (y recordado) bate madrynense, ya fallecido. Tiene además prólogo de la poeta valletana Cecilia Glanzmann y fue publicado, en forma prolija y cuidada, por "Umbrales", la editorial que dirige la escritora Mónica Soave, quien, si bien radicada en Buenos Aires, está profundamente ligada a las letras sureñas.

¿Y por qué se dice que es novedosa? Porque recurre a un género no muy común en la región: el epistolar de ficción. Al respecto dice la prologuista:

"Cartas es una nouvelle epistolar en la que los dos autores han podido mantener su estilo personal, pero, al mismo tiempo, con una coordinación que tensa, atrapa y sostiene todo el sintagma discursivo donde lo dialógico no sólo está entre los dos protagonistas narradores, sino también con el lector, paso a paso, carta a carta..."

Ahora bien, se trata de un género epistolar "aggiornado", porque como sugiere el título y como surge de la lectura de las "cartas", éstas en realidad no se cursan por vía postal normal, sino por correo electrónico. Pero tal circunstancia no genera diferencia alguna en la forma de redactar la correspondencia. Y ese es un punto interesante para destacar.

Lejos de la inusitada brevedad de algunas "redes sociales" o del recurso prioritario a la imagen de otras, el tradicional correo electrónico permite desarrollar una escritura similar a las misivas que antes se cursaban, manuscritas o escritas a máquina y sobre mediante, para mantener una relación a distancia.

De allí que cuando Margarita y Miguel, Angelina y Roberto, intercambian sus mensajes, se produce una confrontación - no en el sentido polémico sino en el comparativo - de estilos y personalidades, que genera un texto sólido y ágil, lleno de contrastes, de sucesos inesperados, de situaciones llamativas que mantienen la atención del lector. Es un contrapunto, una payada en prosa, que fue el origen de la obra y que también le otorga originalidad, porque en otras creaciones similares es un sólo autor el que representa los dos -o más- corresponsales.

Pero entre las lógicas digresiones de una conversación de dos amigos que tienen mucho para contarse, se adivina una línea argumental. Así como se narran recuerdos, anécdotas, hechos cotidianos de diverso tenor, que van de lo cómico a lo trágico, a lo largo de las hojas aparecen datos que se ocultan entre los demás, que cobran sentido a medida que se desarrolla la narración y que permiten entender lo acaecido y arribar al desenlace; como en esos dibujos hechos con píxeles que vistos de cerca no dejan distinguir el gráfico, pero que al tomar distancia revelan su forma.

De tal manera, cuando quien lee sus páginas llega al término, encuentra el desenlace de una trama en la cual fue introducido en forma inopinada. Pero nada se dirá de ella ni del sorpresivo final. Se deja al lector el placer de descubrirlo.

Este es un libro recomendable, que sin dudas entretiene. Con su inexorable avance, el año está arribando a su fin; y con él llegan el verano y las vacaciones. No es mala idea llevar esta novela a la playa y en esos momentos libres frente al mar, sumergirse en sus páginas para disfrutar de una amena lectura, guiado por la inventiva y la destreza de Borsella y Oyarzábal.


J.E.L.V.



(*) “Cartas.Doc” de Margarita Borsella y Miguel Oyarzábal. (Editorial Umbrales, CABA, 2019).

lunes, 28 de octubre de 2019

LOS MICRORRELATOS DE HOY


En el marco del taller de Narrativa (3ra edición) que coordina el escritor riogalleguense Luis Ferrarassi, se trabajó sobre el micro relato. Aquí publicamos tres de ellos.





LA PEQUEÑA AMORFA
Por Raúl Bocanegra

Ella nació fluyendo de un recipiente al caer del borde. Al principio, nadie la reconocía porque la pobrecita no tenía una forma definida; pero, a medida que se iba acercando al suelo, la resistencia del aire contribuía a individualizarla, achatando sus extremidades inferiores y adquiriendo una forma icónica. 
Al impactar en el piso, su composición se dispersa formando varias porciones de sustancias líquidas, volviendo, aquella gota de agua, a perder su identidad tan ansiada.




TÁCTICA DE CONTIENDA

Por Joaquín Paván


Estaban ambos reyes detrás de sus leales tropas; expectantes a la movida del otro, era la calma antes de la tempestad.
De esa batalla solo quedaría un rey en pie.
La caballería del rey Jorge se adelantó y la respuesta no se hizo esperar.
La batalla dejó cientos de heridos y muertos, al final el rey Jorge quedó aislado de su legión, a merced de su muerte, se rindió y dejó caer su última pieza.
El rey Ezequiel se alzó victorioso y reinó hasta que el tablero se volvió a acomodar.
Una nueva partida empieza.






BENSON

Por Carlos E. Arenillas


Benson se levantó a las tres de la mañana después de escuchar durante dos minutos el sonido de su reloj despertador. Tardó algunos segundos en darse cuenta de que se encontraba en la habitación del hotel Finnis Inn en Cardiff, la capital de Gales. Se levantó y cruzó la habitación rumbo al baño, se lavó la cara y los dientes. Abrió su vieja maleta de cuero y eligió con esmero su ropa. Chequeó la pequeña habitación para cerciorarse que no se olvidaba nada y partió rumbo a la recepción a cancelar su noche de hotel. Al llegar, hizo sonar el llamador dos veces sin respuesta. Dejó sobre el mostrador las quince libras. Caminó las siete cuadras que había hasta la estación de trenes con gran inquietud, su prometida Mary estaba a solo unas horas de distancia, su corazón latía presuroso. Al llegar a la estación la encontró vacía, una serie de luces de color ocre apenas iluminaba la boletería, los andenes y las vías. Fue a sentarse en un banco. Como todavía faltaba casi una hora para que viniera el tren se puso a leer un libro. Se olvidó del mundo hasta que, una ráfaga de viento muy fría llegó a su cara y lo interrumpió. Inquieto, levantó la vista, pero no vio casi nada, solo papeles y hojas transportados por el viento cruzaban la vía haciendo un extraño sonido. Comenzó a sentirse raro, sus manos transpiraban, su cabeza se llenaba de oscuras premoniciones. De repente, cuatro poderosos reflectores de luz se encendieron sobre el andén y lo enceguecieron, se frotó los ojos varias veces y apenas pudo ver cómo dos hombres de blanco muy fornidos se acercaban a él, lo levantaban y se lo llevaban, quiso resistir, pero se agotó en el intento. Los hombres de blanco le hablaron al oído con cierta dulzura: 
-¿Otra vez Benson te escapaste al patio? ¿Qué vamos a hacer con vos? Ahora vas derecho a tu habitación, te tomas las pastillas y luego a desayunar ¡eh! Nada de volver a escaparte, pillo.



sábado, 26 de octubre de 2019

EL POEMA DE HOY

PREMIO "MEDALLA DE PLATA" ASOCIACIÓN SAN DAVID - EISTEDDFOD 2019




INVIERNO EN LA CHACRA


Por Facundo López Morgan



Temprano por la mañana
para ordeñar me despierto
la Istilart va derritiendo
unos mates para el alma
en el potrero las vacas
solitas, adivinando
una a una van entrando
les pide Taid al oído
y como un gesto al amigo
ellas contestan rumiando.

Es invierno en la chacra
el frío cala los huesos
para ganar unos pesos
trabajar es la jugada
para capear la helada
mi sonrisa te convido
en el lugar donde vivo
donde la tierra se huele
es duro pero no duele
labrar así mi destino.

Desde la cuna tambero
siempre sorprendo al alba
sin prisa pero sin pausa
voy despertando a los teros
tranquilo por los potreros
disfrutando cada día
de los pájaros que trinan
y que saludan al paso
sienten mis pies en el pasto
las raíces de mi vida.

Con estas pequeñas cosas
para disfrutar del mundo
así planteo mi rumbo
quisiera que lo conozcas
hacer vergel de la tosca
éxito del que persiste
y si el tiento resiste
seguiré, por mi camino
de mi corazón me fío
iluso, como dijiste.

martes, 15 de octubre de 2019

LA NOTA DE HOY




LAS PALABRAS Y LAS COMIDAS

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Gastronomía literaria o Literatura gastronómica. De cualquier lado que se vea el asunto, es habitual que las letras se ocupen de ese fenómeno cultural que son las comidas, en especial las típicas de una determinada región... como es también usual que, ante una sabrosa vianda, el elogio sea "¡Esta comida es un poema!" (Para ser más gráficos, puede acompañarse con la expresión corporal de satisfacción del comisario Montalbano, esa genial creación del escritor Andrea Camilleri interpretada para la pantalla por Luca Zingaretti, ante los "arancini" de Adelina o unos "cannoli" bien hechos).

Si bien en la actualidad la televisión ha popularizado el turismo y las prácticas culinarias, siempre su significado e importancia estuvo presente en el sentir de los grupos humanos. Es así que muchas veces los escritores dedicaron sus páginas a la descripción de los platos característicos de distintos lugares. Resulta imposible no mencionar aquí la versión de la receta del Budín de Sussex que detalla Michael Burt en "El caso de las trompetas celestiales", o el libro "Las recetas de Carvalho" de Manuel Vázquez Montalbán, compendio de los fragmentos literarios que reseñan las comidas del detective gallego.

Tampoco se puede obviar la referencia a los menús; como el austero de Don Quijote que hace Cervantes, o el más elaborado de Leopold Bloom expuesto por James Joyce. Y también se debe recordar que, muchas veces, las cocinas típicas se hacen palabra por sí mismas a través de los recetarios específicos; los que en forma usual agregan contenidos culturales de diverso tenor (histórico, geográfico, artístico), enriqueciendo la visión coquinaria.

Esta relación entre la buena mesa y las letras se da también en la Patagonia, comarca que ofrece una variedad de platos propios reflejados en su Literatura. Entre las manifestaciones más típicas está el asado de cordero. Uno de sus principales difusores es Francis Mallmann, quien, además de chef, es un escritor de exquisita prosa que ha glosado este plato junto con muchos otros, en sus libros "Mallmann en llamas", "Tierra de fuegos" y "Siete Fuegos". De este último se toma una pequeña muestra de su estilo: "La casa de mi niñez estaba sobre un risco que daba al Lago Moreno, en la Patagonia, donde las cumbres nevadas de los Andes lo dominan todo... En aquella casa, el fuego era una presencia constante para los dos hermanos y para mí, y los recuerdos de aquel hogar aún me definen". Y más adelante: "Si quisiéramos encontrar un lugar que fuera el verdadero corazón agreste de la Argentina, sería la Patagonia. Aunque he vivido en todo el país, me considero hijo de la Patagonia".

Otra variedad alimenticia oriunda del sur es la basada en los mariscos y pescados del extenso litoral marítimo. En todas las localidades costeras alguna cantina siempre ofrece frutos del mar, como mejillones, pulpo, vieiras... variedad que llega a su exquisitez en la centolla de los canales fueguinos. Y es Carlos Pedro Vairo quien en su magnífico libro "Cocina Patagónica y Fueguina" describe varias recetas en base a ese gigantesco y sabroso crustáceo. Pero Vairo además menciona una gran cantidad de manjares patagónicos; e introduce otros aspectos de interés, como sucedidos, testimonios de antiguos pobladores de la región y referencias a la Historia y Geografía. Para resaltar esa particularidad, en la introducción dice: "Es así como a través de los platos, a veces comiendo o ayudando a prepararlos, fueron saliendo anécdotas, costumbres y distintos datos que nos brindan los mejores panoramas de la región, desde la vida cotidiana, la de los héroes de todos los días".

Una tercera variante es la comida cuyos ingredientes son la carne de caza, la trucha, los frutos rojos y el chocolate, yantares con reminiscencias del invierno, de la nieve y los bosques, típica de la región cordillerana con epicentro en Bariloche. Fue una residente de esa ciudad, Ruth Von Ellrichshausen, quien en siete libros plasmó una gran variedad de recetas de comidas. Aunque variadas, en ellas se prioriza el empleo de esos componentes de montaña. Son esos títulos "Mi colección privada", "Secretos culinarios", "Nuevas recetas de El Casco para las cuatro estaciones", "Cien nuevas y exquisitas recetas del hotel El Casco", "Diviértete cocinando", "Comidas con amor y chispa para dos " y “El Casco y yo”, donde además de las menciones a la cocina relata anécdotas del hotel que fundó con su marido Alfred a orillas del Nahuel Huapi.

Y una más de las tradiciones culinarias típicas de la Patagonia es la cocina galesa del Valle del Chubut y del Cwm Hyfryd, rica sobre todo en pastelería. Las casas de té de Gaiman, con sus variadas tortas, pica bach, scones, teisen blat, bara menyn (ambos caseros), sin olvidar el toque salado con los sándwiches de miga y el queso, y, por supuesto la aromática y colorida infusión, son una muestra de su vigencia; la que se ha plasmado en recetarios como “Recopilación de recetas típicas de la Colonia Galesa del Chubut", de Norma Noemí Thomas de Thomas; un volumen bilingüe editado por “El Regional” y traducido al inglés por Liliana Maltempo. Allí menciona las recetas para la diod fain (cerveza de raíz) y siete recetas de teisen ddu (torta negra). Antecesor de este recetario, es el artesanal que publicó alguna vez la Capilla Tabernacl de Trelew; cuya particularidad es que en cada receta figura el nombre de quien la aportó. Se encuentran allí las recetas del bara brith y del bara llechwan. No podía faltar una receta de la teisen ddu, la ambrosía de esta cocina.

Por eso, para terminar esta nota con tanto sabor, el cronista quiere dejar la receta de la torta negra, según una de sus versiones: Se quema media taza de azúcar y se agrega un vaso de cognac. A esto se mezcla una taza de sultanas y dos tazas de fruta confitada. Se deja macerar toda la noche. Luego se mezclan tres tazas de harina, una cucharada de bicarbonato y otra de cremor tártaro; a lo que se añade una pizca de sal, dos cucharadas de cacao y especias a gusto. Aparte se bate la manteca, con otra media taza de azúcar, tres huevos, más un bol de ingredientes secos. Por último, mezclar bien y cocinar en el horno tres horas, a fuego lento.

Tal vez algún lector recuerde ahora las prevenciones de Michael Burt al describir la preparación del Budín de Sussex, cuando dice "Si usted me pregunta ahora en qué punto intervienen los huevos y el coñac de contrabando, me veré obligado a replicar que este es un secreto que por ley y por tradición sólo puede ser desvelado por labios oriundos de Sussex directamente a oídos oriundos también de Sussex." Puede entonces pensar que en la anterior receta falta algún ingrediente secreto, que asegura el éxito… mas el cronista le asegura que no. Las reposteras del Chubut prefieren que se haga una buena teisen ddu a que, por falta de información, se la prepare mal y se eche por tierra la bien ganada fama de la torta negra.




Dedicada al asador que los domingos en Playa Unión hace una obra de arte combinando sabores y aromas; como el escritor combina palabras y el pintor colores y formas.