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martes, 15 de noviembre de 2011

RESEÑA DE UNA NUEVA OBRA SOBRE LA PATAGONIA





 Entre el Desierto y el Jardín,  de Fernando Williams
  Prometeo Libros, Bs. As., 2011 




El autor de este libro, Fernando Williams, graduado originalmente como arquitecto, se ha adentrado desde algunos años a esta parte en el campo de las ciencias sociales. No lo ha hecho de manera improvisada sino que ha completado su formación de posgrado en dichas ciencias. Justamente, la obra que reseñamos es una versión con ligeras variantes de la tesis que le permitiera obtener el título de Magíster en Sociología de la Cultura e Historia Cultural.
Entre el Desierto y el Jardín se nos representa como un viaje en el que Fernando Williams, cual viajero decimonónico, provisto de una tremenda curiosidad y muñido en sus alforjas de las herramientas teóricas y los instrumentos metodológicos adecuados, se lanza a los caminos  de nuestro pasado en busca de su objeto de estudio: las representaciones que se forjaron los colonos galeses en el marco del proceso de colonización del territorio patagónico. Si bien el libro fue catalogado como de “historia regional”, el marbete resulta un tanto mezquino, dado que el tema ha sido abordado desde distintas perspectivas, atendiendo a miradas y enfoques provenientes de disciplinas diversas, como la crítica literaria, los estudios culturales y del paisaje, la historia del arte y de la arquitectura, la teoría estética y las artes visuales, componiendo un enfoque realmente multidisciplinario.
Frente a la visión de la Patagonia como un espacio “vacío” que hubo de ser configurado desde el poder central con sede en Buenos Aires, el autor enuncia su principal hipótesis: la existencia de miradas y proyectos alternativos que ponen en duda las concepciones historiográficas de una historia patagónica moldeada íntegramente por el Estado nacional. Para demostrar su hipótesis el autor propone el estudio de una de estas posibles miradas alternativas sobre la Patagonia, la surgida a partir de la “colonia galesa” del Chubut.
Para identificar dicha mirada Williams se vale del análisis de los textos reunidos en el corpus conformado por una serie de textos escritos originalmente en galés por autores que además fueron actores de la Colonia Galesa de la Patagonia: Hugh Hughes, Edwyn Roberts, Abraham Matthews, Lewis Jones, Eluned Morgan, Llwyd ap Iwan, Richard Jones, Thomas Jones, William Meloch Hughes y William Casnodyn Rhys. Si bien algunas de estas obras fueron concebidos en Gales como textos promocionales de la proyectada aventura y otras, aún comenzando con la narrativa del viaje desde Gales al Chubut, se transforman luego en crónicas o memorias, y técnicamente sólo la obra de Eluned Morgan, Hacia los Andes, puede inscribe cabalmente dentro del género, el corpus conformado es inscripto por Williams en lo que denomina una red textual de “literatura de viajes”. Dicha red, conformada por los principales autores-viajeros decimonónicos y sus obras, brinda un contexto de representaciones paisajísticas, con en el que se pueden establecer analogías y diferencias, por lo que los textos del corpus participan de un constante contrapunto con textos provenientes de otros “viajeros”. El trabajo comparativo se establece principalmente con las representaciones territoriales formuladas por autores vinculados con el proyecto impulsado por la élite dirigente argentina en el marco del proceso de apropiación y reconfiguración del espacio pampeano-patagónico, como Sarmiento, Zeballos y Francisco Moreno.
En definitiva el libro de Williams nos propone indagar qué otros universos, qué otras miradas, qué otras representaciones distintas a las dominantes se articularon desde aquella pequeña colonia patagónica, aún en el marco del proceso de apropiación y control territorial llevado a cabo por el Estado argentino que culminaría con la denominada “Conquista del Desierto” o, como la preferimos denominarla para escapar justamente de las formulaciones historiográficas predominantes, la “Guerra por el dominio de Pampa y Patagonia”.
Luego del capítulo introductorio, en el que además se analizan y discuten conceptos como cultura, frontera y paisaje, Williams presenta tres capítulos centrales en los que se analizan y comparan las diferentes miradas forjadas en torno a las dos figuras paisajísticas principales que dan título a la obra: el “desierto” y el “jardín”, y una variación de este último: el “edén”.
Frente a la concepción del “desierto” proyectada desde Buenos Aires como un lugar vacío a conquistar y civilizar, erradicando del mismo a los indígenas, asimilados a la naturaleza como bárbaros y salvajes, Williams detecta en los autores galeses la percepción alternativa de ese mismo “desierto” como una prueba, un desafío a afrontar por el pueblo galés, con constantes referencias bíblicas y analogías tanto de los galeses como de los indígenas patagónico con los pueblos del Antiguo Testamento.
            Si la élite dirigente argentina, especialmente Sarmiento, diseñaron un “jardín” artificial compuesto por una serie de las colonias agrícolas, como una proyección de lo urbano sobre lo rural, cuyo destino era erradicar la barbarie para sepultar de esta forma al “desierto”, el autor percibe la concepción del “jardín” por parte de los colonos como un oasis construido con tenacidad y laboriosidad puritana que convive con el “desierto”. Esta concepción —agregamos nosotros— estaría reflejando  el sistema de complementariedad configurado entre galeses, pampas y tehuelches, que dio lugar a fructuosos intercambios económicos, políticos y culturales.
            Cimentadas en una sólida fundamentación teórica, las argumentaciones de Williams no se limitan a meras formulaciones abstractas sino que son sometidas por el autor a una constante “bajada a tierra”, estableciendo permanentes lazos con el contexto social, político, cultural y religioso imperante tanto en el ámbito de la colonia galesa de la Patagonia —Wladfa— y en el viejo país de Gales —Wlad—. Así la figura que cierra el ciclo paisajístico, el “edén” —jardín natural— tiene lugar en el contexto del franco retroceso sufrido en diversos órdenes: en lo demográfico, ante la creciente presencia de migrantes de otros nacionalidades; en el uso del idioma galés —Cymraeg—, tanto en Gales como en Patagonia;  y —en definitiva— en la pérdida de vista de la utopía motivadora de su aventura patagónica: la creación de una “Nueva Gales” en Sudamérica. El “edén”,  el jardín natural ubicado en los valles cordilleranos, es avizorado como una última morada idealizada de los sueños no realizados, donde poder refugiarse en los valores religiosos.
Ya en las conclusiones el autor subraya la importancia que tuvieron los periódicos, fundamentalmente Y Drafod,  en la producción, circulación y recepción de los textos que integran el corpus analizado, es decir en la conformación una verdadera red textual o comunidad de lectura de la que también participaban las capillas y los eisteddfodau. La identificación de estas redes de lectura permite aproximarnos a los sustratos de significación de los que se nutrió el proyecto colonizador galés, dentro de los que los valores religiosos jugaron un rol central. Para Williams, el peso de estos valores religiosos en el proceso de colonización y de percepción del territorio ubica a la Colonia Galesa de la Patagonia, la sitúan en un lugar bastante atípico dentro del proceso de colonización agrícola de Argentina.
Como toda obra trascendente, Entre el Desierto y el Jardín motiva inquietudes y plantea cuestiones al lector. Así a partir de la idea de comunidad de lectura e interpretación apoyada en un horizonte cultural compartido que inducen a pensar en una fuerte identificación comunitaria, un “nosotros” común a los galeses patagónicos, incitan a indagar sobre el grado de extensión y homogeneidad de dicha comunidad interpretativa. En este punto debemos tener presente que los autores del corpus de textos seleccionados fueron en su mayoría conspicuos promotores y dirigentes destacados de la Colonia. ¿Habrá sido compartida su visión del territorio patagónico por parte del colono común? Tal vez el intercambio epistolar, identificado por Williams entre los registros escritos útiles a la hora de indagar sobre dichas representaciones, puedan abrir otra pequeña ventana al pasado por la cual asomarnos. Como el autor señala, la trabajosa reconstrucción de este tipo de corpus ha representado un obstáculo hasta el presente. Tal vez los fructíferos resultados y aportes efectuados por Williams en Entre el Desierto y el Jardín, una obra altamente recomendable para la comprensión e interpretación del pasado patagónico por medio de textos de autores galeses, aliente a otros viajeros a que se animen, como él, a  incursionar con éxito por dichas sendas.


Marcelo Gavirati
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domingo, 13 de noviembre de 2011

EL POEMA DE HOY





ZAPALA



Por Pura Gladys Serradilla (*)


   He vuelto a amanecer sobre tus calles.
Qué poco igual a aquellas que apuraba
entre el médano gris, las negras vías
y el álamo de plata!

   Es que no son los vientos que me empujan
los mismos vientos que al pasar me helaban?
O es que en el mismo instante en que despierto
me encuentro sin mañana?

   …De la hondonada erial que te circunda
brotan en barro tus pequeñas casas
que por minúsculas ventanas miran
morir tanta distancia!

   Cobrizo atardecer el de tus hijos
a quienes veo desde el tren en marcha.
Manos pequeñas que al pasar se agitan
sobre desnudas plantas.

   …Ya vas quedando atrás. Sólo del hombre
dan cuenta las extensas alambradas.
Y la estridencia azul conque el silencio
la máquina desgarra.

   …He vuelto a amanecer sobre tus calles,
sin encontrar aquella que apuraba…
…donde el paterno hogar quedó vacío
y nadie en él me aguarda.



(*) Nació el 18 de Julio de 1925, en Bahía Blanca. En 1940 se traslada con su familia a Zapala, donde comienza a escribir colaboraciones para el Semanario Los Andes y distintos diarios de Neuquén y Río Negro. En 1958, casada y con tres hijos, se traslada a Tandil, donde además de proseguir su obra literaria, se desempeña como Regente del Conservatorio Provincial de Música y como docente (de guitarra) en el mismo Instituto y en la Escuela Municipal de Artes Visuales. Colaboradora permanente de diarios y revistas literarias en Tandil y Neuquén. Fue seleccionada por el Fondo Editorial Bonaerense en las colecciones: Panorama Poético Bonaerense 2, Panorama Poético Argentino 2, Antología Hispano Americana 1, La Mujer En La Poesía Hispano Americana y El Soneto Hispanoamericano. Integra el Diccionario de Poetas Argentinos (recopilado por Oscar Abel Ligaluppi) Cuenta con numerosas distinciones provinciales y nacionales. Desde 1990 reside en Tres Arroyos, Buenos Aires.


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martes, 8 de noviembre de 2011

EL POEMA DE HOY




POEMA GANADOR DE LA CORONA DE PLATA

 Arié Lloyd de Lewis





«Con los pies en el suelo ancestro»



Gales...
llego al fin a tus colinas y me detengo donde alguna vez
ellos fiaron sus esperanzas y partieron.


vengo desde mi tierra de crenchas...
de la orilla
que pincela atardeceres
con púrpura de felpa

vengo desandando la rama de mi origen
añorando rostros que no conocí

desde Y Bala (1)
subo a Bwlch y Bwlet (2)
sobre el dintel sin puerta
las campanillas de un dedos de perro (3)
bienvienen mi visita
y un roble que echó raíces
en la penumbra deshabitada
deshoja respuestas por la cicatriz del techo

llego a Troed y Rhiw (4)
en la calle de las acacias
surge la casa del minero

(su sombra del carbón
viene llegando...
pliega la abertura
al interior
de su esperanza sin ventanas
y me encuentra de pie
con su legado azul en las pupilas)

el río redondo
siempre aguarda el regreso de la barca
para celebrar el nudo de las venas

desde los sueños
tosidos en las canteras
desde los nombres
que tallan la pizarra
desde los «englynau» (5)
que desvelan rimas
en memorias de chimenea


vengo desde mi tierra de crenchas...
de allí
donde el latido sur
tiende una patria
para parir mi arraigo.







(Seudónimo «Mádris»)


1 y 4: aldeas galesas.
2: casa familiar en la zona rural.
3: flor silvestre de la familia de las campánulas.
5: estilo poético galés.



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jueves, 3 de noviembre de 2011

LA NOTA DE HOY




VASCO, ARGENTINO Y PATAGÓNICO

Por Jorge Eduardo Lenard Vives


Cursaba el quinto grado en la Escuela 5 de Trelew cuando, en los estantes de su Biblioteca, encontré un libro sobre un tema que comenzaba a atraer mi atención hacia esa época: la arqueología. Su autor sostenía la hipótesis de una raza que, habiendo poblado gran parte de la Tierra en la antigüedad, sobrevivía en nuestros días representada por la nación vasca y ciertas etnias de América, Asia y África. Uno de los fundamentos era el lingüístico; en su opinión, muchas palabras de las lenguas americanas originales tenían fonética y significado similares a vocablos del euskera. Tal sucedía, por ejemplo, con el término patagónico “toqui”.

El apellido del investigador, Basaldúa, se fijó en mi memoria. Hace un par de años, al recordarlo, busqué en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca alguna de sus obras. Tuve éxito: hallé un libro publicado a principios del siglo XX, “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este”, por Florencio de Basaldúa. Ojeándolo, me sorprendí gratamente al comprobar que el autor, entre otros antecedentes, manifestaba haber sido “gobernador interino del Chubut”. Esos datos – su relación con la Patagonia y su condición de escritor – me decidieron a estudiar su figura.

Pronto di con una documentada biografía, de la cual tomé los datos que reproduzco en esta nota. Se trata de “Florencio de Basaldúa. Un vasco argentino” de Horacio C. Reggini (*). Allí nos enteramos que Basaldúa nació en Bilbao el 23 de febrero de 1853; y llegó a Buenos Aires, previo paso por Montevideo, en 1866. Se casó con Diolinda Núñez en 1876; al poco tiempo recibió el título de Agrimensor.

Padre ya de cuatro hijas, enviudó en 1899; y ese mismo año fue nombrado Secretario de la Gobernación del Territorio del Chubut. Ocupó el puesto entre junio y noviembre de 1900; durante parte de ese período se desempeñó como gobernador interino por licencia del titular, Alejandro Conesa. Realizó muchas actividades en pro del Territorio. Por ejemplo, la creación de la Biblioteca Pública Circulante, el proyecto de la Escuela Práctica de Agricultura, Ganadería y Piscicultura, el fomento de la arboricultura, la protección del guanaco para su explotación comercial; y otras valiosas iniciativas. Basaldúa ya había manifestado su atención por la Patagonia con anterioridad, presentando al Presidente Roca, en 1897, el proyecto para crear una colonia vasca entre los paralelos 44°30´ y 47° 30´; a la que llamó Eskal-Berri.

En el sur rehizo su vida familiar con Juana Canut; maestra francesa nacida en 1868 cerca de Biarritz, que en 1888 emigró a Buenos Aires. A fines de 1891 había aceptado trabajar como maestra en la Escuela 1 de Rawson; siendo gobernador el Coronel Jorge Luis Fontana. Por su dedicación fue recompensada con una estancia de siete leguas de campo sobre la costa del mar, en la zona de Playa Magaña, llamada “Sol de Mayo”.

Luego de esa primera estadía patagónica, Basaldúa continúa su polifacética vida pública. En 1906 realizó un reconocimiento de la Mesopotamia y el Chaco. En su trascurso localizó el solar natal del General San Martín en Yapeyú; lo adquirió y donó al Gobierno Nacional, por lo que fue nombrado ciudadano honorario de esa localidad. Posteriormente, entre 1910 y 1911 fue Cónsul argentino en Calcuta, donde conoció a Rabindranath Tagore.

¿Y con respecto a su faz de escritor? Su primera obra es una novela fantástica del año 1893, “Erné. Leyenda Kantabro-Americana ”. Narra el viaje iniciático del protagonista y su encuentro con el sacerdote Jakundina y su hija Ismara, quienes lo ponen en conocimiento de las tres razas primigenias que poblaron el mundo: la blanca, la negra y la roja. En 1901 publica “Pasado, presente y porvenir del Territorio de Misiones”, crónica de su viaje por la región noreste; y en 1925 el ya citado “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este”, fechado el 15 de abril de 1922 en “Sol de Mayo”. “Memoria sobre la raza roja en la prehistoria universal” es del año 1911; y “Contribución al estudio de la prehistoria universal”, de 1907. Escribió además gran cantidad de artículos para revistas y anales científicos; y otros trabajos entre los que se destaca el manifiesto de una utópica organización política, llamado “Partido Americano”, que editó en 1924 en Rawson.

Su biografía no abunda en detalles sobre los últimos años de vida; que pasa en la estancia de la costa patagónica acompañado por su esposa. Fallece el 25 de mayo de 1932. Su viuda lo sobrevive poco más de un año; muere el 15 de noviembre de 1933.

Según Alejandra Patricia Lorenzo Harris, quien ha indagado sobre su vida, en los últimos momentos pidió a su mujer que interpretase al piano el Himno Nacional. Fue enterrado, entre muestras de pesar de sus vecinos, en el cementerio de Rawson. Un sencillo epitafio resume su vida: “Al gran basko y patriota argentino ciudadano honorario de Yapeyú”. Desde esta página le agregaríamos: “y conspicuo patagónico”; ya que fue esta la tierra en la que prefirió vivir sus últimos años, lo cual, para todo ser humano, no es una decisión menor. Porque no es posible elegir donde se nace; pero, a veces, puede elegirse donde morir.


(*) Reggini, Horacio. “Florencio de Basaldúa, un vasco argentino”, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 2008. Puede verse en http://elgranerocomun.net/IMG/pdf/ Basaldua22compacto.pdf.
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LA NOTA DE HOY




VASCO, ARGENTINO Y PATAGÓNICO

Por Jorge Eduardo Lenard Vives


Cursaba el quinto grado en la Escuela 5 de Trelew cuando, en los estantes de su Biblioteca, encontré un libro sobre un tema que comenzaba a atraer mi atención hacia esa época: la arqueología. Su autor sostenía la hipótesis de una raza que, habiendo poblado gran parte de la Tierra en la antigüedad, sobrevivía en nuestros días representada por la nación vasca y ciertas etnias de América, Asia y África. Uno de los fundamentos era el lingüístico; en su opinión, muchas palabras de las lenguas americanas originales tenían fonética y significado similares a vocablos del euskera. Tal sucedía, por ejemplo, con el término patagónico “toqui”.

El apellido del investigador, Basaldúa, se fijó en mi memoria. Hace un par de años, al recordarlo, busqué en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca alguna de sus obras. Tuve éxito: hallé un libro publicado a principios del siglo XX, “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este”, por Florencio de Basaldúa. Ojeándolo, me sorprendí gratamente al comprobar que el autor, entre otros antecedentes, manifestaba haber sido “gobernador interino del Chubut”. Esos datos – su relación con la Patagonia y su condición de escritor – me decidieron a estudiar su figura.

Pronto di con una documentada biografía, de la cual tomé los datos que reproduzco en esta nota. Se trata de “Florencio de Basaldúa. Un vasco argentino” de Horacio C. Reggini (*). Allí nos enteramos que Basaldúa nació en Bilbao el 23 de febrero de 1853; y llegó a Buenos Aires, previo paso por Montevideo, en 1866. Se casó con Diolinda Núñez en 1876; al poco tiempo recibió el título de Agrimensor.

Padre ya de cuatro hijas, enviudó en 1899; y ese mismo año fue nombrado Secretario de la Gobernación del Territorio del Chubut. Ocupó el puesto entre junio y noviembre de 1900; durante parte de ese período se desempeñó como gobernador interino por licencia del titular, Alejandro Conesa. Realizó muchas actividades en pro del Territorio. Por ejemplo, la creación de la Biblioteca Pública Circulante, el proyecto de la Escuela Práctica de Agricultura, Ganadería y Piscicultura, el fomento de la arboricultura, la protección del guanaco para su explotación comercial; y otras valiosas iniciativas. Basaldúa ya había manifestado su atención por la Patagonia con anterioridad, presentando al Presidente Roca, en 1897, el proyecto para crear una colonia vasca entre los paralelos 44°30´ y 47° 30´; a la que llamó Eskal-Berri.

En el sur rehizo su vida familiar con Juana Canut; maestra francesa nacida en 1868 cerca de Biarritz, que en 1888 emigró a Buenos Aires. A fines de 1891 había aceptado trabajar como maestra en la Escuela 1 de Rawson; siendo gobernador el Coronel Jorge Luis Fontana. Por su dedicación fue recompensada con una estancia de siete leguas de campo sobre la costa del mar, en la zona de Playa Magaña, llamada “Sol de Mayo”.

Luego de esa primera estadía patagónica, Basaldúa continúa su polifacética vida pública. En 1906 realizó un reconocimiento de la Mesopotamia y el Chaco. En su trascurso localizó el solar natal del General San Martín en Yapeyú; lo adquirió y donó al Gobierno Nacional, por lo que fue nombrado ciudadano honorario de esa localidad. Posteriormente, entre 1910 y 1911 fue Cónsul argentino en Calcuta, donde conoció a Rabindranath Tagore.

¿Y con respecto a su faz de escritor? Su primera obra es una novela fantástica del año 1893, “Erné. Leyenda Kantabro-Americana ”. Narra el viaje iniciático del protagonista y su encuentro con el sacerdote Jakundina y su hija Ismara, quienes lo ponen en conocimiento de las tres razas primigenias que poblaron el mundo: la blanca, la negra y la roja. En 1901 publica “Pasado, presente y porvenir del Territorio de Misiones”, crónica de su viaje por la región noreste; y en 1925 el ya citado “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este”, fechado el 15 de abril de 1922 en “Sol de Mayo”. “Memoria sobre la raza roja en la prehistoria universal” es del año 1911; y “Contribución al estudio de la prehistoria universal”, de 1907. Escribió además gran cantidad de artículos para revistas y anales científicos; y otros trabajos entre los que se destaca el manifiesto de una utópica organización política, llamado “Partido Americano”, que editó en 1924 en Rawson.

Su biografía no abunda en detalles sobre los últimos años de vida; que pasa en la estancia de la costa patagónica acompañado por su esposa. Fallece el 25 de mayo de 1932. Su viuda lo sobrevive poco más de un año; muere el 15 de noviembre de 1933.

Según Alejandra Patricia Lorenzo Harris, quien ha indagado sobre su vida, en los últimos momentos pidió a su mujer que interpretase al piano el Himno Nacional. Fue enterrado, entre muestras de pesar de sus vecinos, en el cementerio de Rawson. Un sencillo epitafio resume su vida: “Al gran basko y patriota argentino ciudadano honorario de Yapeyú”. Desde esta página le agregaríamos: “y conspicuo patagónico”; ya que fue esta la tierra en la que prefirió vivir sus últimos años, lo cual, para todo ser humano, no es una decisión menor. Porque no es posible elegir donde se nace; pero, a veces, puede elegirse donde morir.


(*) Reggini, Horacio. “Florencio de Basaldúa, un vasco argentino”, Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 2008. Puede verse en http://elgranerocomun.net/IMG/pdf/ Basaldua22compacto.pdf.
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