google5b980c9aeebc919d.html

viernes, 16 de agosto de 2019

LA NOTA DE HOY




“EL ROJO”, UN CUENTO DE JACK LONDON (*)

Carlos Dante Ferrari


Acabo de leer un cuento que perdurará en mi memoria durante mucho tiempo. Decir que se trata del “mejor cuento” de London sería arbitrario y probablemente inexacto, ya que no existe un parámetro objetivo para efectuar esa “medición de calidad”. En todo caso a cada lector individual, como soberano absoluto de su subjetividad, le cabe afirmar con legítimo derecho que tal o cual texto es su favorito dentro de una determinada serie. Y bien: este es el que a mí más me gustó del volumen.

¿Qué es “El Rojo”? Obviamente no lo revelaré, ya que forma parte esencial de la tensión del relato. El asunto está relacionado con un fenómeno extraordinario: según el narrador, los navegantes que circundaban las islas Salomón solían oír en cierta bahía una música de origen desconocido. Era un sonido sobrenatural, intenso, bellísimo: “…poderoso como un trueno, melodioso como una campana de oro…” “…con una intensidad de volumen tal que parecía destinada a oídos allende los estrechos confines del sistema solar”.

Esto es lo que decide al protagonista, llamado Bassett, a incursionar en la isla para investigar la fuente de ese sonido tan portentoso. Y en ese cometido es donde comenzarán las vicisitudes del personaje, al caer prisionero de una tribu consagrada a la custodia de “El Rojo”. El lector tomará noticia de esas tribulaciones en un marco sobrecogedor: prisionero del hechicero de la tribu, Bassett entabla poco a poco un trabajoso diálogo con su carcelero, mientras sortea los vaivenes de las fiebres selváticas y de la debilidad física. También le tocará soportar el indeseado asedio de Balatta, una nativa muy enamoradiza, capaz de correr grandes riesgos e impensables sacrificios para conquistar su amor.

Hasta aquí lo que se puede contar sin quitarle al lector ni un ápice del goce que sentirá al leer esta historia, donde Jack London muestra una vez más su talento y su imaginación portentosa.

A esto último quiero referirme ahora. Creo que el autor todavía no ha obtenido el debido reconocimiento que su literatura merece dentro del Canon literario universal. Nacido en San Francisco (USA) en 1876 con el nombre de John Griffith Chaney, más tarde adoptó el apellido de su padrastro para trascender a la fama como Jack London. A los siete años de edad ya era un ávido lector. Con solo 16 años se embarcó hacia Japón y al regresar a su país, al año siguiente, después de trabajar en duros oficios, terminó por convertirse en un vagabundo, condición que lo llevó a estar preso durante un mes en Buffalo (NY). Luego cursó estudios en Oakland y en California, aunque no obtuvo ningún título académico, por lo que debemos considerarlo un autodidacta. No es mi intención relatar las múltiples facetas de una vida aventurera, de por sí apasionante, sino poner énfasis en su capacidad intelectual, en su erudición –sin duda lograda por una copiosa lectura–  y en su maravilloso don creativo, tres factores que lo caracterizaron durante la corta vida que le tocó en suerte. London escribió cerca de 30 novelas, varios ensayos, innumerables relatos, artículos periodísticos y hasta una obra de teatro. Y todo esto, en sus breves 40 años de existencia.

Alguien podrá decir que una producción numerosa no es por sí sola reveladora de calidad literaria. Pues en este caso se conjugan ambas virtudes. Y si no, pregúntenle a los millones de lectores que durante varias generaciones han venido deleitándose con obras maestras como “Colmillo Blanco”, “La llamada de lo salvaje”, “Martin Eden”, “El lobo de mar”, “El valle de la luna”, “Jerry de las Islas” y otros títulos memorables.

Pero hay algo más que quiero destacar acerca del autor, y es su sorprendente mirada anticipatoria. London tuvo la capacidad de imaginar hechos y circunstancias que en su época –comienzos del siglo XX– eran poco menos que impensables. El cuento del título, sin ir más lejos, revela su intuición acerca de los grandes secretos y múltiples interrogantes que todavía encierra el Cosmos para los humanos. Además, cuando leemos sus relatos, algunos fechados en siglos futuros, advertimos que desde el punto de vista político supo imaginar, por ejemplo, problemas internacionales que hoy comienzan a perfilarse con asombrosa exactitud; entre ellos, la conversión de China en una superpotencia económica y expansionista. Lo mismo sucede con algunos descubrimientos tecnológicos –un recurso narrativo que por momentos lo equipara con Verne– y con tácticas bélicas por entonces insospechadas, como la guerra química. Al propio tiempo, desde el punto de vista social, nadie mejor que él pudo construir relatos donde el sometimiento de una capa social por otra más poderosa desencadena conflictos económicos y acciones gremiales que ponen a las comunidades en vilo. 

Es que London era socialista. Pero no uno cualquiera, sino un militante leal a sus convicciones, idealista y a la vez propositivo. Un luchador, un hacedor, un creador auténtico. Pienso que sus obras no deberían faltar en ninguna biblioteca.



(*) El cuento “El Rojo” integra el volumen titulado “Los Favoritos de Midas y otros cuentos”, Editorial Anaya, España.

viernes, 9 de agosto de 2019

EL POEMA DE HOY




PATAGONIA TIERRA ADENTRO

Por Humberto W. Gaviña (*)




Cantarte a ti Patagonia, sos cuna de nuestra historia que va naciendo al pasar.
Tus fuertes vientos y nevadas y tus tierras olvidadas allá lejos esperarán.
Hoy quisiera que el destino, te ilumine los caminos para que puedas triunfar.
Entonces tendrá mi gente más futuro y el presente siempre te acompañará,
entonces tendrá mi gente más futuro y el presente siempre te acompañará.

Cuánta magia hay en tus grietas, sin olvidar tus mesetas, viento, río, nieve y mar.
Con la paz de tus senderos, vierte más vida y misterio aquel que la quiera amar.
Cuna de tantos paisanos, que también son mis hermanos, que allá arraigados están.
Gente sufrida y dolida siempre peleando la vida pa´ que no le falte el pan,
gente sufrida y dolida siempre peleando la vida pa´ que no le falte el pan.

Mi querida Patagonia, jamás te he de olvidar.
Me cobijaste en tus cerros, mi querida tierra austral.
El silencio de tus noches describen tu soledad.
¡Qué grandes son tus distancias y que despoblada estas!

Recitado

Hoy te canto Patagonia tierra que me vió nacer.
Qué grandes son tus distancias, cuánto más por recorrer,
Sos cuna de los tehuelches primitivos del lugar
Raza que llevo en mi sangre, que defiendo con lealtad
Patagonia tierra adentro, hoy te canta con amor,
un paisano de tu tierra, rionegrino y cantor.

Tu cielo azul, tus paisajes, embellecen los parajes las aves con su trinar.
Sos el monte, sos espinas, la luz que nos ilumina para el que quiera llegar.
Las estrellas en el cielo, como buscando consuelo parece que brillan más.
Y allá lejos el horizonte donde terminan los montes empieza la inmensidad,
y allá lejos el horizonte donde terminan los montes empieza la inmensidad,

Mi querida Patagonia, jamás te podré olvidar.
Me cobijaste en tus cerros, mi querida tierra austral.
El silencio de tus noches describe tu soledad.
¡Qué grandes son tus distancias y tan despoblada estás,
qué grandes son tus distancias y tan despoblada estás!





(*) Poeta, guitarrista y compositor autodidacta conesino. Autor de numerosas canciones, también musicalizó letras de poemas de los escritores rionegrinos Inés Luna y Jorge Castañeda, entre otros. El presente poema corresponde a una canción del mismo título, cuya música es también de su autoría; y figura en la Antología de poetas conesinos “Un pueblo en letra y papel” de AAVV, compilado por Inés Franz de Luna y Ramón Ontiveros. (Fondo Editorial Rionegrino, Viedma, 2018).


domingo, 4 de agosto de 2019

LA NOTA DE HOY




COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO

“EL REY DEL AZAR” DE ANGELINA COICAUD - COVALSCHI (*)


Para degustar por completo la esencia intrínseca de "El rey del Azar", la más reciente novela de Angelina Coicaud - Covalschi, hay que llegar al final; faena que gracias a la agilidad que la autora brinda al texto mediante los capítulos cortos, las frases breves y el lenguaje llano, no es engorrosa sino, por el contrario, muy placentera. Su remate es abrupto y se resuelve en una sola línea; pero se preanuncia, con una alteración del ritmo de la narración, desde las últimas cinco o seis páginas. En esas hojas se suceden las revelaciones, algunas explícitas, otras sugeridas, que aportan la información necesaria, oculta hasta ese momento, para redondear el relato.

Aunque parezca un oxímoron, la novela tiene dos protagonistas, José y Vicente, Vicente y José. Se conocen desde la infancia. Uno de ellos, José, tiene éxito en los negocios y adquiere fama, poder, dinero; en tanto el otro, Vicente, se transforma en su ladero y confidente; y pelecha a su costado. Sobre esta pareja de personajes son posibles múltiples interpretaciones y parecería que la autora juega con todas ellas. Quien descubre uno de esos puntos de vista es Rubén Eduardo Gómez, autor del excelente “posfacio” que cierra el ejemplar. Según el comentarista “… en definitiva no es la historia de José sino la de Vicente que, como la de muchos, suelen crecer a la sombra de aquellos que sí tienen notoriedad”.

La estupenda tarea de Angelina fue decodificar la tortuosa personalidad de Vicente, del segundón; porque la de José, directa, llana, allende los vericuetos normales de toda psiquis, es más fácil de entender. La actitud de Vicente en su relación con José adquiere una multiplicidad de facetas que va y viene de la admiración a un odio callado, ronco… A medida que avanza la obra, se descubre cómo, acuciado por esta ambivalencia, Vicente busca identificarse con su exitoso compañero de andanzas; y termina haciéndolo mediante una literal metamorfosis, una transformación incluso física, que lo lleva al desenlace inesperado.

La autora sabe mucho de psicología. Por eso el retrato de la personalidad de Vicente es preciso y, con seguridad, fidedigno en relación a la constitución anímica de los individuos que presentan este tipo de comportamiento. También es rigurosa la descripción de la relación entre ambos compinches. Si bien se los tilda de “amigos”, no presentan un verdadero vínculo de ese tipo. Siempre hay pendiente una tirantez y un tácito reconocimiento de que en realidad son competidores; y cada uno se cree superior al otro. José lo expresa con sus actitudes. Vicente, obligado por la imposibilidad de manipular al otro, lo demuestra con sus pensamientos; que se precipitan a medida de que se acerca el final. Por ejemplo, en este párrafo Vicente muestra su convicción de ser utilizado por su presunto benefactor:

“Vuelve a colocarse los auriculares. Es su modo de informar que se retira a su mundo. ¿Por qué me habrá elegido? Lleva la mitad de la vida formándome. ¿Será una de sus apuestas? Quizá fui un nombre en un pliego de licitación y aquí quedé, estampado para siempre.”

En tanto, en el siguiente fragmento, se descubre su doble faz; ninguna de cuyas caras es auténtica; ya que no es ni líder ni liderado, sino un apostador solitario que busca ganar su juego:

“Sé exactamente cuándo debo callar. Con José se juega a dos puntas. Por un lado hacerle creer que me encamino hacia el liderazgo, visualizo metas y me preparo para hacer crecer la organización. Por otra parte, lo tranquilizo con la idea de que es el único líder. Nadie, ni siquiera su fiel croupier, le haría sombra.”

A los libros hay que leerlos completos, desde la dedicatoria, en este caso de orden familiar; pues por algo el autor quiere dar a conocer esa intimidad que ha formado parte de su proceso creativo. También hay que detenerse en las citas introductorias al inicio del volumen. La frase elegida por la autora, de George Steiner, dice “El paisaje de la realidad es provisorio”. Su enunciado da pie para el breve exordio que incluye a continuación: “Villa Gaviotas es el nombre de fantasía de una ciudad pequeña. Aquí las historias de sus vecinos trasfunden su débil realidad con brotes de fantasía. “El Rey del Azar” camina esta realidad provisoria”.

La autora quiere así remarcar que la obra se trata de “una novela de ficción”. Más allá de algunas similitudes con la vida real, es un producto de la imaginación; con tan sólo una amortiguada presencia, un reflejo atenuado, de las vicisitudes de alguna localidad que existe y sirve de marco a la historia. Es importante la aclaración, porque la ambigüedad generada por la información virtual que circula actualmente por la red, que demasiadas veces mezcla fantasía y realidad, mentira y verdad, podría inducir a que algún lector desprevenido tome por cierto lo que es pura inventiva de la escritora para entretener o hacer meditar sobre la complejidad de las relaciones humanas.

Impreso por Vela al Viento, el volumen tiene imagen de tapa de Alejandro González. La edición es muy cuidada. En una de sus solapas podemos leer que esta novela es la décima de la autora; a lo que se suman sus dos primeras obras: un poemario y un volumen de cuentos. Tal corpus habla de una sólida carrera literaria, no sólo por la cantidad de creaciones de peso, sino por la calidad artística de ellas; que agregan valor a la Literatura Patagónica. El texto que motiva esta nota es un ejemplo de esa valiosa obra. Se comenta que la autora se encuentra por estos días dedicada a la creación de otra novela, que sería llamativa y de fuste. Después de leer “El Rey del Azar”, sin dudas el lector esperará con ansias esa nueva obra de Coicaud - Covalschi; para continuar disfrutando de su escritura, intimista y reflexiva, motivadora y atrayente.





(*) Angelina Coicaud - Covalschi. “El Rey del Azar” (Ediciones Vela al Viento, Comodoro Rivadavia, 2019).

miércoles, 31 de julio de 2019

LA NOTA DE HOY



VIAJES, ESCRITORES, CASAS y ANÉCDOTAS

Por Carlos Dante Ferrari


A veces el azar, sin que uno se lo proponga, tiende sus hilos al modo de Ariadna para guiarnos hacia sitios conectados con nuestras grandes pasiones. En este caso, con la literatura.

La primera etapa de un viaje reciente estaba orientada a recorrer una comarca sureña de Alemania cuya sola mención despliega los portales de la fantasía: la Selva Negra, ese macizo boscoso de abetos y pinares abigarrados al que los romanos legaron el inquietante nombre de Populum Nigra. Con la moderna ciudad de Stuttgart como cabecera, el itinerario abarcó etapas intermedias en Baden Baden, Friburgo y Freudenstadt. Desde cada uno de esos puntos incursionábamos por caminos rurales que nos llevaban hacia algunas poblaciones asentadas en aquel hermoso enclave montañoso.





Como decía al comienzo, no era nuestra intención visitar casas de escritores famosos: simplemente nos fuimos topando con ellas.

El primer episodio sucedió en Friburgo, una ciudad cuya belleza se puede apreciar desde el alto mirador de uno de los cerros que la circundan. Acequias y canales corren por las calles y han dado lugar a rincones románticos, como la “pequeña Venecia”, que convoca la atención de innumerables visitantes.



Una tarde, mientras recorríamos el casco histórico, nos sorprendió una placa con un anuncio: era la famosa “Casa de la Ballena”. Allí, entre 1529 y 1531, había vivido nada menos que Erasmo de Rotterdam.



La ciudad ostenta este hecho histórico con orgullo y lo utiliza como uno de sus recursos turísticos. Sin embargo, la realidad nos revela que el célebre escritor, filósofo y teólogo holandés conservó muy malos recuerdos de su corta estadía en aquella ostentosa residencia de diseño gótico, construida a instancias de Jakob Villinger von Schönenberg, tesorero del emperador Maximiliano I, a fines del siglo XV. 

Según las crónicas de la época, Erasmo de Rotterdam describió los canales citadinos en estos términos: “un arroyo hecho artificialmente discurre por todas las calles de esta ciudad, el cual absorbe los jugos sangrientos de las carnicerías, el hedor de todas las cocinas, la suciedad de todas las casas... Con este agua se lavan las telas, se limpian las copas de vino e incluso las ollas.” Además, por lo que se sabe, el notable intelectual tampoco se llevaba muy bien con los demás residentes.

Lo cierto es que en 1531 su contrato de alquiler en la “Casa de la Ballena” fue disuelto y Erasmo, con indisimulado disgusto, abandonó Friburgo para siempre.



El viaje prosiguió. Ya alojados en Freudenstadt, se nos ocurrió visitar las poblaciones más cercanas y el destino se encargó de conducirnos a Calw, la ciudad natal de Hermann Hesse atravesada por el río Nagold. 



Ninguna descripción puede componer con palabras lo que se revela a los ojos del peregrino. Hasta las fotografías son un recurso muy limitado para mostrar la singular combinación de sus bellezas naturales y arquitectónicas. Lo cierto es que allí, en una de sus calles, está la casa natal del celebérrimo escritor. Hoy en día no puede visitarse; la planta inferior está ocupada por una casa de modas. Solo nos fue dado ver su fachada, la puerta y los carteles que certifican el sitio histórico.




Nacido en 1877, después de los primeros tres años Hesse vivió en Calw por intervalos. En 1881 su familia se trasladó durante un tiempo a Basilea. Al retornar a la ciudad natal Hermann cursó allí parte de sus estudios (1886-1889). Como dato curioso, en 1894 trabajó en la fábrica de relojes Perrot durante poco más de un año, pero su vocación literaria era más fuerte que todo. Primero librero, luego escritor, emprendió una carrera que lo haría mundialmente famoso.

Es una experiencia emotiva recorrer la escuela, la iglesia y los faldeos arbolados; el casco conserva ese halo pueblerino con reminiscencias antiguas, que invita a imaginar la infancia de Hesse. Un gran museo conserva diversos testimonios de su trayectoria y cerca del río hay una estatua de bronce que lo representa vestido como un montañés.

En 1912 Hermann Hesse abandonó Alemania para no regresar nunca más. Al visitar Calw uno no puede dejar de preguntarse si, hallándose en el exilio, la nostalgia quizás lo devolvía allí de vez en cuando, a esa villa tan hermosa de sus primeros días que aún hoy celebra su memoria.

La etapa final del viaje transcurrió con unos días en Londres, una ciudad que —para delicia de los flâneurs— vale la pena caminar durante horas y horas.




Una de esas caminatas nos condujo a Notting Hill. Buscábamos el colorido y el espíritu de su feria permanente y —por qué no— revivir las impresiones románticas de la película homónima. Obviamente no quedaban ni rastros de Julia y Hugh, pero sí de los edificios donde se ambientaron las escenas de la librería y de la vivienda de su propietario. 



Entre puestos de flores, de frutos y de toda clase de mercancías, inesperadamente, sobre el número 22 de la calle Portobello Road, un cartel nos reveló que allí, entre 1927 y 1928, había vivido nada menos que Eric Blair, más conocido como George Orwell. En esa casa, por intercesión de su amiga Ruth Pitter, también escritora, se alojó Eric al llegar a Londres con intenciones de dedicarse de lleno a la escritura. Según dijera más tarde el propio Orwell, no le fue muy bien durante su estadía. La habitación era fría y la casera, Mrs. Craig, a tono con la sensación ambiental, era una mujer poco condescendiente.



Estos hallazgos tal vez no sean del todo casuales. Quizás algún mecanismo inconsciente gobierna nuestros timones. En todo caso, las placas sirven para recordarnos  que los hombres célebres han sido, son y serán, al propio tiempo, seres comunes, a veces convertidos por la circunstancias de la vida en ciudadanos del mundo, sin una residencia fija. O para enterarnos de que esas estancias no siempre fueron felices. Erasmo nació en Rotterdam pero murió lejos de allí, en Basilea, después de trajinar durante años por Inglaterra, Alemania, Suiza e Italia. Hesse nació en Calw, pero anduvo por sitios tan dispares como Suiza, Ceilán, Indonesia, y lo cierto es que nunca regresó a su pueblo natal; dejó este mundo en Montagnola, Cantón del Tesino (Suiza). Orwell nació en la India; luego la vida lo alejó para siempre de su terruño, llevándolo por Birmania, Londres, París, España y Marruecos,  para llegar al fin de sus días en Londres.

Sea por admiración, por auténtico respeto o por simple interés turístico, los sitios donde alguna vez se alojaron tan ilustres residentes hoy se empeñan en brindar testimonios de esos albergues temporarios, sorprendiendo nuestros pasos viajeros con sus placas y sus frontispicios silenciosos.

 ***




domingo, 28 de julio de 2019

EL CUENTO DE HOY



Narración





CUANDO ANDA DE VISITA LA ABUELA SABINA

Por Hugo Covaro (*)





En la noche helada el viento insomne se retorcía en remolinos que arañaban los techos de los ranchos. En ese viento huraño sabían venir misteriosos llamados, extrañas señales del profundo desierto que encontraban eco seguro en el silencio que el miedo ganaba en el corazón de esa gente sencilla. Por el hueco de la ventana entraba la oscuridad de la noche sin estrellas. Los vidrios dejaban caer breves lágrimas como si el frío le hiciera llorar los ojos y aquella tempestad le fuera cerrando el entendimiento. Ese viento parecía no saber nada. O sabía todo pero callaba. “La noche es un camino y el viento es un caminante” le escuchó decir a la abuela Sabina alguna noche como esta.

Tirado en el catre sin poder encontrar la punta al hilo del sueño, el paisano Curillán miraba el techo haciéndose almohada con los brazos cruzados. En alguna parte del instinto rondaba la certeza que esa noche tormentosa la abuela paisana vendría de visita. Pero tendría que conseguir el sueño. Ella viene con el sueño y sólo en sueños habla. Y hay que tener cuidado porque lo que dice no está escrito en ningún libro y si lo estuviera, pocos paisanos saben leer para entenderlo. Todo es dicho y repetido, palabra sobre palabra. Y hay que ser memorioso porque a las palabras se las lleva el viento… y por estos pagos el viento suele soplar fuerte.

Cuando cuenta sus “conversas” con la anciana, pocos le creen. Hasta su hermano Miguel, preocupado, le comentaba al bolichero que creía que el “Chemo” se estaba volviendo loco porque veía a la finada abuela Sabina y hasta que conversaba con ella.
- ¿No será que le está dando mucho al vino?... Que no aparezca aquí no quiere decir que no chupe… ¿cierto?
- ¡Nada que ver! Ni con la comida toma…
- Yo que vos lo haría ver con doña Celestina, la curandera de Mata Guanaco… no te cuesta nada… ella no cobra…
- No es cuestión de plata, don… el asunto es como lo convenzo para llevarlo…
- Algo vas a tener que hacer, Miguel… y pronto.

Como quien no quiere la cosa, se le apareció una tarde. Mateaban y hablaban de los asuntos del campo, del invierno que se anunciaba nevador, de cosas sin importancia, hasta que él mismo trajo el tema de la abuela.
- Anoche me vino a visitar la abuela Sabina –comentó sin darle mucha importancia.
- Sí… y que cuenta de nuevo la viajera –respondió Miguel con un dejo de ironía.
- Nada… habló poco esta vez… se la pasó fumando en su pipa de arcilla hasta que se le terminó el tabaco… me pidió a mí… pero enseguida se dio cuenta que no fumo…
- ¡Ah claro!... bueno, che, te dejo… tengo todavía que hacer unas diligencias en el pueblo… hasta más ver Chemito.

Montó y salió al trote. Un fuerte olor a humo de tabaco le impregnaba la ropa y le llenaba de dudas la conciencia al jinete.




(*) Escritor comodorense. Tomado de su libro “Fuego de leña menuda” (Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 2016).