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viernes, 4 de diciembre de 2009

LA NOTA DE HOY





ROBERT GURNEY - EL CUARTO OSCURO - POEMAS A LA PATAGONIA

Por JULIA CHAKTOURA



He recibido de regalo dos preciosos libros. Se trata de Poemas a la Patagonia y El Cuarto Oscuro de Robert Gurney, mi amigo británico-patagónico. Él escribe una magnífica poesía en castellano... ¿qué digo? ¿en castellano? no, verdaderamente escribe en argentino. Y esto es así porque proviene de una historia que me resultó entrañable y familiar. Una historia que nace en Gales en 1865, se traslada a Gaiman, Chubut, en la Patagonia a principios del siglo pasado y regresa a Inglaterra perfumado de nostalgias sureñas.

La historia comienza en 1865 con la llegada de los colonos galeses a la Patagonia argentina, precisamente a orillas del río Chubut (Camwy en galés). Años más tarde, abre sus ojos al mundo Enyr Jones, en Gaiman, en 1901.
Descendiente de aquellos primeros colonos, Enyr Jones se crió en una chacra del valle. Nacido en medio de cinco hermanos más, su madre decidió que este hijo, cuando cumpliera 18 años, iría a estudiar a Gales. No estaba dispuesta a que hiciera la milicia en la Argentina.
Y se cumplió el designio con puntualidad inglesa. También acudió a la cita el dolor del desarraigo que mordía las horas del pupilo desgajado de sus raíces.
Y cuando terminó los estudios se había convertido en desertor del ejército argentino, con lo cual no pudo regresar a su Gaiman amado. Su añoranza lo condujo a enseñar lengua castellana, pero con el inconfundible acento argentino. En entrañables charlas, sus alumnos —testigos privilegiados de aquel fervoroso patagónico—, abrevaron de la fuente poética rioplatense y se hundieron en la mirada nostálgica que reflejaba otras playas, otro valle.

Dice Robert Gurney de su profesor, Mr Enyr Jones: “Cuando yo era su alumno, él tuvo una gran importancia en mi vida, aunque yo no lo reconocí entonces. Sus clases eran un oasis de paz, amistad e inspiración, para un grupo pequeño en la biblioteca, sentado en círculo alrededor de una elegante mesa de madera, con los diccionarios a la mano. Él era un hombre melancólico. Había como una nube oscura distante por encima de Mr. Jones, lo cual me fascinaba. Me preguntaba cuál era su problema. Era mal visto en el ambiente de entonces, mostrar un lado débil o, digamos, un aspecto no positivo. Jones era una persona con la melancolía romántica. Su mente estaba en otra parte, su alma ausente, sus ojos en el horizonte, en un sueño; un personaje un poco misterioso… su cara humana, triste, un poco perdido, como diciendo ‘¿qué hago yo acá’? Por supuesto, sus pensamientos estaban puestos permanentemente en Gaiman.”

Y en su poema titulado “Jonás”, Robert Gurney concluye en sus últimas estrofas:

[...] “Jonah” era el apodo de Mr Jones nuestro profesor nacido en Gaiman, de la clase de español. Fue arrojado en una playa galesa. [...] No cabe duda que nos rescató de la cadena de ensamblado.


El resultado de esta historia es que hoy podemos gozar de la maravillosa poesía de mi amigo Bob Gurney que es un perfecto anglosajón, pero que piensa en argentino (¿o en gaimense?) y cuando deseamos que aclare esta rara condición, nos dice lo siguiente:


Tengo que explicarte algo,
querido lector.
Es cierto que cultivo
el español argentino.
Mi primer profesor de Español
en el liceo de Luton
era el Sr. Enyr Jones
de Gaiman, Chubut.
Hablaba inglés
con acento galés.
Su español tenía
el mismo acento cantarín.
Sin duda en esa época,
hace dos vidas,
los galeses de Gaiman
hablaban español
con un acento galés.

Cantaban al hablar,
hablaban cantando.
Nosotros los alumnos
desarrollábamos
voces cantarinas
al recitar los verbos
como un coro de los valles.
No sólo eso.
Mr. Jones poseía
los vocablos argentinos.
Dudaba mucho
cuando nos enseñaba una palabra.
“A ver lo que dicen

en el diccionario”,

pronunciaba,
a pesar de que hablaba con fluidez
el español.


Recuerdo sus luchas
con una novela mejicana,
Pensativa.


Era principalmente profesor de alemán.
Creo que lo invitaron después
a enseñar el español.

Por eso usaba
su español natural
de Gaiman,
sin reflexionar mucho
en lo que decía.

¡No sé cómo aprobamos!
Las autoridades querían
el español de Castilla
pero aprobamos todos.

Teníamos la gramática patagónica
y el léxico chubuteño.
Sentí recién
una especie de nostalgia
por mi español
chubuteño galés.
Como sabés
oigo a menudo
la voz anglo-galesa de Dylan Thomas
cuando escribo mis versos.
Dylan me ayuda mucho
cuando busco una frase.

Mi esposa es galesa.
Mis hijos están ahora
en La Cabeza del Dragón.
Nunca pierdes la lengua
que aprendes de niño.
Más tarde intentaron eliminarlo,
como borraron en el colegio
mi acento lutonense
que a veces retorna.

El gaimense
fue mi primer amor.

Total:
adquirí un español chubuteño.


El jardín de Mr. Jones / El jardín de Mr. Jones

In those days / En aquellos tiempos
just after the war / justo después de la guerra
many of our teachers / muchos de nuestros profesores

had secret gardens. / tenían jardines secretos.

We were often / No era normal
not allowed / que nos permitiesen
into them. / entrar.

But there was one, / Pero había uno,

Mr Enyr Jones, / el Sr. Enyr Jones,

from Gaiman, / de Gaiman,

in Patagonia, / en la Patagonia,

who had such a place / que tenía tal sitio

and who would let us in. / y que nos dejaba entrar.


He would take us / Nos paseaba

for walks around it, / por ahí,

absentmindedly, / distraídamente

showing us the lawn / señalando el césped

and flowers / y las flores

that had different names / que en España

from those in Spain. / tenían nombres diferentes.


Perhaps / Quizás

the other gardens / los otros jardines

did not really exist / no existían de verdad,

but his did. / pero el suyo sí.




Foto de Enyr Jones (de pie)



Elite


Éramos una elite
en la clase de Español.

Eramos pocos,


más Mr Jones,


de Gaiman.


El colegio no nos daba


una sala.

Las lecciones tenían lugar

en la biblioteca

alrededor de una mesa de roble.


De vez en cuando
la puerta se abría

y estudiantes de Inglés, Francés,


Alemán o Latín


hacían ruidos surrealistas.


Pero nada podía molestarnos


sentados en un círculo


soñando con los ríos de México


la costa euskera


y los espacios abiertos


de la Patagonia.


Era un oasis de calma.


Oí más tarde


que transfirieron la clase


a la sala de los monitores


y que los estudiantes de Biología

bajaban ratas

para quemar

en el fuego eléctrico

antes de las clases.

Éramos una elite


dentro de una elite,


perseguida,


y nos encantaba.



El sueño de los galeses



“¿The dream is over,

El sueño ha terminado,


para los galeses?”


le pregunté
al barman.

“¿Quién puede saberlo, amigo?”


me contestó.


“Los sueños,

como todo lo que existe


no se pierden:


se transforman.


Los sueños


son energía.


A veces


dan calor


a veces luz


a veces
matan.”


Su libro Poemas a la Patagonia, fue recientemente editado en soporte papel y también en la web (ver www.poéticas.com.ar “sección Inglaterra”), y en breve será editado en Madrid (España). Tiene un extraordinario prólogo del poeta argentino Andrés Bohoslavsky quien, desde Cipolletti (Río Negro), se ocupó también de la selección. Y ese prólogo, dividido en dos partes, dice así:


Robert Gurney, el hombre.

Para ser sincero, escribo estas líneas para un amigo.
Y suena fuerte al escribirlo. Casi tanto como al pronunciarlo. Entonces, prefiero, hablar primero de él. Y contarte algunas cosas. Fue Bob, entre unos pocos, quien me rescata de una etapa oscura en lo relativo a la poesía. Abandonado y descreído de los “salones”, las “capillas” y finalmente hasta del valor de lo literario, soy extraído de ese territorio tenebroso, por eso que diría Chejov, mejor que yo. Un alma generosa. Y escribir sobre Bob, es hacerlo sobre esas almas que no piden nada, no quieren nada, sobre una persona que no “mercadea” con la vida ni con la poesía. Y esto no es poco. Creo, al fin, que estamos frente a un soñador, un utopista. Alguien que usa las palabras como herramientas, para transformar el mundo: el visible y el otro el que podemos aprehender y el que no el que se palpa y el que soñamos. O deberíamos hacerlo. Bob, significa para mí, la mano extendida. Una “travesura” del Señor. Si es que Él existe. Entonces, creo que el poeta toma otra forma, otras formas. El punto donde las palabras ceden a las imágenes. Ahí es donde puedo ubicarlo: en las imágenes oníricas de Chagall en la inversión de lo real de Dalí entre los mineros de Van Gogh en la otra orilla del Río Negro. Claro, estas visiones destiladas en mi cabeza, tal vez se tornen confusas, estimado lector. Mejor hacé una cosa: leé sus poemas viajá con él luego cerrá los ojos.

Robert Gurney, el poeta


La voz de Robert Gurney en Poemas a la Patagonia es un viaje.
Mejor dicho, varios viajes, varias voces. Gurney te llevará de viaje por la Patagonia, a un viaje por los ríos, valles, montañas, desiertos, bosques, parajes… una voz toma la forma de la naturaleza, utilizada para referirse al estado permanente de las cosas. Sin aditamentos. Pero Gurney no se limita a ser lo que es. El espíritu (otra voz) del poeta construye un desafío: el riesgo de escaparse de uno mismo. Y nos propone un enigma, nada sencillo: Si la naturaleza es lo real, lo contrario a espíritu, ¿de qué hablamos cuando decimos?: “La naturaleza del espíritu” y “el espíritu de la naturaleza”. ¿O son lo mismo? y dobla la apuesta cuando observa. Pero no observa sólo con los ojos. Eso está claro. Mirar, no da poesía a quien no la tiene. Gurney, idealista al fin, nos dice que la realidad es el mundo de las ideas, y no la realidad perceptible. Luego, algo hace que nos preguntemos ciertas cosas. ¿Cómo sé, de pronto, lo que sabía? ¿Contemplaba hace tiempo cosas eternas? Al poeta, los sentidos no le molestan al observar. Él no filosofa, ni lo quiere hacer. Gurney eligió la poesía. Y está bien que así sea. Lo que necesita el mundo no son filósofos, ni hombres de ciencia ni contadores. Ya hay suficientes. Su territorio es el poema. El poema que vive en el río, en las hormigas, en los indígenas, en los mitos, en su universo imaginario. Su poesía, al igual que la naturaleza, no se excede. No pone más plantas que las que están, ni más ríos que el que corre. Y creo, debo ser yo también mínimo. Los poetas como Gurney no se explican. Se leen.



COMENTARIO SOBRE LA OBRA POR LEO ZELADA



La Poesía de Robert Gurney se desliza en la mejor tradición anglosajona, con una precisión en la palabra y un manejo diestro del lenguaje colloquial. Empero se nota el desborde de la poética de la intensidad, propios de la mejor poesía latinoamericana. Tradición y modernidad atraviesan armónicamente este poemario. Cuarto oscuro es un libro logrado, que en estos tiempos de globalización cultural y de los límites de las fronteras nacionales, nos brinda un autor que siendo inglés, nos sorprende con un brillante sincretismo literario de la literatura inglesa y la tradición poética de América Latina.
Leo Zelada

The Poetry of Robert Gurney belongs to the best English tradition, with its verbal clarity and skilled handling of colloquial language. Nonetheless one notes the outpouring of a poetics of intensity, peculiar to the best Latin American poetry. Tradition and modernity intermingle to harmonious effect in this volume of poetry. The Dark Room is a successful book, where, in these times of globalisation of culture and waning national frontiers, we recognise an author who, though English, astonishes us with his striking syncretic fusion of English and Latin American poetic traditions.

Leo Zelada



DATOS DEL AUTOR: Robert Gurney cursó el bachillerato en el Luton College. Continúa en la Universidad de St Andrew donde estudia Literatura Castellana y se interesa particularmente por Huidobro, Larrea, Diego, Vallejo. Más tarde, prepara su tesis doctoral sobre Juan Larrea (The Poetry of Juan Larrea, Universidad de Londres, 1975), poeta al que entrevista en treinta y seis oportunidades en 1972, en Córdoba, Argentina. Busca crear una poesía minimalista y, a menudo, gráfica; busca las pequeñas verdades de la vida. Expresa: “Quiero encontrar un hueco, un sitio para mí y, creo, para mis amigos.” Publica Poemas de la Patagonia, (Inglaterra, 2004); La Poesía de Juan Larrea (Ensayo, Bilbao, 1985); tradujo El río y otros poemas, de Andrés Bohoslavsky (Ed. Verulamium Press, St. albans, 2004) y otros libros del mismo autor. Ha publicado diversos artículos sobre poesía de vanguardia; tiene un capítulo sobre Buñuel y Larrea en A Companion to Spanish Surrealism, Tamesis, Londres, 2004 y en Buñuel Siglo XXI, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. Prepara un libro sobre Juan Larrea basado en las entrevistas; tiene una novela “anglo-argentina” (inédita). Ha dictado cursos en la Universidad de Middlesex sobre poesía latinoamericana del siglo veinte y sobre la generación del 27. Es Honorary Lecturer, en la Universidad de Gales, Swansea.



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martes, 1 de diciembre de 2009

OTRA OBRA INCORPORADA A LA BIBLIOTECA PATAGÓNICA


CRONOLOGÍA PATAGÓNICA
Rodolfo Cananor
Publicaciones Cananor

El Ciprés Impresos - Comodoro Rivadavia, 1993


En palabras de su autor, esta obra de investigación "no pretende ser una historia de la Patagonia, si bien tomando estas notas como guía y referencia, bien podrá elaborar el investigador como el docente vocacional una historia hilvanada. Tampoco fue intención del autor entregar una suma de fechas dignas de recordar a manera de efemérides, puesto que si las sacáramos del orden presentado, muchas de ellas carecerían totalmente de significado." Aclara más tarde el autor que "para el presente trabajo se solicitó información a 40 Direcciones de Cultura patagónicas, de las cuales 38 no respondieron. Por lo tanto el material empleado ha sido recabado en la misma ciudad de Comodoro Rivadavia y en los viajes que el autor realizó a las localidades de Bahía blanca, Viedma, Patagones, Trelew, Rawson, Esquel, Trevelin y Perito Moreno".
La obra se presenta como una cronología de hechos relevantes ocurridos desde el 15/03/1451 -fecha de nacimiento del marino y cosmógrafo italiano Américo Vespucio- hasta el 19/03/1984 -fecha de creación de la X Brigada Aérea con sede en Río Gallegos. A lo largo de más de 300 páginas y en un orden estrictamente cronológico, se reseñan 2.277 acontecimientos considerados como hitos dentro de la historia patagónica, desde los aparentemente más sencillos -creación de escuelas, juzgados u otras instituciones- hasta los de mayor trascendencia -partidas y llegadas de expediciones y campañas, fundación de ciudades, grandes descubrimientos- ofreciendo así una gran variedad temática y los distintos matices que conforman el lento y paulatino poblamiento de esta extensa región austral.

El trabajo está complementado por un apéndice con las efemérides año a año, contiene mapas, un exhaustivo índice alfabético y dos cuadros con las principales expediciones y campañas y sus resultados. En la provincia del Chubut la obra fue declarada de interés provincial -mediante el decreto 2076/92- y de interés educativo por el Consejo Provincial de Educación (resolución N° 437/93).



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domingo, 29 de noviembre de 2009

LA NOTA DE HOY




JUAN GOYANARTE Y LA PATAGONIA
Por Fernando Jorge Goyanarte (*)


No trato en esta nota de hacer una reseña histórica de su viaje por la Patagonia, describiendo cronológicamente el itinerario que efectuó para conocerla en profundidad. Sí intentaré interpretar de qué manera la Patagonia se le encarnó en una manera tan especial que le permitió – y creo no equivocarme – crear la mejor y más relevante novela de las varias que escribió. Para poder apreciar con justeza todo este “enamoramiento” entre escritor y naturaleza me veo obligado a describir, aunque en forma somera, la vida del escritor, previa al conocimiento de ese sur argentino.
Juan Goyanarte fue aventurero, escritor, periodista, editor, empresario, hacendado y con todo ello forjó una imagen polifacética. Pero por un instante me gustaría detenerme en la primera palabra – aventurero. Como tal recorrió casi toda Europa, norte de África, Rusia, Estados Unidos y la mayoría de los países latinoamericanos; y por supuesto Argentina. Todo esto viene a cuento porque fue una persona que en ese ir y venir de cada viaje adquirió conocimientos de ciudades, de paisajes, de costumbres, de idiomas; de lo más diverso que uno se pueda imaginar. Y un día decide viajar a la Patagonia; y recurro al comentario que efectuó la Editorial Losada en la contratapa del libro “Campo de Hierros” diciendo: “… después de haber recorrido durante medio año, sólo con su “Winchester”, en un automóvil y a lomos de caballo, hasta sus más apartados rincones”.
Ubiquémonos en esos años, con medios de transporte, caminos, ropa y elementos para efectuar este recorrido, totalmente rudimentarios y escasos. Pero como buen vasco, todo inconveniente que se presentaba lo enfrentaba con una voluntad férrea. Así salvando cada circunstancia comenzó un “enamoramiento” mutuo entre escritor y naturaleza, entre escritor y personajes, entre escritor y costumbres… y, por qué no, entre escritor e inconvenientes. En la conjunción de todo esto nace la novela “Lago Argentino”; y en ella vuelca esa identificación plena entre él y ese ambiente atrapante y arrollador, que sólo la Patagonia puede brindar.
Qué mejor para describir la obra “Lago Argentino” que Ezequiel Martínez Estrada, quien dijo… “La novela transcurre como avanza una caravana dentro de una tormenta”… “En ocho leguas de campo, millares y millares de ovejas y un puñado de hombres realizan el experimento de probar hasta donde es compatible la vida – la vida sencillamente – con las fuerzas inmensamente superiores y adversas de las montañas, los torrentes, las nieves, los vientos y la soledad. Animales y seres humanos apresados, sitiados, tal como en los cuentos de náufragos y de exploradores, por las divinidades sin nombre ni forma que pueblan aquellas regiones maravillosas y terribles, que luchan primero por vencer, después por mantenerse y al fin por no ser aniquilados”. “La figura imponente en su reciedumbre moral y corporal de Martín Arteche da unidad y sentido humano a cuadros desoladores y escenas en que las palabras se enconan como espinas. En el centro, sólidamente puesto, trabaja por mantener la unión y la colaboración, por atar lo que está suelto, por eslabonar lo que está desenganchado... Lo tierno y lo bello se agosta y fenece en un clima inhumano, sin que los esfuerzos para preservarlo alcancen a contrarrestar las fuerzas ambientales... No solamente ha de tener un parque y una huerta, como tiene el establecimiento “Los Témpanos”, levantado a costa de grandes sacrificios, sino que tendrán una casa amplia y cómoda, un hogar, una compañera y, en el colmo de todos los afanes, un hijo.” “Es la historia de Martín Arteche que con sus manos ha hecho ese milagro…”
Deseo sumar a lo dicho anteriormente un artículo extraído de la revista de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires de abril del 2009, redactado por Magdalena Ruiz Guiñazú y titulado “La alegría de leer”. Allí esa periodista, escritora, conductora de radio y televisión, productora, ganadora de infinidad de Martín Fierros, galardonada como la periodista de Mayor Agallas en Nueva York, dice: “Tuve momentos de gran enamoramiento con “Lago Argentino”, de Juan Goyanarte, una novela hoy agotada que relata las aventuras y desventuras de los anarquistas españoles que se habían afincado en la Patagonia…”.
Tomo ambos comentarios como ejes de lo que diré luego. No tienen la finalidad de ensalzar la novela, dado que tuvo y tiene luz propia. Sí, quiero rescatar de ellos sus mensajes, porque allí es donde se encuentra al inmigrante mondragonés o guipuzcoano que queda atrapado por esa imponente belleza que supera todo lo visto, esa Patagonia que con sus ventisqueros, con su fauna, con su flora, con sus otros inmigrantes (con diferente nacionalidad, ideas, razas, y credos), con sus aborígenes, con su todo; se introduce en el interior del escritor y llegado el momento Juan Goyanarte siente la imperiosa necesidad de sacar todo lo acumulado y lo vuelca al papel con una precisión muy fina. No escatima calificativos para describir todo lo que observó y le entregó la Patagonia y sus personajes. Personajes que adapta a su novela y a quienes entrega una personalidad en particular, que sale en función de lo que vio y de sus propias vivencias experimentadas a lo largo de sus extensos y variados viajes.
Creo haberme podido introducir en el alma, en el espíritu de Juan, para poder cuantificar el asombro que le produjo todo aquello que le ofrecía cada rincón de esa Patagonia. Esa Patagonia que es cálida pero fría también, que es agreste en sectores pero exuberante en belleza en otros, que casi no tiene pasto pero en cuyos valles y laderas crece el pasto tierno y aprovechable para los animales; en fin, esa dualidad que hace que cada día que se transcurre en ella, uno se vaya embriagando y encariñando más.
Al cierre de esta nota deseo hacer una mención muy especial a las distintas corrientes inmigratorias que, cada una de ellas con sus características propias, supieron aquerenciarse a éstas tierras, poblándolas, trabajándolas, incorporándoles su cultura, queriéndolas como suyas e inculcándoles a las generaciones posteriores ese apego a esta Argentina que les abrió sus brazos.


Nota: en la tarea investigativa – literaria sobre mi tío, por lo mucho que me han aportado, no puedo dejar de agradecer a José Ramón Zabala (profesor de Lengua Española en el Instituto de Andoain, doctor en Filosofía y Letras y Secretario de Hamaika Bide), a José Ángel Ascunce Arrieta, al escritor Hugo Wast y su obra “Valle negro”, en la cual cita a Juan, a Graciela Cutuli, autora de la nota “El glaciar de sangre azul”, publicada por Página 12, del 2 de febrero de 2004, sección Turismo; al diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, a la Biblioteca “Bernardino Rivadavia”; a la Fundación “Ezequiel Martínez Estrada”, a la Unión Vasca de Bahía Blanca, y a todos aquellos que con pequeños aportes me permitieron conformar los distintos perfiles del autor de “Lago Argentino”. Y por supuesto, al escritor Jorge Eduardo Vives, quien en todo momento me ha dado una cabida extraordinaria y me ha permitido trabajar juntos desde el mismo momento en que lo conocí.

(*) Fernando Jorge Goyanarte, escritor de Bahía Blanca, autor de “S.O.S. Humanos”, es familiar directo de Juan Goyanarte, creador, entre otras numerosas obras, de la novela “Lago Argentino”.


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jueves, 26 de noviembre de 2009

LA NOTA DE HOY




- La comunicación -
Un papel importante en la historia


Por Kayra Wicz



Un egipcio, 3000 AC, extrae del valle del Nilo, thuf, una planta antigua de la familia de las ciperáceas. Corta el tallo, lo introduce en agua, le quita la corteza verde, hace finas tiras. Sobre una capa en sentido horizontal, agrega otra en sentido vertical, las une por presión, y las deja secar al sol. Y así, explicado de manera sintética, obtiene una hoja compacta que se aplana con un martillo, y se pule con un instrumento de marfil. Le lleva días lograr su arte La mejor calidad de este producto lo reserva para fines religiosos. Finalmente envuelve las hojas en forma de rollo. Esta antigua planta es el Cyperus papyrus, llamada “Byblos” por los griegos entre los siglos VI – V AC, debido al lugar de procedencia desde donde se lo comercializaba, y finalmente a partir del siglo IV AC papyrus o papyrum por los romanos.


El papiro ya se usaba en Creta y en ciudades fenicias en el segundo milenio AC. En Grecia hacia el VII AC el papiro hizo su aparición. Los griegos denominaban charta a la hoja de papiro no escrita, y volumen o liber al rollo del mismo. Los romanos utilizaron el papiro como soporte de la escritura, ya que era más cómodo y más fácil de manejar que la corteza de árbol, los rollos de plomo y la tela que utilizaban desde hacía tiempo.

Los mayas entre los años 500 y 1000 AC comenzaron a “fabricar papel”, lo llamaban huum . Los Aztecas también lo hacían y lo designaban con el nombre de amatl (árbol de amate). También al igual que los egipcios con el papiro, por el tipo de fibra lo utilizaban para hacer vestimenta, zapatos, tiras, cordones. Las plantas eran de la familias de las moráceas ( ficus padifolia, ficus involuta, ficus petiolaris y ficus catinifolia).


El uso del papiro como material de escritura fue un negocio floreciente en Egipto. La producción y distribución del papiro era controlada por el estado, fue exportada a lo largo de todo el antiguo mundo del Mediterráneo. El papiro sin embargo, fue el precursor del pergamino ya que debido a la competencia de dos reyes por poseer la mejor biblioteca de la época. Ptolomeo Epífanes, que vivió desde el 205 al 182 AC, decretó un embargo sobre las exportaciones del papiro producido en Egipto, lo que obligó al rey de Pérgamo (Attalo I) a buscar una fórmula alterna de materiales para la escritura. Fue así como se desarrolló la industria del pergamino, el cual era fabricado con pieles de ganado, antílopes, cabras, ovejas, especialmente recién nacidos. La conquista de Egipto por los árabes en el año 641, redujo el ritmo de exportaciones. Primero, el alto costo del transporte, segundo, la sequía del Nilo y los trabajos de irrigación comenzados por los árabes, que transformaron los pantanos en terrenos agrícolas. Pero también fueron los mismos árabes que lo introdujeron al sur de Italia, dónde hoy todavía crece.

Cerca del año 105 de la era Cristiana, T’sai Lun, un consejero privado en la corte China del Emperador Ho Ti, concibió la idea de preparar una mezcla de retazos de seda, corteza, cáñamo y espinas de pescado en agua hirviendo, la que luego maceró hasta conformar una pulpa. Esta era introducida en un tamiz vertical, y luego horizontal, permitiendo el drenaje del agua y dejando una capa húmeda de pulpa formada por fibras entrelazadas. Las fibras se dejaban secar al sol, se presionaban con piedras y así se obtenía la hoja de papel. Luego se perfeccionó con operaciones de encolado y satinado.

Mayo del 2008, Museo de Arte Popular, México. “Amate y Papiro… un diálogo histórico”. Con esta exposición se celebraron los 50 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y Egipto. Aquí las dos culturas mostraron al mundo su historia. Haciendo un homenaje al medio de comunicación más importante de la antigüedad clásica. Tratados que han cambiado el mundo, su religión, su filosofía, su política, su poesía, las bases de toda la cultura occidental, sus dioses, sus mitos, las históricas batallas narradas, casi maravillosas, están aquí para nosotros , gracias a él. Lo llevamos en los bolsillos, lo acumulamos, lo transportamos en toneladas. Es duradero, y biodegradable, reutilizable, y reciclable. Nos da seguridad, guarda las palabras mas bellas y las mas duras. Lleva impreso datos, perfumes, recuerdos, imágenes. Es el beso que viaja. Lo sellamos, escribimos, certificamos, firmamos, es moneda y envoltorio Abrumador cuando queda en blanco, fuente de inspiración. La guerra y la paz están presentes en su historia, y la historia se hizo presente en él. Es único, es el papel.


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martes, 24 de noviembre de 2009

DOS NUEVAS OBRAS INCORPORADAS A LA BIBLIOTECA PATAGÓNICA

DOS OBRAS RECIENTES DE JULIA RITA CHAKTOURA*




GAIMAN
Conversaciones con el Valle
Julia Chaktoura
Ed. Jornada - Patagonia Contemporánea - Trelew, 2009




Esta obra contiene un rico anecdotario del valle del Chubut recolectado a través de los relatos de gente memoriosa, merced a la paciente y silenciosa tarea de la autora.
Según sus propias palabras, este libro "no pretende ser una erudita investigación antropológica, ni un trabajo de recopilación histórica. Es, sencillamente, una conversación serena y entrañable con personas del valle que tienen muchas anécdotas para contar y que, además, desearon hacerlo."
"Los entrevistados" -refiere Julia- "pertenecen a diversas colectividades. Algunos de ellos son nacidos y criados en la zona; pueden dar testimonio de la etapa fundacional de la provincia y recitar con orgullo su linaje colono. Otros, han llegado con la corriente inmigratoria de las primera décadas del siglo XX, y sus vivencias transmiten el cambio de la antigua aldea devenida en ciudad. Cada uno tiene un universo particular, pero al mismo tiempo se inserta en el de sus vecinos, formando una intrincada red de lazos parentales y amistosos que se fueron tejiendo a través del tiempo. Por eso" -afirma la autora- "este libro está dedicado a todos los habitantes de Gaiman. Es de ellos. Les pertenece".





LA OCTAVA PLAGA
Julia Chaktoura
Ediciones del Cedro - Trelew, 2009





"La octava plaga" es una novela de apasionante actualidad que transporta de la mano de un bioquímico argentino -interesado casual en una serie de informes confidenciales sobre el SIDA- hasta las entrañas mismas de la destrucción del hombre sobre la tierra.
El hallazgo que significa situar el desarrollo de la historia en la Patagonia y deslizar que esa es la "Tierra Prometida", muestra que la humanidad no necesita de ningún apocalipsis para evidenciar las miserias que la acosan.
Julia Chaktoura ha llegado hasta lo más recóndito del dolor con una aventura tumultuosa, desbordada por la carrera desigual entre la realidad y la fantasía de un modo febril y violento.
Patentiza la angustia y su visión crítica de la condición humana, nos permite reconocernos y nos invita a percibir el éxtasis que significa adivinar los trazos de "otro amanecer".



*Julia Chaktoura nació en Buenos Aires el 22 de mayo de 1948. Reside en Chubut (Patagonia) desde 1982. Narradora y poeta. Editora. Otras obras de la autora: "SIDA, desafío del futuro" (novela), Bs. As., Ed. Vinciguerra, 1991; premiada con la Faja de Honor de la Asociación de Escritores de la República Argentina; "El olor de los sentimientos" (novela), Bs. As., Ed. Vinciguerra, 1994, ambas obras incorporadas a la enseñanza en diversas escuelas secundarias; "Disparates, rimas y adivinanzas", Bs. As., Alfaguara, 1998 y Santillana, Venezuela, 2005 (poesía infantil), obra seleccionada por el diario "Clarín" entre los seis mejores libros argentinos para primeros lectores; "El baúl de los juguetes" y "El baúl de los oficios" de la colección "Los libros del baúl", Bs. As., Santillana, 2004 (ambos de poesía infantil). Coautora de "Pilchita", Chubut, Ed. del Cedro, 2005, literatura infantil para escuelas rurales patagónicas.




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