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miércoles, 20 de febrero de 2013

EL POEMA DE HOY




                  TARDES ASÍ



                            Por Antonio Vicente Ugo (*)




Hemos estado juntos contemplando
como el día se duerme, entre las bardas,
se pone rosa el cielo y están pardas
las más lejanas que se van borrando.

En las luces del valle te retardas
y a lo mejor las miras añorando
las otras de la infancia, retornando,
a la primer muñeca que aún guardas.

Es un hecho trivial si estamos grises,
la poca luz perfila así las cosas
y ya tampoco oigo lo que dices.

Se aspira un suave aire de verano,
vuelan aún algunas mariposas...
(La tarde se puso íntima de tu mano).





(*) Poeta chubutense, por opción. De su poemario “La tierra que me diste”.
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jueves, 14 de febrero de 2013

EL POEMA DE HOY




La otra ciudad

Por Miguel Oyarzábal (*)




Afuera la noche se deshilacha
y acá la claridad
da con los límites del cuarto,
es un gris celeste
que lo puebla de objetos y de aire:
el placard parece un edificio en torre
deshabitado,
la cómoda es el municipio aún sin gente,
los adornos, carteles luminosos en silencio,
la silla un inquilinato en la calle principal
y el espejo
es el monumento a la verdad,
pero no cuenta.
Las sábanas son el mar en calma después de las tormentas
y nosotros,
dos barcos entredormidos
a la espera de una señal.
Desde la mesa de luz,
que debe ser el muelle,
el despertador da la orden de soltar amarras.
ya se,
Al amparo de tus pechos
sería un náufrago en lugar seguro:
podría esconderme debajo de las cobijas,
escuchar las olas en el hueco de los caracoles,
permanecer,
hacerme viejo cuidando sueños.
Tus mareas terminarían por anegarme,
y la varadura,
sería para siempre.




(*) Poeta, periodista y narrador oral. Vive actualmente en Puerto Madryn, nació en Salto (Bs. As.) en 1948. Protagonizó espectáculos literarios y contó sus historias en el canal de televisión provincial de Chubut, en la Feria del Libro de Buenos Aires y en Colombia (2003) y México (2006). Coordinó Talleres Literarios y de Narración Oral. Desarrolló el proyecto de recuperación de la memoria “Re-Conocernos”. Publicó seis poemarios: “Pasillos” (1986), “Y esa tinta no se borra” (1992), “Noctambulario” (1994, con subsidio del Fondo Nacional de las Artes), La Lámpara (2001, del cual se tomó el poema publicado), “Café con cielo” (2006) y “Por lo que tengo” (2011). Becado por el Fondo Nacional de las Artes (1987) y por Fundación Futuro (1988-1995). Premios: Plaqueta al Mérito Literario Biblioteca Popular “Juan José Castelli”, General Pacheco (1974). Concurso del Encuentro de Escritores Patagónicos: 1er premio (1993) y dos 2dos premios. 1er Premio VI Edición Encuentro Internacional “Reunión de Voces” (2011) Reconocimientos: Por la Trayectoria en la Cultura Revista “Tela de Rayón”, Diario “Jornada” (2007), por la Trayectoria Literaria, “II Congreso Latinoamericano de Comprensión lectora” (2009), al Mérito por la actividad cultural en Literatura, Municipalidad de Puerto Madryn (2010) y Diploma de Alta Distinción Municipalidad Distrital de Ahuac, Perú (2009). Integró la antología de poetas madrynenses “La cuerda de los relojes limando el tiempo” (2012).



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miércoles, 6 de febrero de 2013

LA NOTA DE HOY





TEATRO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




El teatro, como género literario, es obra escrita; pero también escenificación. Aunque son aspectos inseparables, este artículo sólo habla de la faz creativa en la dramática patagónica. Es trabajo de entendidos reseñar la tarea de actores y directores en la región; como en el completo tratado “Historia del Teatro Argentino en las provincias”, dirigido por Osvaldo Pellettieri (*).
En su “Taller Literario” virtual, la escritora y aficionada a la actuación teatral Olga Starzak,  cita -de otra fuente- que los textos dramáticos se comunican con la representación actoral; siendo la lectura individual una forma de representación. Tal aserto fundamenta que se considere a un dramaturgo el escritor cumbre de la Literatura inglesa. Shakespeare, además, introdujo en su obra una traza patagónica; al hacer declarar al Calibán de “La tempestad”, que el dios de su madre era la deidad tehuelche Setebos.
Este temprano ingreso de la Patagonia en el género dramático, parece haberle dado en la zona un impulso fructífero. El coronel Manuel Olascoaga, precursor de la Literatura sureña y gobernador del Neuquén entre 1884 y 1891, creó varias piezas teatrales. Según Álvaro Yunque escribió “...con el seudónimo “Mapuche”, novelas como “El sargento Claro”, “La lanza del montonero”, “Criollos históricos”, “Los últimos cautivos”, “El brujo de las cordilleras” y, para el teatro, (...) “Facundo”, “Patria”, “Crispín”, “Liú-Huinca”, “El gran reformador” y “El gobierno de los locos ...”.
Otro cultor del teatro neuquino fue Gregorio Álvarez, reconocido investigador del folklore austral; que dejó las piezas “Baigorrita” y “Pehuén Mapu”. En los últimos años, la provincia dio varios nombres a la dramaturgia; como Hugo Saccoccia (“Modelo de madre para recortar y armar”); Alejandro Finzi (“Benigar”), Lili Muñoz (“La pasto verde”) y Carol Yordanoff (“Malahuella”). Osvaldo Calafati reseñó estos antecedentes para el trabajo de Pellettieri; pero también, junto a Azucena Ascheri, escribió su propia “Historia del teatro de Neuquén”.
Pasando a Río Negro, en la actualidad podemos citar a Luisa Calcumil (“Es bueno mirarse en su propia sombra”), Alberto Brandi (“Pequeñas rutinas”), Juan Raúl Rithner (“La aldea de Refasí”), Gerardo Pennini (“Un cielorraso lleno de rabanitos”), Carolina Sorín (“El apetito”) y Oscar Benito; que también fue el recopilador de piezas patagónicas para el libro “Dramaturgos de la Patagonia argentina” (**). Quien incursionó en las tablas como actor fue Elías Chucair; registró su afición en el libro “Teatro vocacional”.
En los capítulos del ensayo de Pellettieri dedicados al Chubut, Cecilia Perea registra un dato de 1951; cuando en Trelew se llevó a escena “Historia de la colonización del Valle del Chubut”, escrita por autores locales. Más recientemente, otro chubutense dedicado a la dramática fue Roy Centeno Humphreys; con sus obras “El campeón”, “Tengo que casar a mi mujer” y “Seis albóndigas y un pijama”. También lo hace Juan Carlos Moisés, desde Sarmiento, con creaciones como “La casa vieja” o “El Tragaluz”; Alberto Antonio Romero, de Esquel, con “Primavera o la danza de las flores”; y Fernando Nelson (ahora en Puan) con “El ensayo” y varias comedias.
Marcela Arpes y Alicia Atienza, nuevamente en el libro de Pellettieri, señalan que las primeras piezas dramáticas de Santa Cruz son de 1910, año en que unos aficionados de Río Gallegos escenificaron dos obras de escritores vernáculos: “Vía Crucis de un matrimonio”, de José Basualdo y “República”, de Miró. En tanto, hacia 1921, en Puerto Deseado se menciona a Wilson Del Valle como autor local de “Lección provechosa”. Actualmente encontramos a Aníbal Albornoz Ávila, entre cuyos trabajos pueden citarse “Las amanecidas del fiordo Caupolicán” y “La flor torrentosa”; y a Manuel Sarmentero con “Pórtico del cielo”.
En su “Historia del Teatro Argentino” (***), Beatriz Seibel menciona que el “hain”, rito de iniciación ona en el que intervienen personajes como Short, Xalpen y Olum, es una expresión teatral. Este lejano precedente se prolonga en la obra de los autores actuales de Tierra del Fuego; como Eduardo Bonafede (“Las goletas”) y Adelmar Elchiry (“Ya camina”). La zona también atrajo a dos escritores chilenos: Francisco Coloane, con su única pieza teatral “La tierra del fuego se apaga”; y Gastón Salvatore - quién escribe en idioma alemán -, con “Feuerland”.
Es imposible condensar, en este breve texto, el desarrollo del género teatral en la Patagonia. Pero, al menos, el resumen permite afirmar que la dramaturgia tiene un lugar importante en la Literatura regional. A partir de los datos iniciales, algún experto aprovechará la riqueza de un tema apenas enunciado; y recuperará el nombre, ahora ignorado, de los autores dramáticos sobre los que cayó el telón del olvido.


(*) “Historia del Teatro Argentino en las provincias”. Volúmenes I y II. Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano” de la UBA, dirigido por Osvaldo Pellettieri. Galerna – Instituto Nacional del Teatro, Buenos Aires, 2006.
(**) “Dramaturgos de la Patagonia argentina”. Oscar Benito (et al.). Argentores, Bs As, 2007.
(***)“Historia del Teatro Argentino. Desde los rituales hasta 1930”. Beatriz Seibel. Corregidor, Bs As, 2006.


Nota: el autor agradece la inestimable y desinteresada colaboración de la señora Susana  Calero, del Instituto Nacional del Teatro; que brindó un generoso aporte documental a la nota. También a Solange Kolesnikewicz, por el préstamo de material bibliográfico.

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jueves, 31 de enero de 2013

EL RELATO DE HOY






El color



Por Juan Bautista Vallés (*)



Las nubes cargadas de gris alejan de este cielo el sol de extra tibieza que, en estos días del año, a él suele asistir. Cuando se hace presente aparecen, salidos de alguna parte, colores varios, matices nuevos y combinaciones raras.
Han estado como ángeles.
En la tierra, el color –o los colores- vive en granos de polvo, esperando ser tocado por la varita mágica del agua o del óleo y trasladarse de ese estado a otro más acuoso, más libre, dócil, dispuesto a quedarse eternamente en unas figuras nuevas que viven en el mundo de las pinturas. En él también habitan las formas paridas de maestras manos, obedientes a diseños nacidos en cabezas muy particulares.
Quizás el gris negruzco que hoy cubre el cielo sea para montar nuevos escenarios a partir de mañana.
“El color es ante todo un hecho social”. (La Nación).
Es símbolo de clases sociales, oficios, nobles enjoyados… A quién simboliza depende de cuándo y dónde se encuentre.
¿Será que el color, por su fácil presencia e identificación, ayuda a discriminar?
Cuando Dios creó al mundo, ¿lo hizo con colores?
¿Dónde los ubicó?
¿Este amarillo de hoy es el mismo amarillo de la creación?
¿Cómo se define un color?
¿Por qué los hombres van tras banderas de colores?
¿Por qué se dejan matar por defender telas impregnadas de anilinas diversas?
¿Por qué juran defender con la vida estos estandartes y no hacen lo mismo por sus mujeres y sus niños?

En una entrevista le preguntan a Borges: “¿Por qué usted usa los mismos colores: rojo, amarillo y verde?”.
Y el escritor contesta: “pero también verá el rojo tirando a rosa; y el amarillo… hay para esto (último) una explicación física. Cuando empecé a perder la vista el único color que veía, o mejor dicho que resaltaba, era el amarillo que es el color más vívido y yo vivo en un mundo gris como si fuera un mundo vedado por una cortina de plata”.
Las materias colorantes son sustancias trituradas de origen animal o mineral. Comparten la imprescindibilidad con la línea, las sombras, las luces.
Después de pasar tantos gramos, cuya cantidad roza la infinitud transformada ya en ese líquido cuya mayor propiedad es el color, se dispone a ser cuadro.
El misterio, los secretos, los ritos de iniciación, las palabras del conjuro han nacido en estas horas del parto de un nuevo color. Para ello se instala en la paleta esperando ser usada por el artista. Mientras, dentro de éste, se revuelven experiencias, recuerdos impresiones, sueños, vigilias, para parir organizados ya en una figura de mera existencia mental, el viaje al cuadro.
¿Cómo y por qué elige el pintor los colores?
¿En qué momento? ¿Al inicio?
¿Cuándo el pintor “ve” el cuadro?
¿Qué tiene que ver el amarillo de Borges, con el azul de la Madre María?
Leo el Génesis y advierto que Dios, en las tranquilas jornadas de la Creación, descubre ya llegando al final que las tinieblas todo lo cubren. Entonces crea la luz. Poco se dice del color. De este nuevo elemento. Sin duda habrá mejorado el escenario con las luces y las consiguientes e inevitables sombras, habrá paisajes más nítidos, sorprendentes, que el del tiempo anterior.
“Fuera de la tierra los pájaros del cielo y a todos los que se arrastran por el suelo les doy como alimento el pasto verde” dijo el Señor. Así que el verde parece ser el primer nombrado, lo que es igual a ser el primer creado.
Es interesante pensar que el verde, dice el Señor, se usa para crear alimento para el hombre. ¿Primera comunión?
Borges utiliza el rojo, verde y amarillo. Ha dicho más arriba que por superstición. El amarillo es la última luz de la incipiente e inexorable noche, ha dicho Borges.
¿Qué significa el rojo?
Queda en la oscuridad la aparición del color en la Creación y en la Naturaleza.
Colores y símbolos.
Cuando llegue el color en la paleta del pintor el artista se conmueve, el espíritu lo abruma y desborda y hace desaparecer lo irracional. Lo especulativo, hasta la maldad. Consciente o inconsciente brota la inspiración y sus gajos de amor distraen de cualquier otra cosa que no sea darle un sentido a la pintura, a los colores.
Colores primarios y secundarios. Son los segundos creación del hombre, pues son mezcla y ésta parece una desdeñable actividad para un Dios.
Leemos en el “Manual de pintura” que “las relaciones entre colores son tan infinitas como la serie de los números”.
Hay una disimulada asociación con las matemáticas, hijas ambas de relacionarse con la eternidad. Expresada en números.
El sol se retira de ese cielo con la extraña sensación e tibieza que tuvo al comenzar la jornada.
Cuando va desapareciendo el sol, salen de alguna paleta matices varios, nuevos colores, extrañas combinaciones. Todo es bello.
Anochece.



(*) De “Cuentos Completos”, Patagonia Contemporánea - 2010

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lunes, 28 de enero de 2013

EL CUENTO DE HOY



              Testigo de mi muerte


                Olga Starzak




Lentamente recuesto en el pasto mi cuerpo castigado y con él, sobre las patas delanteras, apoyo mi cabeza. Siento la intensidad del fuerte dolor. No puedo precisar dónde. Mis entrañas se contraen en espasmos que se repiten con  frecuencia. Son vanos los esfuerzos por encontrar una posición que me alivie. Cuando puedo entreabro los ojos y miro alrededor; ellos están allí... siempre lo han estado. La pena en sus rostros aún aniñados es evidente.
Me consuela pensar que también para ellos pronto terminará este padecimiento.
Puedo recordar el brutal castigo que propinaron en mi tórax las chapas del vehículo conducido por el joven que me brindó los primeros auxilios.
No sé cuánto tiempo pasó entre el momento del accidente y aquél en el que, acostado en la camilla del consultorio, el veterinario conversaba con quienes han sido desde años mis dueños, mis amos... Casi me animaría a decir mi familia.
Me habían operado.
Los golpes habían producido heridas internas. Mis órganos estaban muy comprometidos, según escuché que comentaban.
Caricias y palabras de aliento me acompañaban todo el tiempo. La esperanza de la recuperación mitigaba los corazones apesadumbrados de los que me rodeaban. Yo hacía enormes esfuerzos por responder a esas manifestaciones tratando de mantener los ojos abiertos; elevar mis orejas, aunque más no fuera… moverlas.
 Los niños no cesaban de mimarme: pasaban con  suavidad las manitas sobre mi cabeza y el lomo;  hablaban en un tono de voz -que sabía por tantos años compartidos- estaba cargado de angustia y pesar.

 Me llevaron a la casa y comencé a mejorar. Tomaba, sin resistencia, los medicamentos que me ofrecían y hasta realizaba cortos paseos por el  jardín del patio.
Después apareció este terrible malestar que invade todo mi ser. Llamaron nuevamente al médico y observé las caras desconcertadas de toda la familia. Conversaron largo rato. Se produjeron silencios prolongados.
 Desde un primer momento el llanto de los más pequeños y las  lágrimas de los adultos confirmaron mis sospechas: habían sido inútiles los intentos por detener la infección que, aunque tardía, era previsible.

Esta mañana de verano mis débiles patas ya no pueden sostenerme; haciendo mi voluntad,  horas antes me han permitido salir de la casa y es allí  donde ahora me encuentro. Todos están presentes. La más grande de las niñas trata de acomodarme sobre una manta; la más pequeña, arrodillada a mi lado,  murmura palabras que jamás antes escuché. Creo que recita un poema de aquellos que le enseñan en la escuela; luego al ver sus manos unidas en un gesto de plegaria, compruebo que se trata de un grito desesperado.
Se niegan al sacrificio que les proponen... y me alegra. No quiero que carguen sobre sus vidas esa responsabilidad. Pero cuando mis músculos se tensan y dejan lugar al dolor desmedido, con gestos que imagino imperceptibles, les suplico que  se apiaden de mí.
En otros momentos les agradezco, aferrado a la vida, la cobardía que les imposibilita tomar la decisión. Me entrego como ellos a la idea de una imprevista reacción a las  inyecciones suministradas,  o tal vez... al milagro que esperan.
En ocasiones, Dios o quién sabe quién o qué, me regala breves descansos y caigo en un sueño tan intenso como abismal. Creo que es el fin que ha llegado. Voces lastimosas me vuelven a la realidad y con ellas aparece el tormento que se apropió de mi ser y ahora también de mi alma.
Advierto que las patas traseras están inmóviles y el abdomen tieso. Para mi sorpresa el dolor me ha liberado y percibo mi cuerpo inerte apoyado aún en la  hierba. Levanto los párpados y sostengo la mirada en los ojos húmedos de los tres chicos que, agazapados a mi lado, son sosegados por sus padres.
 Procuro que comprendan que con mi último aliento les dejo mi amor más sincero y un infinito reconocimiento por haber formado parte de sus vidas.
            Cuando ya no puedo resistir... dejo caer mis párpados.
            El cuerpo, antes tan pesado, ya no me pertenece. Sólo soy mi alma.
Ellos aún no entienden de dimensiones ilimitadas y están aferrados a un tiempo y un espacio que nos les permite imaginar la libertad que, hace sólo unos instantes, comencé a disfrutar.





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