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jueves, 17 de marzo de 2016

EL POEMA DE HOY




FAROL DE LUNA

Por Magdalena Pizzio (*)




Hace frío.
La lluvia se ha secado
y un manto de neblina
desde el rocío de la tarde
oculta la noche.
La brisa corta la piel
pero no se siente
pues los pasos escondidos
en la tibieza de un abrazo
nos trasporta.
Y allá arriba
cómplice callada del momento
la luna redonda y roja
murmura una bella danza
entremezclada en la nube
que con un halo de misterio
sus líneas dibuja y ensombra.
Tan quieta, lejana, inalcanzable
y después por un instante
toca con su rostro sonriente
el horizonte lleno de luces…
Y se escapa.



(*) Escritora neuquina. Este poema fue tomado de su libro “Laberinto. Entre la muerte y la vida” (Imprenta La Piedad, Bahía Blanca, 2009).
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lunes, 14 de marzo de 2016

LA NOTA DE HOY



EN BUSCA DE LA COLONIA PERDIDA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Años atrás se publicó en este blog una nota sobre el marino Edmundo Elsegood, que comenzaba de la siguiente manera: “Una calle de la ciudad de Trelew es denominada Edmundo Elsegood. Según la página web de la Municipalidad se trata de quien intentó fundar una colonia en 1856 en el mismo lugar donde Jones hizo el fuerte en 1854, fracasando”.

Esta explicación genera una duda: ¿a qué colonia alude el homenaje? Se sabe del fallido intento poblador de Simón de Alcazaba allá por 1535; se conoce de la suerte del malhadado fuerte de San José en 1778 y del temporario establecimiento fundado por Henry Libanus Jones en 1854. No se ignora la posibilidad de algunas instalaciones ocasionales de loberos o balleneros en la costa chubutense; y es manifiesto el éxito del asentamiento galés en el Valle del Chubut de 1865. Pero poco figura en los registros sobre el enclave fundado por Elsegood.

En la “Historia del Chubut”, de Clemente Dumrauf (1992), se consigna que luego de la partida de Libanus Jones en 1855, Al año siguiente Edmundo Elsegood… realizó un nuevo intento de colonizar el Valle del Chubut. La empresa no rendía económicamente y dos años después la abandonó. Y en la “Crónica de la Patagonia y Tierras Australes” de Antonio Álvarez (1978), figuran estas líneas: En 1856 llega (al Chubut) el Capitán Elsegood con algunas familias galesas; también fracasa en el intento y al cabo de dos años se marchan.

Elsegood fue un navegante de origen inglés, nacido en Northumberland en 1802, que desarrolló su carrera naval en Carmen de Patagones. Su actuación fue descollante en el mar austral. Muere en 1870, durante una navegación a bordo de su buque. Algunos datos sobre la colonia en cuestión se encuentran en su biografía “En la estela del Corsario Elsegood” de Luciano Becerra (el título de “corsario” remite a su intervención en la guerra de corso contra Brasil). Allí el cronista reproduce los pocos renglones que Antonio Álvarez dedica al tema.

Pero Becerra agrega más antecedentes, provenientes de otras biografías redactadas por dos descendientes del marino, a quienes no identifica. Uno de los informes afirma que el navegante, con su grupo de galeses, desembarcó en la costa, al parecer del golfo de San José. Desde allí trata de alcanzar el río Chubut a pie; pero fracasa en el intento. Otra narración asegura que el marino se estableció en la desembocadura del río Chubut; y que al cabo de dos años debe abandonar la empresa. Algunas familias galesas regresan a Inglaterra, en tanto otras se asientan en diversos puntos de nuestro país. Ambas memorias coinciden en fijar la fecha de los sucesos entre 1856 y 1858.

A estas relaciones, se agrega una que, por la notoriedad de su divulgador, no puede dejar de llamar la atención: Disponemos de algunos testimonios de un intento de colonización realizada por galeses, también en el Valle inferior del Chubut, en los años 1856 a 1858, que se habrían visto obligados a abandonar su propósito ante la adversidad del ambiente, puntualiza Raúl Rey Balmaceda en su "Geografía histórica de la Patagonia" (1976).

En general, la similitud en las variantes del relato, aunque adornadas de distintos detalles, indicarían un origen común. Siguiendo esta línea de investigación, se llega a una obra del año 1938 que podría ser la madre del resto de las referencias: la “Crónica histórica de Carmen de Patagones entre los años 1852–1855” de Eduardo A. Sánchez Ceschi. El autor, quien fuera Comisionado Municipal en esa ciudad bonaerense desde 1930 a 1931, asevera:

Don Edmundo Elsegood, que se hallaba radicado en El Carmen desde 1833, a cuyas playas había arribado a las órdenes del Comandante Nicolás Descalzi, como piloto de la goleta “Encarnación” de la flotilla que cooperó con la Expedición al Desierto, tomó a su cargo, en 1856, una empresa análoga a la que intentó la Compañía Exploradora y Colonizadora del Chubut. Con familias galenses fundó ese año, en la desembocadura del Río Chubut, una colonia, que hubo de abandonar dos años después, vencido por las penurias y privaciones de todo género.

Tal descripción de la aventura colonizadora de Elsegood, sería la más antigua y también la raíz de las otras versiones. Tanto Dumrauf como Rey Balmaceda incluyen ese texto entre la bibliografía de sus trabajos. No lo hace Álvarez; sin embargo, su volumen está basado en información secundaria, que puede tenerlo entre las fuentes empleadas. Pero quedan algunos puntos por aclarar. Por ejemplo, ¿en que se fundamenta el comentario sobre la “penosa marcha” de los inmigrantes que detalla Becerra, y que no figura en la reseña de Sánchez Ceschi? Y también, ¿de dónde surge, en sí, la minuciosa exposición respecto a la tentativa colonizadora de Elsegood, que Sánchez Ceschi incluye en su libro?

Prima facie, los distintos escritores parecen reiterar, con diferentes palabras, el enunciado original de 1938 acerca del frustrado intento poblador; sin que se haya profundizado el estudio sobre el tema. La colonia perdida es un dilema que incentiva la curiosidad; y ésta es a su vez un gran acicate para la investigación científica. Tal vez pronto algún historiador, muñido de adecuados instrumentos metodológicos, se remonte en el tiempo; a fin de averiguar lo que en realidad sucedió en ese olvidado recodo del pasado.





Nota: el autor agradece el gentil aporte de la Sra Verónica Halliday de Ferrari sobre la nota al pie de página de Raúl Rey Balmaceda, cita que abrió un rumbo investigativo. También agradece atentamente al Sr Jorge Bustos, director del Museo Regional “Emma Nozzi” de Carmen de Patagones, por haberle orientado en el tema y hecho conocer la fundamental obra de Enrique Sánchez Ceschi.
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jueves, 10 de marzo de 2016

EL CUENTO DE HOY



LA ALTERNATIVA

Por Fernando Nelson (*)



Federico Guiguet debió morir, inadvertidamente, el 12 de septiembre de 1956 en el Hospital de Clínicas, a consecuencia de una peritonitis.

Pero algún mecanismo del destino falló porque el hombre soportó la fiebre atroz y pudo, al cabo de varios días de pesadilla, recuperar su alicaída salud. Dado de alta, vagó por la ciudad antes de volver a su tierra. Quería saborear el simple pero impensado hecho de saberse aún con vida. Finalmente inició su largo viaje en tren, un viaje cansador que lo dejó en el corazón de la Patagonia. En la estación ventosa y olvidada estaba aún su carretón y su caballo. Federico Guiguet pagó al hombre que los había cuidado y enfiló con ansiedad hacia su campo.


En el camino pensó. Pensó sin olvidar ni un solo día de agonizante fiebre. Atrás quedaba la ciudad infame con su hospital de las noches de insomnio y de labios resecos.
Tres días viajó, y tres noches, y en la culminación del tercer día avistó los límites de su campo. Cuando pudo distinguir el techo de su estancia presintió que ya no se repetiría la abominable experiencia y ahora, sólo el recuerdo de su esposa muerta podía entristecerlo.
Apenas llegado mató de un tiro a su caballo, y silenciando el eco del estampido letal, el hombre percibió (saboreó) la total soledad y recién entonces entró en la casa.
Los días pasaron y transcurrieron los meses y en su voluntario aislamiento trabajó la tierra, caminó los senderos y leyó cada uno de los libros que pudo hallar. Alguna vez notó que releía, y también que muchas veces había sembrado y cosechado.
De a poco la meditación ocupó sus horas y reparó entonces en detalles que antes había ignorado: su barba y su pelo que no crecían desde la operación, ni sus uñas… Pensativo se dirigió al espejo y se observó detenidamente. En los varios años que calculaba transcurridos, su cuerpo y su rostro en nada habían cambiado.
En un principio, la expectativa por su inmutabilidad despertó su imaginación. Luego, la idea de verse excluido de los planes de Dios cruzó por su mente, y cuando nuevos pormenores convirtieron la suposición en certeza, el hombre comenzó a inquietarse.
Pensó, entonces, en la repetición futura de cada acto. Pensó en cada libro que debía irremediablemente volver a leer. Pensó en la continuidad cíclica de los días y las noches, de las siembras y las cosechas, las que se convertirían en una sucesión infinita de actos no compartidos. Pensó, ostensiblemente nervioso, en la prolongación eterna de esa soledad que ya no soportaba, y del recuerdo tristísimo de su amada, la difunta. Por último pensó, y tembló al hacerlo, en su caballo muerto; sin él, el escape de esa soledad era sencillamente inconcebible. No sin horror aceptó la amarga verdad y con ella la única, la ineludible alternativa.



(*) Escritor chubutense, actualmente radicado en Puán (Buenos Aires). Este cuento fue tomado de su libro “El Retorno” (Editorial El Regional, Rawson, 1984).



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domingo, 6 de marzo de 2016

EL POEMA DE HOY




ABUELO

Por Ada “Negrita” Ortiz Ochoa (*)



Me gustan por su inocente colorido,
los manteles y los platos en la mesa cotidiana.
Me gusta tu noble presencia, abuelo querido,
junto a la alegre algarabía de tus nietos.
Me inspiran respeto tus manos temblorosas,
la mancha de caldo que desluce mi mantel,
tu sonrisa de disculpa, tu mirada temerosa,
tu corazón anciano se vuelve de papel.

Cierro los ojos para evocarte en mi memoria
y esta realidad se hace lejanía,
te veo nuevamente, gallardo y decidido,
trabajo, amor y nido,
todo eso, era entonces poesía.
El sol a sol de tu jornada te alegraba,
el torrente caliente de tu sangre se imponía,
cuando el instante del abrazo se acercaba
y el amor junto a tu pecho sonreía.

Hoy la nostalgia pone silencios en el alma
y opaca tu mirada de sueños ya vividos.
¡Es tan sabia tu palabra cariñosa y calma,
cuando repites incansable
tus historias más queridas!
Quiero decirte gracias y no sé,
hacerlo…, ¡cómo!
Atino a ofrecerte reverente mi silencio,
ser partícula pequeñísima del humo…,
de un cigarrillo olvidado
que esfuma tu presencia.




(*) Escritora rionegrina. Este poema fue tomado de su libro “Espera que te cuento II. Sueño Patagónico” (Edición del autor, Sierra Grande, 2006).



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sábado, 27 de febrero de 2016

LA NOTA DE HOY



LO NUMINOSO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




   Cuando la escritora fueguina Leonor María Piñero divide la historia de la Literatura Patagónica en cuatro épocas, llama a la primera “de grupos autóctonos”. Incluye allí las narraciones que integran el acervo oral de los habitantes originarios de la región. Es paradójico que estas obras, provenientes de culturas ágrafas, lleguen al presente a través de los escritores de los otros períodos: “de descubrimientos” (cronistas extranjeros), “de organización” (cronistas nacionales) y “de evolución” (escritores patagónicos).

   La etapa “de descubrimientos” se inicia con el “Primer viaje en torno al globo” de Antonio Pigafetta; en el cual figura el primer rescate de las tradiciones de los patagones: el dios o demonio Settebos, fuente de inspiración para Shakespeare y Browning. En las crónicas de los distintos expedicionarios europeos que toman contacto con la población vernácula, se asientan datos que comienzan a mostrar el panorama de la mitología austral. Tales apuntes tienen el carácter de un aporte científico amateur; cuyo alcance parcial permite inferir que cierta cantidad de material no fue recuperado y se perdió en forma definitiva. 

   Esta transcripción ocasional llega al período “de descubrimientos” tardío, con figuras como la de George Musters y otros visitantes extranjeros, que se entrelaza con la fase “de organización”. Ya en plena época de los cronistas argentinos, Roberto Payró, Ramón Lista y muchos más siguen practicando el registro artesanal. Mención aparte merece Carlos Ameghino; quien en "Exploración geológica en la Patagonia" describe el mito del Elumgassen y lo relaciona con los fósiles de gliptodonte descubiertos por su hermano.

   Comienza por entonces un estadio de indagación metodológica, basada en los nacientes métodos de las ciencias sociales. Entre sus iniciadores se encuentra Roberto Lehmann-Nitsche, un investigador alemán que trabajaba en el Museo de la Plata. Su aporte para la conservación de las leyendas más antiguas es de gran importancia. Dio luz a numerosos trabajos; entre los que podemos mencionar “El viejo tatrapal de los araucanos”. Allí reúne varias versiones sobre el mito del brujo Tatrapal, quien tenía dos hijas. Se presentaron sendos hermanos para casarse con ellas; y el malvado anciano anunció que lo permitiría si pasaban tres difíciles pruebas. Los jóvenes las superaron merced a una ayuda mágica con la cual el hechicero no contaba; y se realizaron las bodas. Sin embargo, según Lehmnan-Nistche, una variante del cuento no tiene tal “final feliz de película anglosajona” (sic): el mago mata a las mujeres para no cederlas (de lo cual se deduce que no eran sus retoños sino sus prisioneras).

   En esa misma escuela científica, surge más tarde Rodolfo Casamiquela; un eslabón que une la era de cronistas nacionales con la de autores patagónicos. Incorpora en varios de sus trabajos ejemplos de la prosa y poesía de la zona; como en “Canciones totémicas araucanas y gununa kena”, donde figura esta canción ritual mapuche sobre el viento:

Es hermoso cuando viene el viento / de la tierra de cordillera.
Viento este, viento del norte, / viento del oeste, viento del sur.
¡A su paso va pegando el pasto! / Piedras amontonadas…
¡Arranca los arbustos! / Piedras desamontonadas…

   Con el tiempo aparecen nuevos estudiosos, tales como Berta Koessler-Ilg y Gregorio Álvarez, en Neuquén, Mario Echeverría Baleta en Santa Cruz; y Arnoldo Canclini en Tierra del Fuego; que continúan la paciente recopilación. Se inicia un momento en el cual, más allá del análisis etnológico, las creaciones se tratan como manifestaciones de arte. Asimismo, se advierte que los relatos van incorporando elementos alóctonos – entre ellos, la presencia del caballo –; e incluso surgen nuevas narraciones, que muestran el sincretismo propio del intercambio entre culturas.

   Ya en la actualidad, escritores como Nelvy Bustamante, Máximo Damián Morales, Silvia Schujer y Gustavo Roldán, toman estas leyendas tradicionales; y las emplean en los argumentos de sus cuentos infantiles. La antigua Literatura autóctona, de raíz religiosa, adquiere un marcado carácter artístico.

   Al introducir un volumen de cuentos de Montague Rhode James, Rafael Llopis dice: Los cuentos de miedo constituyen una expresión de lo numinoso cuando ya no se cree en su existencia objetiva. En tales circunstancias, lo numinoso… se expresa en un plano estético, donde implícitamente se reconoce su inexistencia objetiva, pero donde, a la vez se libera toda su carga emocional.... La historia de lo numinoso–como–ficción empieza en el mismo momento en que… muere lo numinoso-como–creencia.

   Este concepto es similar al citado por Lehmann Nietsche en su opúsculo “La pretendida existencia actual del Grypotherium”; cuando, en referencia a la leyenda sobre el lutre que le narró su informante, aclara: Díjome Nahuelpi que había oído narrar este cuento a su padre ya hace tiempo… Cuando yo le dije a Nahuelpi que denominaría fábula a su cuento, en el acto me observó que no era tal... No obstante tiene muchas semejanzas con el cuento conocido de “Enrique el Güelfo con su león”, y no estoy seguro si existe relación o no entre estos dos cuentos. Los mitos de los hermanos Grimm, por ejemplo, están en boga entre los araucanos con más o menos variantes: Lenz nos ofrece varios ejemplos; yo mismo he anotado para la República Argentina el cuento de los hermanos “Juancito y Margarita” (“Hansel und Gretel”) y “Los músicos de la ciudad de Bremen” (“Bremer Stadtmusikanten”)...

   No es necesario recurrir a las teorías de contactos interculturales para explicar esta similitud. James George Frazer, en “La Rama Dorada”, muestra como los mitos se repiten en las diversas sociedades a lo largo y ancho del mundo. Una explicación simple es que ante una situación parecida, más allá de superficiales diferencias en sus modos de vida y costumbres, el ser humano responde de igual manera; aspecto que tiende a apoyar la idea, una vez más, de que la humanidad se hermana en las mismas raíces comunes, muchos años atrás, en la noche de los tiempos.

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