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jueves, 4 de agosto de 2016

LA NOTA DE HOY




LA CIUDAD FRENTE AL GOLFO ENCRESPADO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




     En el panorama de la Literatura Patagónica se destaca, como uno de los centros culturales de la región, esa ciudad frente al golfo -que no es inmóvil como el río de Eduardo Mallea, sino que se encrespa con el sempiterno viento del oeste- y al pie del Chenque, culminación de la estepa, esfinge mesetaria adentrándose en el Atlántico,
     espinazo de algún saurio dormitando por el sur,
     arrullado por el viento del desierto sideral,
al decir del poeta Mario Cabezas.

     Comodoro Rivadavia muestra a lo largo de su vida una pléyade de escritores que se remonta a sus orígenes, allá por 1901. Uno de los primeros nombres es el de Ramón Gorraíz Beloqui, que en 1914 se desempeñaba como periodista local. Si bien su estadía aquí fue corta, pues luego volvió a Buenos Aires, su terruño natal, dejó muchos escritos sobre estas latitudes. Entre ellos, el folleto “Comodoro Rivadavia”, ganador de un concurso literario nacional en 1918; donde describe el naciente villorrio. Hacia esa época, la zona también recibe la atención de Jorge Luis Borges. En el verano de 1921 a 1922, acompañando a su familia el eximio visitante recorre los “Yacimientos del Chubut”, según sus palabras; y allí escribe el poema “Jardín”, incluido en el volumen “Fervor de Buenos Aires”:
     En un declive está el jardín.
     Cada arbolito es una selva de hojas.
     Lo asedian vanamente
     los estériles cerros silenciosos
     que apresuran la noche con su sombra…

     Con el tiempo se agregan nuevas figuras, algunas de ellas temporarias; tal el caso de Dalmiro Sáenz; que en los años cincuenta aprovecha sus experiencias australes para escribir su tomo de cuentos “Setenta Veces Siete”. Antes, a mediados de la década del 40 y proveniente del Valle del Chubut, Aurelio Salesky Ulibarri se había radicado en el barrio Astra para trabajar en la firma homónima. Desarrolló su actividad literaria durante varios años en la comarca, aunque más tarde se asentó en la provincia de Córdoba. Entre sus muchas obras escritas en el sur, se cuentan los poemarios “Prisioneros” (1958) y “Patagonia poética” (1965), el ensayo filosófico “Trasuntos de la Vida” (1961) y la novela “Rincones de Odio” (1963). No debe dejar de mencionarse la presencia de Carmen Escalada, hija del doctor Federico Escalada, investigador que redactó “El complejo Tehuelche”. A esta escritora pertenecen los volúmenes de poesía “De la tierra al corazón” y “Transparencias del tiempo”; tras permanecer varios años en la zona, la dejó para ir a vivir a la Capital Federal.

     Uno de los principales artistas vernáculos es Asencio Abeijón. Nacido en Tandil en 1901, cuando tenía tres años sus padres se radicaron en este territorio. Fue una de las primeras plumas sureñas que superaron la barrera del Río Colorado. Dejó diversas obras de tinte costumbrista; entre ellas “Memorias de un carrero patagónico”, “El guanaco vencido” y “Recuerdos de mi primer arreo”. Con el tiempo surgieron otros creadores, como David Aracena (“Las palabras y los días” y “Papá botas altas”), Anita Pescha de Aracena (“Cómo son de azules las palabras”), Tadeo Blas Cáceres (“Narrador narrado. La fuga del cuentista”); y Raquel Aloyz de Simonatto (“Raigambres sureñas”).

     En la actualidad se destacan muchos autores. Por ejemplo, Hugo Covaro y Ángel Uranga, en narrativa; y Cristian Aliaga, Rubén González, Felipe Alarcón, Alfredo Lamas y el ya citado Mario Cabezas, en poesía. El ensayo también está presente, en especial el histórico, a través trabajos como el de Liliana Esther Peralta y María Laura Morón sobre la inmigración boer y las numerosas obras de Alejandro Aguado. El listado es por fuerza incompleto, y no refleja la totalidad de la riqueza literaria del lugar. Pero el espacio de la nota es tirano; y permite sólo, por ahora, una escueta nómina.

     Un aspecto que revela el nivel cultural de la urbe, es la presencia, en distintos momentos de su existencia, de publicaciones de crítica y difusión literaria. Una de las precursoras fue “Trépano Celeste”, órgano de la Peña Literaria de Comodoro Rivadavia fundada por Eduardo Gallegos, otro de los literatos autóctonos. Con el tiempo llegó “Crónica Literaria”, que dirige Marcelino Alvarado. Cuando en algún momento este blog dedique una nota a los suplementos y revistas literarios de la Patagonia, estos dos magazines tendrán un sitio de privilegio en la reseña.

     No se puede terminar este artículo sin mencionar la presencia cercana de Rada Tilly, población independiente aunque compañera inseparable de Comodoro, donde vive Angelina Coicaud de Covalschi, reconocida artífice de numerosas novelas. También podemos mencionar allí a Iván Covalschi, que incursionó en las letras con “La decisión de Irina” y Oscar García Molina, arqueólogo aficionado cuyas peripecias originaron su libro “Por los picaderos de la Patagonia”.

     Comodoro Rivadavia, suma geográfica donde el mar se engarza con la meseta y se une a la lejana cordillera por la cadena invisible del viento, es una síntesis de los factores que caracterizan a la Patagonia. Resulta un medio ideal para ambientar una novela; pero también para inspirar el cuento corto y la poesía. Porque Comodoro es esencialmente literaria. Lo literario rezuma en sus calles empinadas y tortuosas, en la visión permanente del golfo a veces calmo, casi siempre enojado, en sus múltiples y pintorescos barrios, en esos inesperados rinconcitos arbolados, acogedores y en ocasiones misteriosos, como el que encontró Borges en su tour...

     Pero la belleza de Comodoro no es para cualquiera. Es para el observador inquieto que conozca en profundidad esta metrópolis petrolera, sepa de su historia y su acervo cultural y haya recorrido sus pintorescos vericuetos con el espíritu pronto a absorber las sensaciones que el paisaje casi indómito le brinda. Quien la comprenda de tal manera, no podrá dejar de reconocer que Comodoro Rivadavia es una ciudad donde habita la Literatura.



sábado, 30 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY




LLUVIA

Por Carlos Sacamata (*)



Martilla la lluvia sobre los techos
como si quisiera clavarles la tarde,
en cada gota que cae y se diluye
su forma en la forma de los charcos.

Y danza en las paredes, de canales
y de grietas con la música del viento
y en las tos de barítonos desagües
recorre las encías del asfalto.
Turbia del sarro callejero y fluctúa 
el color-olor de rancios papeles
que yacen como las flores sin quereres
póstumos. Llueve y la tarde con su púa
en mi alma grita: Diario… diario. Llueve
infinitamente amor, pan y lluvia.




(*) Escritor santacruceño. Este poema fue tomado de la Antología de poesía y narrativa “Santa Cruz. Sus escritores de fin de siglo”. (Cultura Santa Cruz Ediciones, Río Gallegos, 2005).


lunes, 25 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY




EL UMBRAL DE LAS MONTAÑAS

Por María Rita Drisaldi (*)




Te esperaré en el umbral de las montañas
para ver la Cordillera desde lejos
allá… donde el río se retuerce
y el Chaltén se viste con espejos.

Te esperaré en la Cuesta de los Míguez
allá, cuando el lago se dibuja
con tinta milenaria de glaciares,
al pie de un horizonte con agujas.

Te esperaré en la piedra solitaria
un mediodía cualquiera del invierno,
te esperaré con nubes y sin viento
con escarcha, coirón y mata negra.

No te olvides del umbral de las montañas,
porque allí están guardados nuestros sueños…
No te olvides de la piedra solitaria,
de la cuesta, del río y del silencio.
No renuncies, no claudiques, no te rindas
porque allá están guardados nuestros sueños.





(*) Escritora de Río Gallegos. Es autora de los libros “Verde luna de otoño” (1986), “Viento de octubre” (1990) y “Sueños Persistentes” (2001). Obtuvo numerosos premios provinciales, nacionales e internacionales. Fue reconocida con la Mención de Honor de la Asociación de Escritoras Católicas. Integra varias asociaciones literarias, entre ellas la Fundación para la Poesía Argentina; y participó de diversos foros culturales, como el Primer Congreso de Poesía Abierta de la Argentina (1993), organizado por la SADE. Este poema fue tomado de la Antología de poesía y narrativa “Santa Cruz. Sus escritores de fin de siglo”. (Cultura Santa Cruz Ediciones, Río Gallegos, 2005).
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miércoles, 20 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY




A TU ABUELO, EL PREDICADOR

Por María Julia Alemán de Brand (*)





Quiero evocarlo, ascético y valiente
aquel predicador que fue tu abuelo;
corazón de galés, místico anhelo,
una cruz en el sur y otra en la frente.

Predicaba el sermón, o simplemente
empuñaba el arado (tierra y cielo).
Consolaba a los tristes en su duelo
su palabra y el trigo: igual simiente.

Fue la paz del trabajo su doctrina
y doblado en el surco, azada en mano
lo encontraba la estrella matutina…

… su barba patriarcal, el pelo cano
en su mundo de biblia y disciplina
fue labriego, pastor, samaritano…



(*) Poeta chubutense. Este poema fue tomado de su libro “De mi tierra paisana” (Subsecretaría de Cultura y Educación, Esquel, 2008).



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viernes, 15 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY




Zorzales en los árboles

Por Juan Carlos Moisés (*)



Hay zorzales en los árboles.
Están menos ocupados en buscar
lombrices para alimentarse que en llamar
la atención de los que habitamos el vecindario.
Es posible que la llovizna de Santa Rosa
los haya puesto en vena para hacer
el contrapunto. Lo justo es decir que esas
voces con procedencia pero sin nombre
propio se encuentran a unos pocos metros
de distancia y que ignoramos si sólo
cantan para ellos, por placer, o el macho
para atraer a la hembra, o si también,
por algún motivo, cantan para nosotros,
o para otros que no pueden oír porque están
lejos y no saben, nunca sabrán, que alguien,
en algún lugar, canta para ellos.


                                                                      (A Leopoldo “Teuco” Castilla)





(*) Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954), publicó Poemas encontrados en un huevo (1977), Ese otro buen poema (1983), Querido mundo (1988), Animal Teórico (2004), Palabras en juego (2006), Museo de varias artes (2006) y Esta boca es nuestra (2009). En narrativa: La velocidad de la infancia (2010) y Baile del artista rengo (2012). En dramaturgia: Desesperando (2008) y Pintura viva, El tragaluz, La oscuridad (2013). De 1990 a 1998 dirigió el grupo de teatro Los comedidosmediante. El presente poema está incluido en su volumen más reciente, El jugador de fútbol (2015).
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martes, 12 de julio de 2016

LA NOTA DE HOY




EL HISTORIADOR CHUBUTENSE ORESTES L. TRESPAILHIÉ


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



     Recordar sólo por su condición de historiador al multifacético literato chubutense Orestes L. Trespailhié, no es deslucir su variada inspiración como escritor, de la que dará buena cuenta este artículo; sino resaltar la importancia de su tarea pionera en el rescate del pasado regional. En 1930, mientras se desempeñaba como catedrático de Historia del Colegio Nacional de Trelew, publicó la obra “Historia del Chubut”. En ella se percibe el interés por indagar sobre la antigüedad y un estilo literario que da vigor, poesía y amenidad a sus textos. Dice en su introducción:

     “…esta es una síntesis histórica del Chubut: territorio argentino que en cada palmo encierra un poema a la labor cruenta y tesonera de muchos… estas modestas líneas que no tienen otras pretensiones que mostrar a las actuales generaciones cuánto costó el solar que usufructúan”.

     El libro presenta verdaderas perlas. Por ejemplo, al hablar de la Colonia Galesa del Chubut y bajo el título de “Existencia de un anterior intento”, afirma: “El Padre Lino Carabajal, en su obra “La Patagonia”, dice que en 1855 se llevó a cabo, de parte de los galeses, el primer intento colonizador en la desembocadura del río Chubut. Esta expedición que venía al mando del capitán Elsegood, se desalentó por las penurias pasadas y el rigor climatérico, y abandonó la empresa en 1858”. ¡He aquí la fuente original de la noticia sobre la colonia perdida de Elsegood, respecto a la cual se dedicó una nota anterior en este blog!

     No fue esa la primera muestra de la vocación por las letras de Trespailhié. Cuando aún no estaba en el Chubut y antes de abocarse a la Historia, mostró interés por la Física y la Pedagogía. Entre 1909 y 1919 difundió varios tratados sobre esas disciplinas; tales como “La Odóstica. Teoría física de los olores”, una teoría propia que atribuye los aromas a la vibración atómica de la materia; y “La educación social”, ensayo sobre la necesidad de crear en el individuo “la capacidad para una vida social para sí y para los otros”.

     Reafirma su interés en la enseñanza editando “De la educación del Pueblo”, en 1925; que propone un modelo educativo basado en tres ejes: moral, físico e intelectual. El volumen mantenido en la Biblioteca Nacional está dedicado por el autor al doctor Francisco Albarracín, a quien llama “el más grande de los hijos de la Patagonia”. Ello sugiere que ya entonces Trespailhié estaba en el sur. Esto se confirma en 1928, al imprimirse su “Colonización Española del Chubut”; donde se indica que es profesor de Historia en Trelew.



     Para 1932 ya había dado a conocer varios estudios sobre historia, como “La tragedia de San José”, “La colonización boer en el Chubut”, “Oreille 1ro, rey de la Patagonia”, “Los tehuelcunis, tehuelches o patagones”, “La batalla de Languineo, “La acción de Apeleg”, “Los gobernadores del Chubut”, “La colonización galesa en el Chubut”, “Biografía del Coronel Luis Jorge Fontana”, “El espíritu de la Historia”, “El presidente Roca y la Patagonia”, “Doctrinas de la Historia”, “Una pipa araucana”, “Cronología histórica del territorio de Santa Cruz” y “Las cuevas habitaciones”. Además, el libro escolar “Síntesis de la historia de Roma” y “Por la paz de América”, folleto que propugna transformar a América en un imperio de la paz. Con fecha desconocida, difundió un breve ensayo de carácter moral llamado “Detente caminante y escucha”.

     Hacia 1933 aparece su novela “Los tchenques”. Narra, con un estilo expeditivo y acerbo, un episodio que reúne los elementos habituales de la Patagonia “amarga”; ambiente de personajes duros entre quienes impera la ley del más fuerte. Ese mismo año salen los ensayos “La revolución francesa” y “Las leyes de la Historia”; en el cual enuncia algunas tendencias en la evolución de los pueblos.


     En 1934 vuelve a la narrativa de ficción con la nouvelle “Ofelia”, ambientada en la estancia “Curuzú Guazú”, cercana a Trelew. Allí transcurre la trágica historia de amor entre Ofelia, hija del patrón, y Omar, primogénito del capataz. El romance tiene el beneplácito general; sin embargo discurre entre muerte y muerte, en el marco de la vida rural. El párrafo inicial describe el severo entorno: “Las casuarinas, que rodeaban al caserón de la estancia “Curuzú Guazú”, doblegaban su cerviz, por impulso de un vendaval del oeste, entre tanto su follaje musitaba la canción de la vida triste. Todo el día había dominado el viento del sur, trayendo nube tras nube nevosas, que, al descargarse, cubrieron el campo con un blanco sudario”.

     “Por sus frutos los conoceréis”, reza el adagio bíblico. Ése parece haber sido el lema que orientó la vida de Trespailhie, pues en su vasta bibliografía no figuran sus antecedentes personales; salvo alguna referencia a su desempeño profesional. Se sabe que nació en 1891 y que estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno de Buenos Aires. Allí se recibió de Bachiller en el año 1908; y, más tarde, de Profesor de Enseñanza Secundaria en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Buenos Aires.

     Fue celador en el Colegio Mariano Moreno en 1909, ayudante de Gabinete de Física en tal instituto de 1909 a 1915 y director de la Revista de Centro de Estudiantes del Profesorado entre 1916 y 1917. En esa época se desempeñó como profesor del Colegio Nacional del Paraguay y en la Escuela Normal de Villarrica, del mismo país. En 1918 fue docente de Física de la Universidad Libre de Buenos Aires; y de Filosofía en la Extensión Universitaria. Hacia 1925 ocupó la cátedra de historia en el Colegio Nacional de Trelew, que retuvo por lo menos hasta 1934. En 1937 dio clases de Historia en la Escuela Normal de Bahía Blanca.

     Además se sabe que pasó sus últimos años en Puerto Madryn, donde una calle lleva su nombre. Allí, su hijo Enrique, entre 1964 y 2015, administró el tradicional bazar “El Indio”. Ningún otro dato íntimo se conoce, por ahora, de este erudito que el Valle del Chubut tuvo el honor de contar entre sus educadores.

     En el ejemplar de la “Historia del Chubut” guardado en la Biblioteca Nacional, llama la atención el emblema que, bajo el nombre de “Escudo del Chubut”, adorna la tapa. Se trata de un “escudo inglés” coronado por un gorro frigio con la escarapela argentina. El campo superior simboliza el cielo y la pureza del porvenir; y el inferior representa el mar y la apacible y dinámica vida. Por la línea que divide los campos asoma un sol, símbolo del Chubut. Sobrevolándolo, un biplano es imagen del progreso; a siniestra un buque de dos velas y dos chimeneas, es la civilización en marcha; y a diestra un peñasco con un faro, señala los peligros a sortear. En la parte inferior se interna en el agua una punta de tierra, sobre la que se observa un arado, metáfora del trabajo.



     Es un distintivo creado por Trespailhié. Esta visión esperanzada del territorio chubutense, muestra el cariño que sentía el autor por la región a la cual dedicó su vida y su esfuerzo. Un suelo que, al igual que a veces hace con otros protagonistas de su historia y su cultura, no lo recuerda tanto como debería.



Nota: el autor de la nota agradece al personal del área de investigadores del 6to. piso de la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” el apoyo brindado para consultar la bibliografía pertinente. La obra del padre Lino CARBAJAL que menciona Trespailhié, es “Missioni Salesiane - La Patagonia” (Torino, SEI, 1925). Pero la obra principal del salesiano, de cuatro volúmenes, es “La Patagonia. Studi Generali — (Prima Serie: Note Storiche - Tipografia - Etnografia. Seconda Serie: Climatologia e Storia Naturale. Terza Serie: Economia. Quarta Serie: Politica - Istruzione)” (S. Benigno Canavese, Scuola Tipografica Salesiana 1899-1900).



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miércoles, 6 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY



EN LO MÁS OSCURO


Por Clara Vouillat (*)






                                   En lo más oscuro
escribo
                                   en lo más hondo
escribo
                                   en lo más sórdido de mí
escribo
para exorcizar las voces
la tierra desterrada
el cielo sin horizonte
el silencio perdido
los árboles talados
                                   el camino que ya no lleva
a la tranquila vista
de los ríos
al remanso claro del mar
a la apartada montaña
a la noche luminosa
                       En lo más oscuro permanezco.




(*) Escritora de General Roca.
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miércoles, 29 de junio de 2016

LOS POEMAS DE HOY




FLORES PATAGÓNICAS
(Fragmentos)

Por Raúl A. Entraigas (*)







Arrayán
(Myceurgenella Apiculata)

Sobre el rojizo canela
de su tronco, en la espesura,
se destaca la blancura
cual luz de una candela.

La flor de los arrayanes,
con su candidez de nieve,
es como un respiro breve
en medio de mil afanes.







Michay
(Berberis darwini)

Su faz amarilla mate
lo dijera del Oriente;
y no: el michay es pariente
del ñire y el calafate.

Es flor de criolla prestancia
y su nombre lo proclama
y por eso él embalsama
los montes con su fragancia.






Notro
(Embothrium coccineum)

Salpica sangre bullente
sobre los bosques andinos
y reflejos purpurinos
sobre el gran lago silente.

Cuatro pétalos de grana
dejados como al desgaire
encienden fuego en el aire
y dan luz a la mañana.






Linto o Amancay
(Alstroemeria aurantiaca)

¡Reina de nuestro Tehuel
y “la flor” por excelencia
tu color gualdo evidencia
que eres precioso joyel!

Como el oro es tu color,
como trigal que se agita,
como la cera bendita,
como canario cantor.

La Patagonia te aclama
como “su flor” preferida
y símbolo de su vida
los destellos de tu llama



(*) Escritor rionegrino. Tomado de su libro “Patagonia. Región de la aurora” (Editorial Don Bosco, Buenos Aires, 1959)



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sábado, 25 de junio de 2016

LA NOTA DE HOY



LA PAZ, LOS GALESES, EL COLT Y LAS CONSTRUCCIONES LINGÜÍSTICAS

Por Carlos Dante Ferrari


     Ayer a la mañana caminaba por la calle bajo un frío intenso. El paso fortuito de un patrullero y una aleatoria combinación de factores me indujeron a pensar en temas aparentemente tan inconexos como lo son la paz, la policía y el idioma galés. Quizás el disparador fue recordar que la palabra galesa para denominar a la policía es “heddlu”, en cuya etimología está de manera indudable el término paz (“hedd-”), de modo que, en una versión libre para nuestro idioma, bien podría nominarse al policía como “pacificador” o “custodio de la paz”.

     Los anárquicos hilos de la mente me recordaron entonces la importancia que tiene la paz en la cultura galesa, a punto tal que la ceremonia bárdica central en el Eisteddfod, cuando se entroniza al poeta, consiste en desenfundar a medias una espada sostenida por dos hombres, mientras uno de ellos pregunta con voz estentórea: “¿A oes Heddwch?” (“¿Hay paz?”), a lo que público clama a coro: “¡Heddwch!” El rito se repite tres veces y con la triple ratificación popular, la espada es envainada. No es casual que a partir de 1947, después de la Segunda Guerra Mundial, el Eisteddfod Nacional de Gales adoptara como lema: “Que las voces de los coros hagan enmudecer para siempre los cañones”.



     Los pobladores galeses del Chubut traían esa fuerte vocación por la paz, mas no pudieron librarse de la necesidad de contar con un órgano policial. Al principio esa función fue asignada en forma provisoria a algunos civiles. Poco después, en 1868, se creó un cuerpo de Guardias Nacionales Voluntarios integrado por 37 hombres, comandado por Edwin Roberts con el grado de Teniente (*). La tarea principal de esa milicia consistía en prevenir y eventualmente recuperar animales robados por los indios. Uno de aquellos soldados era Aaron Jenkins. Años más tarde, en 1879, mientras Jenkins desempeñaba el cargo interino de agente de policía, fue brutalmente asesinado a mansalva por un individuo al que trasladaba  en carácter de detenido.

    En 1876 se radicó en la zona el primer comisario nacional, Antonio Oneto. Se trataba de un destacamento más que nada simbólico, pues como el propio Oneto le comentaba en una carta a Luis Piedra Buena: “(…) observo que también esta comisaría es completamente sin armas; tiene un solo revólver que es de mi propiedad” (**)



    No deja de ser una paradoja que, para asegurar la paz, hay un punto extremo en el que se torna necesario acudir a un mecanismo potencialmente represor o disuasivo, con la potestad legal de portar armas. Aunque no tenemos datos sobre aquel revólver de Oneto, cabe preguntarse: ¿Sería acaso un Colt 44? Es improbable, pero el interrogante viene a propósito de otro retruécano lingüístico vinculado a la paz y a las armas. En 1873 la fábrica norteamericana Colt comenzó a producir la primera generación de revólveres de acción simple, que pronto adquirieron una enorme popularidad. Se hizo una producción calibre 44 con destino al ejército, la caballería y la artillería. Para el mercado civil se fabricó en los calibres 44–40 y 32–20. ¿Y saben ustedes cómo fue bautizado ese modelo? Nada menos que con el nombre de “Peacemaker”, es decir, “Pacificador” o “Hacedor de la Paz”…



     Algunos revólveres Colt SAA “Peacemaker” llegaron a nuestro país y al valle del Chubut. En mi infancia tuve ocasión de sostener uno de ellos en mis manos: pertenecía a Thomas Daniel Evans, que lo había portado durante su desempeño como agente de la policía de Territorios Nacionales. El querido “Tommy Daniel”, amigo de la familia, era una suerte de abuelo postizo para mí; un hombre de carácter afable, sumamente religioso y con grandes dotes musicales, que solía tocar el armonio en la capilla de Gaiman. Tengo la certeza de que él jamás necesitó servirse del arma para “hacer la paz”. Es que la mejor garantía de paz no está en las armas, sino la elevación espiritual de un pueblo. Y de eso, los colonos galeses –a no dudarlo– sabían mucho.

   Para finalizar, así como esta nota se inició entrecruzando palabras y significados, no está de más mencionar que en islandés –esa lengua tan querida por Borges– “hedd” (derivativo del antiguo hofuð) es una de las variantes del término “cabeza”. Más allá de la grafía coincidente, la diferencia no solo radica en los significados disímiles, sino también en que la verdadera paz –como todos sabemos– no reside en la cabeza, sino en el corazón.

    ¿Llegará el día en que la Humanidad pueda gozar de una paz sin necesidad de armas ni de policías, sostenida por la sola fuerza de la convicción?

     “¿A oes Heddwch?”

     Que las espadas del mundo permanezcan envainadas para siempre.



(*) Conf. Williams, D. – “El valle prometido”, p. 39/40 – Ed. Del Cedro, Gaiman, 2008.

(**) Conf. Zampini, V.  “Chubut – Breve Historia de una provincia argentina”, p. 47 – Ed. El Regional, Gaiman, 1975.
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jueves, 23 de junio de 2016

EL POEMA DE HOY




MIRADAS

Por Pablo Lautaro (*)



Desde el ventanal
oteo el camino
que me regala este amanecer,
llorando sobre la oportunidad
que en vísperas de adolescencia
escapó llevándose tu rostro.
No pudo el olvido
apartar tu imagen de mi delirio
y se vistió de hada.
¡Soledad…!
Soltaré amarras
cruzando brumas
hacia diminutos rayos
que se posan sobre el vidrio
en mi refugio de verano…
Vestigio de dulces luchas.




(*) Escritor neuquino. Mail de contacto: pablolautaroescritor@yahoo.com.ar