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martes, 4 de agosto de 2020

IN MEMORIAM: ELÍAS CHUCAIR




ELIAS CHUCAIR

(1926 – 2020)

LA PARTIDA DE UN ESCRITOR



Es imposible hablar de Literatura Patagónica sin mencionar a Elías Chucair. Los más de cuarenta volúmenes que comprenden su obra, son un sólido basamento para convertirlo en uno de los principales autores sobre los que se asienta el corpus literario regional. Se pueden citar, entre muchos otros, sus libros “Bajo cielo sur”, “Sur adentro”, “Desde Hullimapú”, “Con viento patagónico”, “Con grillos y silencios”, “Tiempo y distancia”, “El Maruchito hacedor de milagros”, “Cuentos y relatos”, “Hombre y paisaje”, “De umbral adentro” y “Acercando ayeres”. 


Chucair nació en Ingeniero Jacobacci el 25 de mayo de 1926. Al tiempo de empezar sus estudios en la localidad, su padre lo envió a continuarlos en el Colegio Salesiano de Viedma, donde conoció al padre Raúl Entraigas. Las poesías que el sacerdote escribía, difundidas a través de un periódico institucional y exhibidas en la cartelera escolar, despertaron en el joven una temprana afición por las letras. También hacia esta época, en el mismo establecimiento educativo, comenzó a incursionar en el teatro; una afición que mantendría con el correr del tiempo.

A lo largo de toda su rica y multifacética vida intervino activamente en diversas tareas en bien de la comunidad, incluso desde la función pública; a la par que desarrollaba su prolífica creación literaria. Sus obras muestran un estilo claro y atractivo; con una fuerte connotación regional que pone de manifiesto su profundo conocimiento de los personajes, las costumbres y los paisajes, naturales y humanos, de la Patagonia. El acervo cultural de la región fue una permanente fuente de inspiración de los textos salidos de sus manos; mostrando que la riqueza temática que esta tierra ofrece es valioso pábulo para la creación literaria.


A los títulos mencionados más arriba, y a fin de señalar aún más la importancia de su aporte a las letras sureñas, pueden agregarse “Dejaron impronta”, “Rastreando bandoleros”, “Anécdotas de un rincón patagónico”, “Cuentos y relatos patagónicos”, “Historiando mi pueblo Huahuel Niyeo / Ingeniero Jacobacci”, “Testimonios de antaño”, “Breves historias de mi pago”, “Quetrequile… el pueblo que fue”, “Teatro Vocacional en la Línea Sur Rionegrina”, “Antología poética”, “Desde la Patagonia de todo un poco”, “Del archivo de la memoria”, “Estampas y recuerdos”, “Rescatando ayeres”, “Hacia mis raíces… el Líbano”, “La Inglesa Bandolera y otros relatos”, “Partidas sin regreso de árabes en la Patagona” y “El collar del Chenque”. A ellos debe agregarse los más de treinta cuadernillos “Aquí y Ahora”, que narran episodios de la historia de su patria chica.


El pasado 30 de julio, en su ciudad natal, falleció el ilustre jacobacino. Recordando uno de sus títulos, se podría decir que ese día ocurrió su partida sin regreso. Sin embargo, como sucede con los artistas que se perpetúan a través de sus obras, Elías Chucair va a volver cada vez que un lector tome uno de sus libros, lo abra, comience a recorrer las páginas y, disfrutando de los textos escritos por la hábil y amena pluma del autor, reviva una vez más en su imaginación el legado del genial rionegrino.




J.E.L.V.


domingo, 2 de agosto de 2020

EL CUENTO DE HOY




MADRE E HIJO
(Cuento cíclico)


Por Jorge “Cuqui” Honik (*)




Cuando la madre murió, el hijo hizo construir sobre su tumba un pequeño muro rectangular.  Pidió que le prepararan un agujero en la cabecera con la idea de colocar una lápida de madera, que él mismo fabricaría.

Un mes después regresó, sin la lápida, y desparramó sobre la tierra unas semillas de flores.

No retornó nunca más.

La madre, acurrucada entre sus huesos, suspiraba y se quejaba. No podía comprender el olvido del hijo.

“¿Por qué no viene a verme, por qué no me trae unas flores aunque sea para conformarme?”

“Nunca te gustaron las flores” respondió el padre desde su propia tumba, con el hilo de voz que lograba filtrarse por la compacta greda.

 “Quisiera saber cómo le va, cómo andan los chicos en la escuela”.

 “Vendrá cuando pueda”, dictaminó débilmente, pero con firmeza, el padre.

 Las voces se perdieron: el olvido se las llevó. La carne, fragmentada en moléculas, transportada por aguas subterráneas, cayó al río que bordeaba el cementerio.  El alma, más habituada a esperar, se aferró con tenacidad hasta que ya no pudo sostenerse.  Con un suspiro, se internó en el invisible derrotero del aire.

Cuando el hijo, con su desasosiego de años a cuestas, murió a su vez, pensó que al fin saldaría sus cuentas; se reuniría con la madre en la eternidad.

Pero encontró la tierra vacía. No pudo siquiera reconocer los huesos, que el tiempo había confundido.

Ocupados con sus familias, tampoco sus hijos vinieron a visitarlo.  Prudente, no emitió una queja; pagó su deuda con silencio hasta que el descanso le abrió las puertas.


Las venas del planeta y la mágica mano del azar reunieron a la madre y al hijo en un junco a orillas del Ganges, en una piedra negra del Perú, en la pupila vidriosa de un pez del Mar de los Sargazos. Y, con todo el poder de la memoria, en el vientre de una parturienta de labios resecos, instantes antes de que unas precisas tijeras de hospital se hundieran en el cordón de piel sanguinolenta para iniciar, una vez más, el rito mil veces repetido del grito, la separación, el llanto, la búsqueda.


Bariloche, junio ‘90






(*) Escritor rionegrino; nacido en la ciudad de Buenos Aires y radicado en El Bolsón desde hace más de treinta años. Es farmacéutico universitario y docente de artes y ciencias exactas. Publicó, entre otras obras, el volumen de cuentos “La selva iluminada” (Fondo Editorial Rionegrino, Viedma, 2006). En su faz de dramaturgo ha escrito aproximadamente quince obras teatrales, que llevó a escena en calidad de director; actividad que continúa realizando a la fecha. Su cuento “Gondwana” obtuvo el Premio CFI en Letras del año 1983.


miércoles, 22 de julio de 2020

LA NOTA DE HOY




SOBRE EL DEPORTE Y LOS LIBROS

Por Jorge Eduardo Lenard VIVES




Hace un tiempo, la escritora Olga Starzak publicó en estas páginas un artículo llamado “El fútbol como objeto de la creación literaria” (*); que hablaba sobre la relación entre ese deporte y la Literatura. Luego de dar diversos ejemplos de cómo las letras reflejan tal actividad lúdica, la autora concluía que “la Literatura abarca todos y cada uno de los temas de la vida; y el fútbol forma parte de ellos”. Si se generaliza ese concepto, puede decirse que el deporte, en todas sus variantes, es parte de la vida. Por ello, no es llamativo que muchos autores lo hayan tomado como tema para sus obras de ficción. Se aclara “de ficción”, porque –salvo unas excepciones que va a ser necesario citar más adelante- quedan fuera de esta nota los numerosos, numerosísimos, ensayos y otras muestras del género didáctico que tratan sobre el tema. 

En muchas narraciones cortas y largas de ficción de diferentes países se apela a una trama deportiva, en sus distintas variedades: “Muerte contrarreloj” de Jorge Zepeda Patterson (ciclismo), “Mi cuñadito” de Rubén Rodríguez Lamas (básquet), “El precio de la victoria” de Sara Brown (tenis), “Tenías que ser tú” de Susan Elizabeth Phillips (fútbol americano)… La lista sería interminable; incluyendo las obras de varios premios Nobel: el capítulo que Thomas Mann dedica al esquí en “La montaña mágica”, el cuento “El río de los dos corazones” y los párrafos de “Islas en el Golfo” que Ernest Hemingway escribe sobre la pesca, la novela “El miedo del portero ante el penalty” de Peter Handke. Las sensaciones de diverso tipo que el ejercicio físico recreativo despierta en el ser humano fueron objeto de atención por parte de los escritores.

¿Y en la Literatura Patagónica?

Sin dudas una de las primeras menciones debe ser a Osvaldo Soriano, quien recordando su juventud en Cipolletti, volcó en el volumen “Cuentos de los años felices” algunos relatos futboleros ambientados en la zona. Uno de ellos es “El hijo de Butch Cassidy”, que narra el mundial “realizado” en Barda del Medio en 1942; singular copa del mundo con particulares reglas, disputada por una insólita nómina de equipos. Esta pasión de unir el juego de la pelota y las letras, originó hace un par de años en Puerto Madryn un concurso literario de narrativa organizado por la “Liga de Fútbol Valorado”. Si bien en su primera edición la temática era sólo sobre el balompié, en la segunda ya se amplió su alcance a todas las disciplinas deportivas.

Al tener un alcance universal, no es ajena la región a la atracción por el fútbol; pero hay otros deportes con particular incidencia en la Patagonia. Verbigracia, la natación y el submarinismo. El cuento “Séptima dimensión” de Margarita Borsella, hace referencia a una entusiasta de la apnea que, al zambullirse en el mar para disfrutar la visita a un buque hundido, sufre un incidente y una extraña vivencia. Si bien no se encuentran demasiados antecedentes del tema en la zona, es oportuno hacer aquí una excepción a la norma impuesta en esta nota –“hablar sólo sobre obras de ficción”– y mencionar el libro “Buceando recuerdos” del madrynense Pancho Sanabria; una interesante evocación de la historia del buceo nacional.

Otro de esos deportes de arraigo patagónico es el esquí. Una de las pocas novelas que lo toma como parte de la trama es “Magia blanca”, de Eduardo Gudiño Kieffer. Pero no ocurre en la Patagonia, sino un poco más al norte; en las pistas de Las Leñas, en Mendoza. No hay muchos otros ejemplos de ficciones sobre el tema; pero sí de ensayos. Por eso, volviendo a apelar a la premisa de citarlos cuando se cree necesario, se menciona como ejemplo el libro “Historia del esquí en Bariloche”, de Schatz Bachmann; que describe el desarrollo de la afición en esa zona. La otra cara de las montañas, el andinismo –mientras en el esquí se disfruta descendiendo, en la escalada el placer es ascender– ya fue tratado en este blog tiempo atrás (**), por lo que no se volverá a mencionar la vasta bibliografía que habla sobre ese deporte. Sólo se hace referencia a un par de piezas de ficción halladas sobre el particular: los cuentos “Tinieblas impenetrables” de Olga Starzak y “Juntos” de Martha Perotto.

Las carreras de autos siempre tuvieron arraigo en las localidades del sur; con algunas manifestaciones clásicas como las competencias de “Ford T” del Valle del Chubut, los “hot rod” en Comodoro Rivadavia o el rally “Vuelta de la manzana” de Río Negro. Parte de esas expresiones fueron las legendarias pruebas de turismo carretera que se desarrollaban en la ruta varios años atrás; y que el escritor Jorge Honik nos recuerda en unos párrafos de su cuento “Gondwana”. Allí remeda las transmisiones radiales por medio de la cuales se seguían las vicisitudes del certamen:

Los fluidos radiales volvieron a encontrarse y estallar. Una voz se irguió sobre la otra hasta ahogarla. Por sobre el lento monólogo, Gambino, erizado por la excitación, gritó frenéticamente: “¡El número cincuenta y nueve ya pasa por el palco oficial! (¡Brrrmmmm!) … ¡El cincueeentaynueeeve! ¡D´Onofre, identifíquenos a ese coche por favor!

Y más adelante:

… aquí viene Antonio Díaz con alguna información. Adelante, Antonio.
-Sí… eeeh... gracias, Juvenale… Emm… sí… quería decirles que… mm… tenemos la confirmación del pasaje del número cincuenta y nueve… uhhh… no tengo aquí la identificación y le agradecería a D´Onofre que nos la diera… (desde una frecuencia de onda que transformaba la voz humana en una ininteligible ronquera electrónica, llegó la voz de D´Onofre supuestamente proporcionando la requerida información) …gracias…. uhhh… D´Onofre… Repito entonces… el cincuenta y nueve acaba de pasar por… Laguna Blanca, hace aproximadamente cuatrooo… cuatro minutos.
- Gracias Díaz.
- De nada… mm… Juvenale.

Después de realizar este rápido e incompleto recorrido por el tema, se podría afirmar que no es raro que el deporte se refleje en la Literatura. Extraño sería que no lo hiciese, en especial en su faz “activa”. Pues el deporte tiene dos faces: una contemplativa, en la cual el simpatizante lo ve como espectador – que da pie a la aparición del “profesionalismo” -; y otra activa, donde es el mismo aficionado quien lo practica. Esta última faceta es muy acorde a la experiencia literaria; pues del hecho en sí surgen las emociones íntimas que generan una sensación de gozo inmanente a la condición humana. Una cosa es verlo; y otra sentir la euforia de driblear la pelota entre un par de rivales y embocarla con un tiro certero en un ángulo inalcanzable del arco, de escuchar el sonido de las tablas deslizarse sobre la nieve obedeciendo al antojo del esquiador al menor cambio de peso, de esquivar el tackle de un contrario y arrojarse con la guinda bajo el cuerpo justo en medio de la “hache”, de sumergirse en el reino silencioso del agua clara y ver el magnífico espectáculo de lo subacuático donde cada rasgo adquiere otra dimensión, de cruzar la meta después de correr varios kilómetros con el cuerpo casi exánime pero el alma llena por haber vencido las propias flaquezas, de experimentar el gozo de hacer cumbre luego de haber superado en la roca unos cuantos pasajes de distinto grado de dificultad…

¡Claro que esas son sensaciones para ser llevadas a la Literatura!




(*) “El fútbol como objeto de la creación literaria”. Olga Starzak. Literasur, 10/07/2010.
(**) “La Literatura de montaña”. Jorge Vives. Literasur, 21/07/2015.

martes, 14 de julio de 2020

EL POEMA DE HOY



        ROMANCE DEL TAMARISCO



     Por Raúl A. Entraigas (*)




A fuerza de estar con gauchos,

se ha hecho gaucho el tamarisco.


Con su tenue verde mate,

tusado como cerquillo, 

es el seto primoroso 

de la estancia de los ricos;

y crinudo y ramilargo 

junto al humilde ranchito, 

refugio de aves caseras 

y adorno agreste y sencillo.


A veces, los salitrales 

del ancho campo argentino, 

dejan yermas las llanuras

como páramos malditos; 

pero si llega a enraizarse 

nuestro arbusto campesino 

¡el páramo es un vergel, 

el desierto está vencido!


Cuando el viento patagónico 

desata su paroxismo;

¿quién protege a nuestras flores

de sus furias y silbidos?

El único buen baluarte,

el único fiel amigo 

es el modesto ramaje

de nuestro arbusto patricio, 

que las abraza en sus frondas

como una madre a sus hijos...


Ni grados ni paralelos

reconoce el tamarisco: 

tanto acompaña al labriego

que escribe el canto del trigo

con los surcos del arado.

Allá, en la patria del frío,

se acoquina tras el rancho

del ovejero fueguino 

para tenderle sus ramas

cómo quien tiende un abrigo...


A fuerza de estar con gauchos,

se ha hecho gaucho el tamarisco, 

y hoy es más criollo 

que todos los árboles argentinos.


En él templó la calandria 

los preludios de sus trinos 

y en él dejó de recuerdo

todo el calor de su nido.

Y diz que ese canto nuestro 

tajante como un gemido, 

profundo como un misterio, 

sagrado como un bautizo, 

consagrólo para siempre

como criollo al tamarisco.


Desde entonces diz que gime 

cuando gime el campesino 

bajo el látigo “e’la seca”

o al azote de un granizo.


Baila al compás del pampero

y tiembla yerto de frío, 

cuando la escarcha les corta

los pies a sus paisanitos...

Llora junto a las bordonas

y plañe tristes y estilos

cuando el viento le prodiga

sus furias y despotismos;

¡si está curtido a lo criollo, 

por la lucha contra el sino!


¡A fuerza de estar con gauchos

se ha hecho gaucho el tamarisco

y hoy es más criollo 

que todos los árboles argentinos!





(*) Escritor rionegrino (San Javier, 1901 – Buenos Aires, 1977).




miércoles, 1 de julio de 2020

LOS MICROPOEMAS DE HOY





CUATRO MICROPOEMAS DEL LIBRO “GORRIONES DE LA NOCHE”

Por Jorge Curinao (*)


Mi tristeza viene de los puentes, no de la noche.


Casi no he conocido a mi padre, pero siempre lo he extrañado. Su ausencia es un niño sin alas: dibuja un pájaro.


De noche, el viento se detiene. Un perro que ladra inventa el desierto.


El viento es nuestro amor eterno: existe para que los álamos no se olviden de cantar.



(*) Escritor de Río Gallegos. Micropoemas tomados de su libro “Gorriones de la Noche” (Trelew, Remitente Patagonia, 2020).