google5b980c9aeebc919d.html

lunes, 14 de enero de 2013

LA NOTA DE HOY





LOS LIBRITOS GRISES


Por Jorge Eduardo Lenard Vives





Siendo chico llamaron mi atención ciertos libritos, folletos más bien, que reposaban sobre uno de los estantes de la biblioteca hogareña. Sus tapas plomizas, o de un verde o un celeste desvaído, agrisado por el tiempo; les daban un aspecto de distinguida antigüedad. Al principio, tomándolos con cuidado de su sitio, tal era el respeto que me inspiraban, me gustaba ojearlos para contemplar las nítidas fotografías de arpones, placas grabadas, tokis y otros instrumentos líticos u óseos similares. Luego comencé a leerlos, en forma fragmentaria, según que algún tema atrajera mi interés; y fui memorizando los nombres de sus autores, más tarde reencontrados en mis lecturas de adulto: Félix Outes, Milcíades Alejo Vignati, Juan Ambrosetti.

Eran las Publicaciones del Museo de La Plata, esa colección de documentos creada por el Perito Moreno, para difundir los trabajos de los mejores investigadores del país en diversas ramas del conocimiento; en particular, de la arqueología patagónica. Traigo su recuerdo a estas páginas, porque alguna vez dije que el género didáctico, para ser Literatura, debía expresarse en un lenguaje plástico; y, en muchos casos, estos ensayos breves lo hacen. Pero también tienen otra relación con las letras patagónicas: varios de ellos registran testimonios inapreciables de una de sus primeras manifestaciones, las leyendas y relatos orales de las etnias locales primigenias.

Analicemos un par de esos opúsculos. Por ejemplo, el llamado “La pretendida existencia actual del Grypotherium” de Robert Lehmann–Nitsche; editado en 1901. Para comentarlo, debemos hablar sobre el autor; un científico alemán que vivó 33 años en la Argentina y que, ya vuelto a su suelo natal donde murió en 1938, continuó aportando sus conocimientos para la comprensión de la pre y protohistoria de la Argentina. Muchos de sus estudios los hizo en el Museo de La Plata; pero también recorrió el interior del país entre 1900 y 1926, en especial Chaco y Tierra del Fuego. En el librillo de referencia, que devela el origen de la leyenda que dio pábulo a la creencia en la supervivencia del Neomylodón, encontramos pasajes de sumo interés para conocer los mitos sureños en sus versiones de primera mano. Allí detalla lo que dijo su informante y amigo Nahuelpi respecto al “zorro-víbora”, que el científico identifica con la lutra: “El zorro-víbora existe en el agua. Este agarra gente en el agua. Tiene una cola con que agarra la gente. Pero cuando lo adoran no hace daño. Cuando lo adoran le dicen “¡Padre, dueño del agua, por servicio no nos haga mal a nosotros!” le dicen. “Dueño del agua, por su milagro que pasemos bien al otro lado de su agua”, le dicen”.



Otro ejemplo puede ser “Los talleres arqueológicos de Gualjaina”, publicado en 1945 por Tomás Harrington. También una referencia al escritor; un maestro que ejerció en varias escuelas en el noroeste del Chubut, empezando en 1911 por la de Gan Gan. Luego, ya jubilado, retornó a la Patagonia para seguir sus estudios etnológicos; en los que fue acompañado por un joven Rodolfo Casamiquela. Harrington dejó muchos trabajos, como su “Contribución al estudio del indio gününa küne”. La obrilla que mencionamos más arriba revela cuán minuciosa fue la reunión de datos que hizo y sus dotes de observador: “El valle del Gualjaina estuvo totalmente cubierto de pastos, en el decir de los antiguos pobladores del lugar; pero los guanacos, abundantes décadas atrás y hoy casi extinguidos en la región, los vacunos y yeguarizos, y más tarde y en el día gran cantidad de ovejas, ayudados por un suelo blando y semiguadaloso, por los fortísimos vientos del oeste que toman longitudinalmente el valle, y por el tránsito sobre el camino, han convertido al terreno en “peladal” y el todo en “voladero”. En una nota al pié, aclara ambos regionalismos.

El moderno interés por la no ficción hizo surgir, en los últimos años, innumerables libros de “divulgación científica”; entre los cuales la arqueología austral fue una de las temáticas preferidas. Aparecieron así trabajos inclinados a lo académico, como “Los cazadores-recolectores del extremo oriental fueguino”, de Atilio Francisco Zangrado, Martín Vázquez y Augusto Tessone, o “Glaciología y Arqueología de la Región del Lago Argentino”, de Roberto Andreone y Silvana Espinosa; y otros con un sesgo hacia lo literario, como “Por los picaderos de la Patagonia”, de Oscar García Marina.

De esos modernos libros, ilustrados a colores, con tapas atrayentes y brillantes, los humildes folletines platenses son venerables ancestros. Seguramente algunos estudiosos modernos recurren a ellos para obtener datos de valor para sus pesquisas; como también suelen frecuentarse los enjundiosos artículos de la revista Argentina Austral. Ambas publicaciones comparten la misma suerte; permanecen en la sombra para muchos lectores y son sólo conocidas por los especialistas. No sería malo que se supiese más de ellas. Entre otras cosas, permitiría entender que la investigación sobre los pobladores autóctonos, sus antepasados y el folklore y la mitología regional, no es una novedad de los últimos años; sino que desde principios del siglo XX –y antes– muchos eruditos se preocuparon por recuperar y conservar para la posteridad, con rigor científico, el acervo vernáculo. 

Bookmark and Share

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias querido Eduardo por la nota, tan lograda desde lo ilustrativo como tambien tan completo relato sobre costumbres,y hechicerías de nuestro Sur, tan rico en leyendas y modismos desconocidos para los que habitamos esta parte de nuestro país.Un abrazo sincero Vic

Jorge Vives dijo...

Victoria, muchas gracias por el comentario; sé que tu lectura de estos artículos es detallada. Y también gracias, por el permanente acompañamiento en este blog. Aprovecho para felicitarte por la publicación de tus obras en Literarte (http://revistaliterartedigital. blogspot.com.ar), un blog que se caracteriza por la buena calidad de las creaciones literarias que ofrece a sus lectores.