El Eisteddfod del año 2009 en sus dos ediciones -el de la Juventud, en septiembre y el Eisteddfod del Chubut, en octubre- será recordado por una situación feliz y poco frecuente: el lauro más importante en lengua castellana fue cosechado en ambas ocasiones por una joven poeta gaimense: GERALDINE MAC BURNEY. Esta bella y talentosa escritora chubutense es hija de Mónica Jones, otra destacada poeta también ganadora del Eisteddfod en galés y en castellano. entre otros lauros. Hoy publicamos en Literasur los dos poemas ganadores.
MEDALLA DEL EISTEDDFOD DE LA JUVENTUD
SEPTIEMBRE 2009
ALUMBRAMIENTO
Esa noche el crispar de sus alas presagió mi soledad en silencio.
Entre sus entrañas glaciales el cielo tembló
con esquirlas titilantes como engranajes de plata.
Un bosquejo de sombra lunar anunciaba el fin de tu espera.
Hoy necesito tu abrazo, tibio, como cuando encorvada en tu vientre
germinaba elemental y éramos un sólo silencio.
Esta noche un frío lunar enhebra mis manos.
La niebla todo lo envuelve.
Ya es hora de volver a casa.
Entre sus entrañas glaciales el cielo tembló
con esquirlas titilantes como engranajes de plata.
Un bosquejo de sombra lunar anunciaba el fin de tu espera.
Hoy necesito tu abrazo, tibio, como cuando encorvada en tu vientre
germinaba elemental y éramos un sólo silencio.
Esta noche un frío lunar enhebra mis manos.
La niebla todo lo envuelve.
Ya es hora de volver a casa.
CORONA DE PLATA - EISTEDDFOD DEL CHUBUT
OCTUBRE 2009
INVENTARIO
Media docena de besos en cuarto menguante,
un manojo de caricias,
un billón de abrazos diluidos,
dos cucharadas soperas de dulzor.
Quinientos kilómetros de rabioso viento encorvado de silencios,
dieciséis calendarios abatidos por álamos en combate.
Un par de rugientes roperos aceitados de disfraces y muñecas.
Un coro de ranas, siete gnomos, un batalllón de norias adormecidas de invierno,
cinco metros de estanterías rociadas de dulceras.
Seis años de despertar con el clamor del pan recién horneado
y dos abuelos -cosmologías de mi universo-.
Dos hermanos -luz solar de mis días-,
una madre, mi madre -matriz de pentagramas que bombean mis latidos-
y un padre ultramarino que me acompaña.
Todo lo que queda -y lo que no- es lo que somos.
Y a menudo dejamos buena parte en el olvido
mientras el cielo se va cerrando y sin darnos cuenta
los días pasan con sus ojos de vidrio y su cuerpo de acuarelas.
Me asomo a la ventana y un campanario derrama su voz de agua en la meseta.
Más allá un estrépito de pájaros acomoda su vuelo en el viento.
El pueblo está más lindo que nunca.
Los jardines se despiertan lentamente del letargo.
Me despido del río, de las norias, del túnel,
del último atardecer incendiando flores en el cielo
y emprendo el camino obligatorio.
Sólo queda la arcilla que enraiza mis pies en esta tierra.
(Material fotográfico: gentileza de www.vistasdelvalle.com.ar)
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