LA
PATAGONIA POLACA
Por Kayra
Wicz
“Monte Solo” es una colina ubicada en el extremo sudoeste de
la Provincia de Chubut, con una
altitud de 642 metros sobre el nivel del mar. A 10 km de ahí se encuentra
“Valle Koslowsky”.
Julio G. Koslowsky, naturalista de origen
polaco llegó a América alrededor de 1894; recorrió el Chaco paraguayo y el Mato
Grosso. En sus viajes conoció al perito Moreno, quien en 1896 iniciaba una
expedición naturalista a la Patagonia para explorar
los territorios que aún permanecían desconocidos; además de estudiar su flora,
fauna y topografía con ojos de científico y delimitar la frontera con Chile.
Juntos recorrieron el departamento de
Senguer en Chubut, hasta la costa del Lago Blanco. Entre sus méritos, se cuenta el haber explorado la
totalidad del departamento Río Senguer; ser uno de los primeros en alcanzar el extremo oeste del recóndito
lago La Plata; ubicar y trasladar al museo de La Plata el primer meteorito
hallado en la Patagonia; ser el primer colono de Valle Huemules y con su
presencia haber conseguido el valle para Argentina. En reconocimiento a
esa decisión es que el valle próximo lleva su nombre.
En Comodoro Rivadavia, ocho años después,
se registra otro antecedente de la presencia de los polacos en el sur del país.
Corría el año 1906 cuando el padre Ludovico Devrowsky, sacerdote polaco de la
congregación salesiana, bendijo las máquinas para la búsqueda de agua. Y fue
allí donde encontraron petróleo.
Estos dos hombres fueron parte de la gran inmigración sucedida desde
1770 a 1960. La inmigración europea
hacia la Argentina se produjo en diferentes contextos, ritmos, intensidades y
características. La llegada de los inmigrantes al país respondió a patrones
mundiales de flujos de población. Sus causas
principales fueron las guerras de la independencia, los posteriores conflictos
bélicos internacionales, las crisis económicas. Surgieron así las ideas de “crisol de razas” y pluralismo
cultural. La yuxtaposición de rasgos culturales criollos y extranjeros constituyó
la principal característica de esta "sociedad en transición”. La mayoría de ellos abandonó su patria en un gran acto de valentía, pues
ignoraban casi todo de su lugar de destino.
Los italianos fueron el grupo más
numeroso, le siguieron los españoles, y luego franceses, ingleses, galeses y
como grupo más reducido polacos, rusos,
sirios, armenios.
Se recuerda el Día Nacional del Inmigrante al 4 de Septiembre, ya que ese día, en 1812, el primer Triunvirato
firmó un decreto que decía "…el gobierno ofrece su inmediata protección a
los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su
domicilio en el territorio ". De esta forma la República Argentina abrió
sus puertas a los inmigrantes del mundo.
En el prólogo de la Constitución de 1853, alude a los
inmigrantes diciendo... "todos los habitantes del mundo que quieran
habitar el suelo argentino". Y en su artículo 25 decía: "El
Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir,
limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de
los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias
e introducir y enseñar las ciencias y las artes".
En 1875 se crea la Comisión
General de Inmigración, y en 1876
se dicta la ley N° 761, denominada Ley de Inmigración y Colonización.
El término
migración es definido como “el movimiento que realizan las personas de una
población y que implica un cambio de localidad en su residencia habitual en un
tiempo determinado, cruzando fronteras o límites territoriales de una región
geográfica”.
La descripción de los movimientos migratorios, las leyes que los amparan,
la lectura de documentos textuales y fotográficos, distan enormemente de lo que
la migración significa. Se aproximan a ella desde lo legal y documental; pero
eso nunca describirá las sensaciones y emociones que debieron transitar todos
esos hombres, que hicieron del miedo una coraza y cruzaron los océanos del
mundo en una nave de principios de siglo .Siempre se dice que zarparon llenos
de sueños, de esperanzas. A veces pienso que es una imagen algo ingrata
de ese momento. Hombres, mujeres y niños dejaron toda su vida atrás, soportaron enfermedades,
inmensas tristezas por los que quedaron, por los que morían en los barcos de
fiebre amarilla, tifus, tétanos, tuberculosis. Decidieron hacerse
cargo, no se quedaron pensando en egoísmos inútiles, se armaron de la nada.
Querían ganarse cada centavo; reconstruyeron su vida, y así ayudaron a formar y
conformar un país. Creo que comenzaron sus sueños y esperanzas cuando pisaron
tierra firme; ahí se vieron, se reconocieron, se ayudaron y aprendieron, ahí
comenzaron a creer. Criaron a sus hijos, trabajando y siendo honestos; con los
pies en la tierra y la mirada al cielo salieron adelante y dieron el ejemplo.
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1 comentario:
En esta nota, Kayra Wicz evoca al Padre Devrowsky y a Julio Koslowsky (quien también fuera recordado por Mónica Soave, en uno de los relatos publicados en “180 SUR – Biografías en la Patagonia!). A través de estas figuras de la historia patagónica, Kayra desarrolla dos conceptos que me gustaría resaltar. El primero se relaciona con la rememoración de los pobladores de origen polaco en la Patagonia. Hace un tiempo, en una nota referida a la presencia de los croatas en la región, resalté la cultura y las características de tal pueblo, poseedor de un importante acervo cultural y artístico; que trajeron a estas tierras junto con su – seguramente muchas veces magro - equipaje. Lo mismo debe decirse de Polonia, esa nación de arraigadas tradiciones religiosas, tierra de artistas que se manifiestan en la música, la literatura, la pintura, en la arquitectura... con creadores como Chopin, Sienkiewicz o Milosz; y creaciones como los edificios de Cracovia o Varsovia. Pero, a la par de su riqueza artística y cultural, también es un pueblo sufrido y valiente, que desde tiempos inmemoriales sufrió vicisitudes de todo tipo y guerras devastadoras; de las cuales siempre se levantó, con heroica constancia. Kayra, con su prosa clara y emotiva, nos trae el recuerdo de ese país; del cual sus descendientes argentinos deben sentirse orgullosos.
Pero hay otro aspecto que Kayra también remarca: el de la inmigración en general (y la inmigración en la Argentina, en particular). Y lo hace de una manera muy sentida, con una convicción que se nota en cada una de sus palabras, de sus frases; cuya visión comparto. En otro artículo de Literasur señalé que la característica de migrante es una condición humana. Aquí Kayra profundiza en algunos aspectos psicológicos de quien emigra e inmigra – indisoluble pareja de términos. A veces, mirando desde nuestro cómodo siglo XXI, puede quedar la falsa idea de una situación fácil para aquellas mujeres y aquellos hombres. No es raro caer en esta visión anacrónica; que a veces también se adopta para analizar erróneamente la historia. Como dice la autora, “Siempre se dice que zarparon llenos de sueños, de esperanzas. A veces pienso que es una imagen algo ingrata de ese momento… Creo que comenzaron sus sueños y esperanzas cuando pisaron tierra firme; ahí se vieron, se reconocieron, se ayudaron y aprendieron, ahí comenzaron a creer”. Posiblemente, zarparon con mucha incertidumbre; pero también con la voluntad para enfrentar lo que fuese necesario para reconstruir su vida.
Esta nota es un buen un recuerdo y un buen homenaje para todos aquellos que, amparados por el preámbulo de nuestra Constitución y por sus artículos, buscando la felicidad que da la paz y el trabajo, vinieron a esas tierras y dejaron todo, hasta sus descendientes. De esa manera hicieron hacer crecer esta República Argentina, que fue la suya, que es la nuestra. Por eso es de bien agradecidos tenerlos siempre presentes; y verlos como ejemplo de constancia, esfuerzo, trabajo y cariño hacia la tierra que los albergaba, como los ha visto Kayra en su nota.
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