EL GUARDA
Por Miguel Oyarzábal (*)
La tarde también se deslizaba
por las vías del Ferrocarril
Belgrano
y el tren se escapaba de Buenos
Aires.
Desde la ventanilla
sentí como el sol
se resistía a alcanzar la noche
como cuando era chico.
El poema
como un mecano
se armó en la cabeza.
Temeroso de perderlo
desenfundé el cuaderno
y una lapicera negra.
Apoyado en el maletín
intentaba escribirlo
con todas las torpezas en
contra.
En ese momento
entró el guarda en el vagón,
en aquel tiempo había guardas,
pase, boleto
y abono;
abandoné los versos
y preocupado
hurgué
buscando el minúsculo
rectángulo de cartón.
Al verme
el hombre de traje y gorra gris
dijo:
Siga
escribiendo maestro
siga
escribiendo.
Aquel atardecer
y por la gracia
de esa ínfima parte de pueblo
que es un guarda de tren
con pañuelo verde
en el bolsillo superior del
saco,
me sentí poeta.
(*)
Escritor de Puerto Madryn.
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