EL PUESTERO
Por Ana Elisa
Medina (*)
El viento barría los coirones. Subía y bajaba las sierras desnudas. Arremolinaba en los valles y se desbocaba en las mesetas.
Una cuadrilla de guanacos corría sin rumbo. Las
ovejas pastaban pacíficas. Algún cordero balaba en la distancia en busca de su
madre.
El horizonte anunciaba a la morada noche en forma
tímida y sonrojada con algunos dejos de amarillos y naranjas en el límpido
añil.
Don Barrera había terminado su recorrida por el
campo, tarea que hacía cotidianamente, cuidando la hacienda de su patrón.
Después de apearse desensilló y levantó el pelo
del lomo de su caballo. Lo largó para que fuera al abrevadero. Preparó unos
mates amargos y avivó el fuego arrimando unas leñas.
Siempre estaba rodeado de amigos en esa hora del
atardecer.
Sus charlas y cuentos eran amenos y hasta el hijo
del patrón se hacía una escapada hasta el puesto para escucharlo. Algunos eran
cuentos exagerados para hacer reír a la paisanada.
Uno que estaba en la rueda le dijo:
-A ver, Don Barrera, cuéntese algo para reírnos
un poco.
Mientras tanto, el mate corría de mano en mano en
forma pausada, saboreando el "yerbeado". El viejo puestero carraspeó
como para acomodar las palabras. Salivó a un metro y después de un breve
silencio empezó a contar:
-Era una noche de invierno muy cruda, el trabajo
fue mucho, y el rodeo era grande. Así que tuve que acampar entre unas rocas que
estaban al costado de una loma. Arrimé molle y mata negra para calentarme. El
humo sabor a menta despertó mi estómago vacío. Até los dos caballos en una mata
grande. A uno le saqué el recado y al otro el "puchero".
Tenía un poco de carne para asado. Busqué un
asador de un palo de calafate,
justo encontré uno que según parecía lo había usado otro paisano.
El perro estaba acurrucado cerca del fogón.
Acomodé la estaca a fuego, mientras, tiré unas jergas para descansar. Preparé
un lío y me sentó para fumarlo. Al rato veo que el asador no está. Sigo un
rastro.
El perro no lo había tocado porque estaba
dormido, eso no me extrañó. Miro más allá y veo a mi asado ondular sobre la
tierra. ¡Cosa de mandinga!, me dije. Apechugué y miré bien. Había sido que me
equivoqué fiero.
Allá en forma ondulante iba la serpiente
ensillada con el asado. Estaba tan escarchada que en la noche oscura me había
parecido un palo.
-Pero Don Barrera, aquí en la Patagonia no hay
serpientes -le dijo un paisano.
Por razones de dialéctica los paisanos empezaron
a barajar denominaciones.
-No, no habrá serpientes pero hay culebra.
-Sí, pero en verano,... y son chiquitas.
-Bueno, m'hijo, querían que les cuente un
cuento... ¿No?
Toda la rueda de paisanos rió. Don Barrera siguió
contando cosas de campo.
(*) Escritora nacida en Resistencia, Chaco; radicada desde 1979 en Río
Gallegos. Socia Fundadora de la SADE Filial Río Gallegos en 1984; a la que
luego presidió, entre 1989 y 1995. Ha tenido una destacada actuación en el
campo de la cultura, tanto a nivel provincial como nacional e internacional. Es
autora, entre otras obras, de los poemarios “Versos del Pueblo”, “Ansiedad” y
“Ser con...”; de los volúmenes de cuentos “Cuentos del Norte y del Sur”, “Otros
cuentos”, “Ansiedad de hombre” y “Santa Cruz en Llamas” (de donde se tomó el
cuento publicado en el blog el día de hoy); la novela “Ana de Resi”; y los
ensayos “Vida y obra del Dr Mario Cástulo Paradelo”, “Historia del Poder
Judicial de Santa Cruz. Territorio y Provincia” y “Breve Historia del Chaco.
También publicó notas en periódicos y revistas. Realizó varios programas
radiales y un de televisión de carácter cultural. Obtuvo numerosos premios
literarios y participó como jurado en varios concursos. Fue funcionaria
provincial en el área de la cultura en dos oportunidades (la última vez, como
Secretaria de Cultura).
puestero
relatos
nieve
carne
asador
estaca
calafate
serpiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario