SAN EMILIANO (*)
Por Luis Alberto
Jones
A vos te lo puedo contar, Marisa, porque me
vas a comprender sin burlarte. ¡Veintidós años hace que la llevaba en la
billetera! ¿Y sabés cómo me acuerdo? Porque en la parte de atrás tenía un
almanaque. San Emiliano, una estampita de San Emiliano. Tantos años y nunca me falló.
La tocaba y fuerza, suerte, todo me daba, y guarda que el que piense que soy un
irreverente se equivoca largo. Yo lo hago con respeto. Justo San Emiliano, el
patrono de los gastronómicos, a mí, pintor. Bah! Vos sabés, un plástico,
a esta altura con cierto prestigio. Y no solo aquí, sino en Italia, Grecia, en
fin… Pero me estoy yendo. Vacía, totalmente vacía me la devolvieron, Marisa.
Porque, buscando, buscando, en la comisaría 31 de Cabildo al 200 alguien que la
encontró la había dejado. Las tarjetas, la guita que no era mucha, importó,
pero decime, ¿tenía que llevarse la estampita? ¡Es ser dañino, te das cuenta!
Es como cuando te doblan la antena del auto. Si la roban y hacen unos mangos,
pase, pero por daño, no puedo aceptarlo. Llevarse la estampita, ¡hay que ser,
che!!! Y el lunes pasado, iba yo en el subte hasta Carranza y uno de los pibes
que te dejan la estampita en la rodilla, pasa, reparte y se va hacia el fondo
del vagón. Yo ni agaché la cabeza. Tanto no puedo, uno trata de ayudar aquí y
allá, pero si le vas a dar a todos no alcanza. Bueno y te contaba. Cuando el
pibe decide volver y retira la de la señora de enfrente, bajo la mirada y ¿de
quién era la estampita ? de San Emiliano, Marisa, ¿podés creer? La manoteo, el
pibe me extiende la mano, busco en el bolsillo interior del saco, elijo un cien
y se lo doy. Petrificado quedó el mocoso. Todos miraron. Nadie entendió. Paró
el subte justo y el pibe se mandó apenas se abrieron las puertas antes que yo
me diera cuenta del error. Pobre. No me había equivocado. Era lo menos que le
podía dar. Pequeña, humilde ofrenda por el milagro. Porque, sabés Marisa, fue
un milagro. Ahora me doy cuenta. Todo este tiempo en que estuvimos separados, San
Emiliano me andaba buscando en el bolsillo de la más humilde criatura, un pibe
que mendiga. Y si no ¿cómo lo explicás, Marisa? ¿Cómo?
(*) Este cuento integra el volumen titulado “¡Hay que cuidar
a papi! Y otros cuentos”, antología publicada en Octubre de 2013.
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