TRANSMUTACIÓN
Por Magdalena Pizzio (*)
En la
tumba todo era silencio y obscuridad. Recordó al anciano de la cama número
doce, de blanca cabellera y sonrisa gentil que charlaba incesantemente. Pero...
¿Cómo puede un muerto recordar? Estaba perplejo.
Días atrás
o... ¿Cuándo?, paseaba por un camino de
chacras, enmarcado por añosos álamos otoñales resplandecientes de oro y fuego.
Era a la tardecita. Los últimos rayos del sol que se filtraban entre las
hileras dibujando claroscuros geométricos, daban al conjunto un aspecto solemne
y enigmático.
Después
un dolor agudo y nada más. Todas las luces y sombras cayeron sobre él acunando
su último suspiro.
Se miró –es
una forma de decir– y percibió sus cambios. Sí, que las moléculas de su
cuerpo iban desintegrándose una a una, en una reacción en cadena. Los huesos
flojos y los músculos laxos se agitaban en convulsivos estertores. Las células
en franca descomposición iban aglutinándose y los humores corrían a borbotones
hacia la tierra.
Sintió
pena. No estaba preparado... Volvió a preguntarse ¿Cómo es que pienso? Y su
pregunta se confundió en un llanto. El primer llanto.
(*) Escritora de Neuquén. Este cuento fue tomado de su
libro “Laberinto. Entre la vida y la muerte”. (Edición de autor, Bahía Blanca,
2009).
1 comentario:
¡Muy bueno! Me encantó, felicitaciones
Publicar un comentario