LA
PATAGONIA EN LA LITERATURA UNIVERSAL
Por
Jorge Eduardo Lenard
Vives
Cuando tiempo atrás
se publicó en este blog un artículo sobre las referencias a la Patagonia en la
Literatura nacional, la periodista y escritora Sandra Pien sugirió hacer un
análisis similar con las letras universales. El interesante tópico puede
agregar nuevos puntos de vista a la caracterización de la región. Significa estudiar
la opinión foránea, para compararla con la propia y sacar conclusiones.
La primera cita en la
Literatura mundial respecto al espacio que luego se llamaría Patagonia, la hace
Antonio Pigafetta en su “Viaje en torno al globo”. De hecho, es a partir del
término con el que Hernando de Magallanes bautizó a los naturales del lugar –patagones–,
que se afianza el topónimo que identifica estas tierras australes. A fuer de
ser preciso, se debe señalar que el gentilicio “patagón” había sido empleado
con anterioridad en la novela caballeresca “Primaleón”, de Francisco Vázquez; sospechada
de ser la fuente de inspiración para el nombre que Magallanes dio a los
habitantes del país al que había arribado.
El relato de
Pigafetta tiene una derivación inesperada; pues motiva, con el tiempo, la inclusión
en una obra de William Shakespeare de una expresión patagónica. Un personaje de “La Tempestad”, Caliban, adora al dios
Setebos. Esta deidad es la que Pigafetta adjudica a la mitología de los
patagones; fue conocida por el bardo inglés a través de un historiador isabelino.
Más tarde, el poeta británico Robert Browning toma a la divinidad
tehuelche; y le dedica el
poema “Caliban sobre Setebos” o “La historia de la Religión Natural en la
Isla”.
A
partir del primer viaje de circunnavegación, comienzan una serie de
expediciones españolas y de otras naciones a la zona. Muchas de ellas dejan
testimonios escritos que, con mayor o menor éxito, se incorporaron al acervo bibliográfico
de la humanidad. Es el período literario llamado por Leonor María Piñero “de
descubrimientos”, basado en crónicas, diarios y libros de viaje. Una de sus
manifestaciones más conocidas es la extensa descripción que hace Charles Darwin
en “El viaje del Beagle”. Aunque según Piñero el período dura hasta 1850, admite
ejemplos tardíos; tal el caso de “Vida entre los patagones” de George Chaworth
Musters, de 1871. Incluso llega a fines del siglo XX, con muestras como “En la
Patagonia” de Bruce Chatwin; o algunos capítulos de “El viejo expreso de la
Patagonia”, de Paul Theroux.
Los textos anteriores
pertenecen al género didáctico. Hacia 1897, la Patagonia aparece en una obra de
ficción de Julio Verne. Se trata de “Los náufragos del Jonathan”, que
transcurre en el archipiélago fueguino. En 1905, Verne vuelve a ese escenario
con “El faro del fin del mundo”. En una anterior novela del francés, “Los hijos
del capitán Grant”, hay un episodio situado en la Argentina. Allí aparece un
patagón; pero el suceso transcurre en la pampa húmeda, no en la Patagonia.
También Emilio Salgari ambienta una trama en la comarca, en “La estrella de la
Araucanía”. Como su nombre lo indica, los personajes principales provienen del
sur de Chile.
Hacia 1922, luego de
su aventura rionegrina y ya de regreso en España, Vicente Blasco Ibañez
desarrolla un argumento que recuerda sus experiencias sureñas en “La tierra de
todos”. Años después, y también como consecuencia de su paso por el suelo
patagónico, o, mejor dicho, por su cielo, el francés Antoine de Saint Exupery
escribe la novela “Vuelo Nocturno”. En un capítulo de otro de sus libros,
“Tierra de Hombres”, vuelve a citar sus vivencias meridionales.
En 1939, el inglés Richard
Llewelyn publicó “Cuán verde era mi Valle”. Al finalizar la novela, Huw Morgan,
el protagonista, se marcha de su pueblo natal… a la Patagonia. Continuando la saga, el autor dedica tres tomos más a
estos parajes: “Up into the singing mountain”, “Down where the moon is small” y
“Green, green is my valley now”.
Ya en el siglo XXI,
una de los más conocidos autores extranjeros que menciona a la Patagonia es Enrique
Vila–Matas. En “Doctor Pasavento”, describe nuestro territorio como un fin del
mundo personal; meta fabulosa de quien quiere desvanecerse sin dejar huellas.
Para cerrar la nota,
una “perlita”. No escapó Henry James al influjo del mito austral. En 1891, el autor
de “Otra vuelta de tuerca” escribió la novela “Patagonia”. No transcurre en la
zona sino durante un viaje de Boston a Liverpool, a bordo de un buque cuyo
nombre da título la obra.
¿Cómo se ve desde
afuera la Patagonia? Leyenda, aventura, esperanza, lejanía... ¿Y desde adentro?
Cualquier aficionado a la Literatura Patagónica podrá contraponer a la anterior
serie de vocablos, una retahíla de voces extraídas de las creaciones de autores
nacionales, que intenten reflejar la esencia de este suelo. Seguramente serán palabras
distintas. ¿Cuáles representan mejor a la metafísica del Sur argentino? Sin
dudas, la visión cercana permite distinguir con más detalle la realidad circundante.
Pero también es cierto que el árbol tapa el bosque. Quizá la respuesta no esté en
ninguna de las dos listas. O, tal vez, se encuentre reuniendo ambas, en una
ecléctica y enriquecedora síntesis.
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