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martes, 2 de septiembre de 2014

LA NOTA DE HOY



LA PATAGONIA EN LA LITERATURA UNIVERSAL


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Cuando tiempo atrás se publicó en este blog un artículo sobre las referencias a la Patagonia en la Literatura nacional, la periodista y escritora Sandra Pien sugirió hacer un análisis similar con las letras universales. El interesante tópico puede agregar nuevos puntos de vista a la caracterización de la región. Significa estudiar la opinión foránea, para compararla con la propia y sacar conclusiones.

La primera cita en la Literatura mundial respecto al espacio que luego se llamaría Patagonia, la hace Antonio Pigafetta en su “Viaje en torno al globo”. De hecho, es a partir del término con el que Hernando de Magallanes bautizó a los naturales del lugar –patagones–, que se afianza el topónimo que identifica estas tierras australes. A fuer de ser preciso, se debe señalar que el gentilicio “patagón” había sido empleado con anterioridad en la novela caballeresca “Primaleón”, de Francisco Vázquez; sospechada de ser la fuente de inspiración para el nombre que Magallanes dio a los habitantes del país al que había arribado.

El relato de Pigafetta tiene una derivación inesperada; pues motiva, con el tiempo, la inclusión en una obra de William Shakespeare de una expresión patagónica. Un personaje de “La Tempestad”, Caliban, adora al dios Setebos. Esta deidad es la que Pigafetta adjudica a la mitología de los patagones; fue conocida por el bardo inglés a través de un historiador isabelino. Más tarde, el poeta británico Robert Browning toma a la divinidad tehuelche; y le dedica el poema “Caliban sobre Setebos” o “La historia de la Religión Natural en la Isla”.

A partir del primer viaje de circunnavegación, comienzan una serie de expediciones españolas y de otras naciones a la zona. Muchas de ellas dejan testimonios escritos que, con mayor o menor éxito, se incorporaron al acervo bibliográfico de la humanidad. Es el período literario llamado por Leonor María Piñero “de descubrimientos”, basado en crónicas, diarios y libros de viaje. Una de sus manifestaciones más conocidas es la extensa descripción que hace Charles Darwin en “El viaje del Beagle”. Aunque según Piñero el período dura hasta 1850, admite ejemplos tardíos; tal el caso de “Vida entre los patagones” de George Chaworth Musters, de 1871. Incluso llega a fines del siglo XX, con muestras como “En la Patagonia” de Bruce Chatwin; o algunos capítulos de “El viejo expreso de la Patagonia”, de Paul Theroux.

Los textos anteriores pertenecen al género didáctico. Hacia 1897, la Patagonia aparece en una obra de ficción de Julio Verne. Se trata de “Los náufragos del Jonathan”, que transcurre en el archipiélago fueguino. En 1905, Verne vuelve a ese escenario con “El faro del fin del mundo”. En una anterior novela del francés, “Los hijos del capitán Grant”, hay un episodio situado en la Argentina. Allí aparece un patagón; pero el suceso transcurre en la pampa húmeda, no en la Patagonia. También Emilio Salgari ambienta una trama en la comarca, en “La estrella de la Araucanía”. Como su nombre lo indica, los personajes principales provienen del sur de Chile.

Hacia 1922, luego de su aventura rionegrina y ya de regreso en España, Vicente Blasco Ibañez desarrolla un argumento que recuerda sus experiencias sureñas en “La tierra de todos”. Años después, y también como consecuencia de su paso por el suelo patagónico, o, mejor dicho, por su cielo, el francés Antoine de Saint Exupery escribe la novela “Vuelo Nocturno”. En un capítulo de otro de sus libros, “Tierra de Hombres”, vuelve a citar sus vivencias meridionales.

En 1939, el inglés Richard Llewelyn publicó “Cuán verde era mi Valle”. Al finalizar la novela, Huw Morgan, el protagonista, se marcha de su pueblo natal… a la Patagonia. Continuando la saga, el autor dedica tres tomos más a estos parajes: “Up into the singing mountain”, “Down where the moon is small” y “Green, green is my valley now”.

Ya en el siglo XXI, una de los más conocidos autores extranjeros que menciona a la Patagonia es Enrique Vila–Matas. En “Doctor Pasavento”, describe nuestro territorio como un fin del mundo personal; meta fabulosa de quien quiere desvanecerse sin dejar huellas.

Para cerrar la nota, una “perlita”. No escapó Henry James al influjo del mito austral. En 1891, el autor de “Otra vuelta de tuerca” escribió la novela “Patagonia”. No transcurre en la zona sino durante un viaje de Boston a Liverpool, a bordo de un buque cuyo nombre da título la obra.

¿Cómo se ve desde afuera la Patagonia? Leyenda, aventura, esperanza, lejanía... ¿Y desde adentro? Cualquier aficionado a la Literatura Patagónica podrá contraponer a la anterior serie de vocablos, una retahíla de voces extraídas de las creaciones de autores nacionales, que intenten reflejar la esencia de este suelo. Seguramente serán palabras distintas. ¿Cuáles representan mejor a la metafísica del Sur argentino? Sin dudas, la visión cercana permite distinguir con más detalle la realidad circundante. Pero también es cierto que el árbol tapa el bosque. Quizá la respuesta no esté en ninguna de las dos listas. O, tal vez, se encuentre reuniendo ambas, en una ecléctica y enriquecedora síntesis.





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