UNA CRÓNICA PARA
EL GUANACO
Por Jorge Castañeda (*)
Centauro de leyendas, sofrenando el galope
por los escoriales, orejas alertas en la estepa, por las mesetas, en las
planicies, mangrullo viviente en la escarpada costa marina donde el mar de un
azul infinito se repite incesante como tu especie vulnerada.
Lama guanicoe por los montes, atisbando el
horizonte con ojo avizor entre las largas y curvadas pestañas, cuidando la
manada de hembras, buscando por instinto ancestral el abrevadero para saciar la
sed urgente cuando el sol canicular de la Patagonia agobia y fatiga.
Relincho arisco en el labio leporino,
jugando a las escondidas entre jarillas y calafates, cérvido cuasi, camélido
pequeño, dejando las huellas de tus pezuñas partidas como en las grecas que otrora
se plasmaron en los petroglifos y las piedras tutelares, en las labores de las
matras tan antiguas como tu especie o en la impronta estilizada de las cuevas.
Tótem y linaje para las familias que
perpetuaron tu nombre en el abolengo de sus apellidos indios. Bravo, astuto y
ligero cuando acosan los predadores, ecuestre y vulnerable arriba de los cerros
cuando se recorta su figura enmarcada por el sol tramontano.
Hueque o luán, yoon, amrua o naú, por los
faldeos de las montañas con su pequeño rebaño, con sus colas cortas y curvadas
por los desérticos y ardidos arenales, arañadas sus verijas por las ramas de
las plantas enanas del monte. En la trampa aleve de los desfiladeros donde le
aguarda la muerte sangrienta que impone el cazador.
Ya chulengo, en el quillango laboreado con
el dibujo de su panteón de dioses vencidos, en la ruca del mapuche, en los
tientos, en los raspadores, utensilio útil, en el tendón tensado por el brazo
fuerte del guerrero, sabrosa carne, en la piedra bezoar que usan sabiamente las
machis o ya convertido luhán, figura estelar con las altas estrellas.
Guanaco, por el gualicho sombra errante de
un tiempo distinto, por los pedreros o tal vez acosado y herido de muerte por
la bala del cazador buscando el remanso de las corrientes de agua, para morir
con cierta dignidad solitaria como algunos de tus mayores predadores: los
hombres.
(*)
Escritor de Valcheta. El relato fue tomado de su obra “Crónicas &
Crónicas”.
2 comentarios:
¡AH! querido colega al que admiro y me distingue con su amistad, tu trabajo impecable, de raigambre Patagónica, con todo el sentimiento que pone la tierra en el corazón del hombre que habita esta maravilla del sur continental. Tierra de extensiones, de bellos horizontes, que te enamora con su agreste presencia.
Duele sentir el Relincho llamando a su majada, ante el peligro que acecha. Jorge, tu trabajo me ha llenado el alma.
Gracias, Jorge Castañeda, gracias Literasur, saludos de Negrita (la de Sierra Grande)-
Un placer el haberte encontrado y leido
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