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martes, 18 de junio de 2013

EL CUENTO DE HOY





Un espejo en un bar

Por Patricio G. Donato (*)


   Una ráfaga de viento otoñal levantó hojas marchitas del suelo, y las ramas de los árboles susurraron en su lengua milenaria.

   –Mire que he visto cosas increíbles, pero ninguna como esa –dijo el extraño de pelo largo. Su boca esbozó un tímido amago de sonrisa, y las innumerables arrugas de su rostro se plegaron con arabescos caprichosos.

   Intenté responder, pero no se me ocurrió que decirle. Había aparecido de la nada, a la vuelta de un eucalipto, en el medio de la plaza San Martín. Sin mediar saludo ni gesto parecido, se me acercó y empezó a hablar. Lo había tomado por un borracho, pero no hablaba ni se comportaba como tal. Más bien parecía un loco.

   –Se lo voy a contar. No se preocupe, no voy a robarle demasiado de su preciado tiempo –dijo el hombre, y sacó un habano de uno de los bolsillos de su abrigo.

   –Señor, no quiero ser grosero, pero estoy apurado y...  –dije, sin saber qué mentira contarle. No tenía ningún apuro, era solo otra de mis caminatas por la ciudad.

   El hombre frunció apenas el ceño y me miró fijamente. Le dio una larga calada a su habano y volvió a forzar una tímida sonrisa.

   –No se preocupe, voy a ser breve.

   El viento cesó al ritmo de sus palabras, y en ese momento llegué a pensar que me encontraba frente a un demonio o un ser sobrenatural. Con una voz áspera comenzó a relatarme su historia.

   “Hace algunos años salí a caminar por el centro de la ciudad una noche de luna llena. Creo que era un martes a la madrugada, pero no estoy seguro, bien podría haber sido jueves. Después de buscar en forma infructuosa algún bar abierto a esa hora, decidí volver a mi casa. En aquel entonces vivía allá al fondo, donde termina la avenida Gales, por lo que me quedaba un largo trecho a casa. Sin embargo, después de caminar unos pocos minutos me topé con un bar abierto. No recordaba haberlo visto antes, pero allí estaba: una puerta angosta y alta, un ventanal algo sucio, un cartel oxidado, y una mísera luz sobre la puerta de entrada. La noche estaba fría, así que no dudé en entrar. En su interior me encontré con un mostrador a la antigua usanza, cuatro mesas, algunos cuadros viejos y...”

   –Señor, muchas gracias por su historia pero tengo que seguir mi camino a...  –en un arrebato quise salir de mi ensoñación, pero el extraño hombre me tomó con fuerza del brazo.

   –Ya sé que está apurado –y dijo “apurado” en forma pausada, como burlándose de mí–, pero voy a ir al grano –insistió, y me miró con una intensidad tan fuerte que dejé de percibir mi entorno. Solo podía ver sus ojos negros como la noche y escuchar su voz áspera y pausada.

   De repente me sentí trasladado y vi aquel bar, sus cuatro mesas, el piso sucio, un mesero adormilado, y el viento que soplaba en la calle. Era una noche fría y...

   “Fui al baño del bar. Había algo extraño en ese lugar, pero no podía saber qué. Me lavé la cara en la pileta, y al secarme el rostro y mirar en el espejo pude darme cuenta qué era lo que iba mal. En el espejo no se veía mi rostro, sino que se veía un paisaje soleado, una llanura repleta de arbustos secos, y el reflejo del agua del mar al fondo. Vi animales que nunca llegué a conocer, y aborígenes ya desaparecidos. Vi un velero de tres palos arribar a la costa, dejando a decenas de hombres mujeres y niños en unas precarias casitas. Hablaban una lengua extraña y afrontaron grandes dificultades. Vi un ferrocarril, y un muelle, y luego otro más, que se sucedieron vertiginosamente. Una construcción acá, otra más allá, y así empezaron a brotar casas en el suelo árido. El viento azotaba el lugar y los hombres luchaban contra los elementos. Vi carretas y luego autos, muchos barcos en la rada. Uno de ellos se incendió y lo hicieron encallar al sur, del otro lado de un promontorio donde se habían establecido aquellos inmigrantes llegados en el velero. Otros fueron y vinieron, alguno se hundió, pero el flujo no cesó. El pueblo creció, su cuadricula se extendió, más gente llegó por tierra. Como una película acelerada, vi destellos de los comercios donde habían trabajado mis abuelos, y no creo equivocarme si digo que vi a mis padres por ahí. Los años pasaban, lo podía sentir en cada imagen que veía. Se tendieron cables de electricidad, se asfaltaron calles, y se trazaron rutas, y el pueblo siguió creciendo. De a ratos, meses quizás, se veía gente apiñada en la costa, disfrutando del mar y del sol. Por momentos, el viento rugía con furia y todo quedaba envuelto en polvo. Se construyeron fábricas y apareció otro muelle. Había casas por doquier, y el pueblo empezó a moverse con ritmo de ciudad. Escuché voces, decenas, cientos, miles de voces surgiendo de ese espejo, y creí reconocer algunas. No, mejor dicho, reconocí algunas, las de...”

   –¡Despierte!, ¡Despierte!  –me sacudió el extraño hombre de pelo largo y ojos negros.
   –¿Ehhh? ¿Qué pasó?  –dije con una mezcla de confusión y emoción–. Yo estaba en el bar, frente al espejo, y escuché la voz de…

   –Usted no estaba en ningún bar, usted estaba acá, frente al monumento a San Martín –me dijo el extraño, que ya no me parecía tan viejo como antes.

   –No me entiende, yo estaba en ese bar, el de la calle Belgrano y... y...

   –Y nada, usted estaba acá y se me vino encima diciendo cosas raras. Usted estaba en trance, o delirando. ¿Por qué no vuelve a su casa? ¿Quiere que le llame a una ambulancia?

   –N-no, es-s-tá bien –tartamudeé. Me sentía un completo idiota–. Disculpe, no quise molestarlo –me di vuelta y me alejé de allí con paso apresurado. La vergüenza me corroía por dentro.

   Unos metros más adelante me di vuelta, por reflejo, y miré hacia el monumento a San Martín. Allí estaba parado todavía el extraño de pelo largo. Se reía mientras fumaba su habano. Levantó una mano para saludarme y me dijo:
   –La próxima noche de luna llena, salga a dar una vuelta y busque el bar, está cerca de la esquina de Bartolomé Mitre y Marcos A. Zar.

   Parpadeé un segundo y no lo vi más. Sencillamente se había esfumado de la misma manera en que había aparecido. Volví a andar, camino a mi casa, y me puse a pensar en el hombre, la historia, lo que vi (o creí ver) y su enigmática despedida. No pasaron más de dos minutos cuando lancé una puteada:
   –¡Puta madre! ¡Pero si Bartolomé Mitre y Marcos A. Zar son paralelas! ¡Nunca se cruzan en una esquina!


   Me pareció oír la carcajada del extraño de pelo largo.



(*) El autor es oriundo de Puerto Madryn, aunque actualmente reside en Mar del Plata. Practica la escritura como un hobby para canalizar inquietudes personales, y ha participado en algunas antologías de relatos cortos. Sus temas favoritos son la ciencia ficción y lo fantástico, pero siempre se reserva un tiempo para escribir sobre la Patagonia, el lugar en el que creció y adonde añora volver. Edita el blog Bahía Sin Fondo ( http://bahiasinfondo.blogspot.com.ar/ ), el cual está dedicado principalmente a temas relacionados con la Patagonia.


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sábado, 15 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY





Entre las bardas


Por Margarita Borsella




Cuando el sol de primavera
besa las cumbres del oeste
se desprenden de los picos
gemas de cristal,
sobre la cresta de olas blancas
saltan entre el vapor de la montaña,
para luego bañar
remansos maitenenses.

Y allí cerca nace.
Se hace delgado, claro,
con la intensidad de un amor secreto.

Desde su naciente
danza por precordillera, mesetas y valles.

Fue en otros tiempos
testigo mudo de cantos de muerte,
de la lucha de pieles claras y oscuras,
y se tiñó de sangre y viento.

Pero en ojos del galés descubrió su sueño,
lo llevó hasta donde los sauces
dejan sus lágrimas en la orilla.
…Y en el valle fueron naciendo
Rawson, Gaiman, Dolavon
y como punta de rieles, Trelew.

Entre vendaval, greda y coirones
ve sacudir al desierto en translúcidas ondas.

Por bardas, altares y embalse,
tremola hacia el valle con sus nubes insulares.
Se viste de sol y de estrellas
y con un coro de gaviotas
se entrega a las olas
en un beso enamorado.





                                                                                                 
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martes, 11 de junio de 2013

LA NOTA DE HOY





BIBLIOTECAS POPULARES


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




    ¿Qué lector, al iniciarse en su afición, no fue socio de una Biblioteca Popular? ¿Quién no recorrió, ávido de novedades, los estantes de la sección infantil o juvenil; que le ofrecían un tesoro de lecturas? ¿Quién, ya mayor, no concurrió a una de estas instituciones, buscando un libro en el transcurso de una investigación o para su mero solaz? Ya sea por estos o muchos otros motivos, las Bibliotecas Populares tienen un atractivo especial que las transforman en verdaderos sanctasanctórum para los iniciados. Como un modo de recordar su presencia en la Patagonia, los invito a hacer un recorrido por algunas de las Bibliotecas de este suelo; y así, aunque sea en forma incompleta, rendirles un pequeño homenaje.

    En la “Puerta de la Patagonia”, Bahía Blanca, encontramos la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia”; fundada en 1882. Además de sus ejemplares propios, posee 25.000 libros sobre historia de la colección del Dr Félix Weinberg; y una hemeroteca con los 109 periódicos locales editados desde 1883. Ya en la Patagonia, al sur del río Colorado pero aun en la provincia de Buenos Aires, hallamos en Villalonga la Biblioteca Pública “Presbítero Raúl Entraigas”, que funciona desde 1982. Su nombre honra a uno de los principales escritores de la Patagonia; sacerdote nacido en San Javier, Río Negro, en 1901. Entre sus numerosas obras se cuentan poemarios, ensayos, biografías y artículos periodísticos. Muere en 1977, en Buenos Aires. También la Biblioteca Popular de Maquinchao recuerda al ilustre salesiano.

    Cruzando el río Negro podemos visitar la Biblioteca Popular “Bartolomé Mitre”, de Viedma, que data de 1887. En 1906 adquirió su nombre en homenaje al gobernante fallecido ese año; quien pasó su niñez en Carmen de Patagones. Su padre, Ambrosio Mitre, fue tesorero del fuerte hasta mediados de 1827, cuando la familia vuelve a Buenos Aires. En la misma provincia, pero más al sur, encontramos la Biblioteca Popular “Manuel Reynero Novillo”, de Sierra Grande; creada en enero de 1978. Recibe su nombre por el descubridor del mineral de hierro en la zona. Nacido en San Luis, se radica en Sarmiento, Chubut, en 1922. En 1944, en el transcurso de sus exploraciones, encuentra hierro en Sierra Grande. Cuatro años más tarde se afinca en Bahía Blanca, donde murió en 1955.




    La Biblioteca Popular “Domingo Faustino Sarmiento", de Bariloche, comenzó sus actividades en 1928. En 1932, el presidente Agustín Justo dictamina que se reserve para la Biblioteca una fracción frente al lago; pero años más tarde se le asigna un edificio en el Centro Cívico, inaugurado en 1940. En tanto, la Biblioteca Popular “Juan Bautista Alberdi” de Neuquén Capital, fue creada en 1928 por un grupo de vecinos. Sin embargo, la más antigua de esa provincia es la Biblioteca Popular “Coronel Olascoaga”, de Chos Malal, fundada en 1910.

    Desde 1934, Trelew cuenta con la Biblioteca Popular “Agustín Alvarez”. Su nombre hace referencia al general del Ejército Argentino, escritor y filósofo, nacido en 1857 en Mendoza y muerto en 1914 en Buenos Aires. Entre sus obras se cuentan “Ensayo sobre Educación”, “La evolución del espíritu humano” y “La creación del mundo moral”; además de numerosos folletos sobre varios temas. La biblioteca alberga la colección que fuera del científico Milcíades Alejo Vignati, con temas de antropología, arqueología y etnografía, principalmente patagónica. Como ejemplo de su riqueza se pueden mencionar la “Historia Provinciae Paraquariae Societatis Jesu”, de Nicolás del Techo, de 1637 y otras obras del siglo XVII. Asimismo, posee primeras ediciones de obras de Azara, Darwin, Falkner, Fitz Roy, Gardiner y Musters, entre muchos otros.

    En la capital del Chubut, es un antecedente digno de recordar la “biblioteca ambulante”, ideada por Florentino Basaldúa en 1899. Con el tiempo, en 1963, surge la Biblioteca Pública Provincial "Presbítero Bernardo Vacchina". Su nombre recuerda al sacerdote salesiano nacido en Italia en 1859, que a los 20 años integra el contingente de misioneros enviados por Don Bosco a la Argentina. En 1892 arriba a Rawson; allí establece el primer colegio Salesiano del Chubut, el primer hospital local, la primera iglesia dedicada a María Auxiliadora y el periódico “La Cruz del Sur”. Falleció en Buenos Aires en 1935.




    Hacia 1931, se organiza la primera Biblioteca de Gaiman, en la Escuela Nacional 34. En 1939 se transformó en Biblioteca Popular, con el nombre de “Juan Crisóstomo Lafinur”, para honrar al filósofo argentino. En 1941, la Biblioteca Popular y la Biblioteca Escolar se separan. Años más tarde, la Biblioteca Lafinur dejó el edificio escolar; al no disponer de un espacio físico para funcionar, los libros se depositaron en baúles en la municipalidad. En 1958 un grupo de vecinos decidió reabrirla; lo que se hizo el 1 de julio de 1959. En diciembre de ese año, en una reunión a la que asistió Virgilio Zampini, entonces Director Provincial de Cultura, se cambió su nombre por el de “Ricardo J. Berwyn”; en homenaje al primer educador del Valle.

    La Biblioteca Popular Pública Municipal de Comodoro Rivadavia se instituyó el 16 de agosto de 1946, con el apoyo de antiguos vecinos de la ciudad, de la Biblioteca Popular “Astra” y del gobernador de la Zona Militar, con el nombre de Biblioteca Pública Oficial. En 1955 se resuelve darle su actual nombre. Entre 1961 y 1992 funcionó en el Ex Hotel de Turismo, lugar que se inundó tras una gran marejada, ocasionando la pérdida de numerosos ejemplares.

    En Río Gallegos, la Biblioteca Popular Provincial “Juan Hilarión Lenzi”, cuenta en su patrimonio, además de su numerosa bibliografía, con la colección completa de la revista "Argentina Austral", editada entre 1929 y 1965 por la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia. El escritor que le da nombre nació en 1898 en Viedma. Con el tiempo, se radica en Puerto Santa Cruz y luego en Puerto San Julián, ejerciendo en ambos sitios el periodismo. En abril de 1923 arriba a Río Gallegos, escenario principal de su actividad, donde colabora en varios diarios locales. Entre sus libros se destacan “Vida y Hazañas del General Edelmiro Mayer”; “Carlos María Moyano: Marino, Explorador y Gobernante” e “Historia de Santa Cruz”. Muere a bordo del portaviones “25 de Mayo” en 1970.




    En Ushuaia, la Biblioteca Popular “Domingo F. Sarmiento” fue erigida el 8 de noviembre de 1926. El edificio que la albergara desde su fundación hasta 1996, conserva las características originales de su construcción, típicas de la zona: paredes de chapa acanalada y techo a cuatro aguas, un rosetón de vitreaux al frente y un “hall frío”.

    Nuestra tournée por algunas de las bibliotecas de la Patagonia, nos lleva a considerar varios aspectos. El primero, es que dichas instituciones estuvieron presentes en la región desde los tiempos fundacionales; ya que en las primeras décadas del siglo XX, en todas las actuales provincias patagónicas había algún establecimiento de tal tipo. Otro punto, es que la mayoría compartió el proverbial destino trashumante de estas entidades, que, a medida que crecen, como organismos vivos, deben buscar un sitio más amplio para morar. Y, en tercer lugar, que su presencia cumple una doble finalidad: por un lado, acercan los libros a la población; y, a la vez, se constituyen en verdaderos reservorios donde se conserva el bagaje bibliográfico que conforma una parte fundamental del acervo cultural patagónico.






Nota: pido disculpas a todas las Bibliotecas Patagónicas que no he podido mencionar en la nota por la tiranía del espacio disponible. Estas palabras pretenden representarlas a todas.







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viernes, 7 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY




LA LLUVIA


Por Mirta Jodor (*)


Ovillo, ovillando

en hilos de lluvia

en gotitas entramadas

una de las casi últimas lluvias

del invierno,



en un ovillo interminable

las gotas se van uniendo

entre mis dedos de sed,



ovillo... ovilla mi tarde

lluvias añejas, buenas lluvias

lluvias de ausencias, lluvias eternas



llueve, llueve ... urge en mis manos

de tierra,

tejer con lluvia mi traje

para ahogarme de agua dulce

bendita agua que escapa de las nubes,



se acurruca, se hace río, laguna,

arroyo, manantial, lago... mar..

o escondida entre los surcos

verdor de valle mañana,



ovillo... ovillo la lluvia para que

no se me escape,

la quiero toda conmigo

que lave mis penas hoy,



que riegue intensamente

el manto manso tierra

que apresura en sus entrañas

brotes nuevos de esperanza

en una nueva primavera,

que escondida en las yemas de los ciruelos

simplemente aguarda.




(*) Escritora de Sarmiento (Chubut)
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lunes, 3 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY






EL CÓDIGO SECRETO (*)

 por Carlos Dante Ferrari





Te busco a oscuras
hasta hallar
tu mano
y  luego,
sobre el dorso alisado
de tu palma,
deslizo suavemente
las yemas
de mis dedos.
Es la caricia
(el código secreto).
Entonces
sin apuro
en la complicidad nocturna
del silencio
celebramos el rito
milenario
que nos convierte
en fuego.




(*) Poema incluido en el volumen "Silencios desatados" - Literasur, 1era. ed. - Bs. As. - 2011.


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jueves, 30 de mayo de 2013

EL RELATO DE HOY




DOS RELATOS BREVES

Por Pascual Marrazo (*)






Los secretos de mi sombrero


No es cualquier sombrero, tiene el ala delantera encorvada y fatigada de soles. Esconde olvidos acurrucados en ochavas, páginas en blanco, gritos ahogados de silencios, sueños que no quieren respirar y un pedazo de perezosa oscuridad. En el alero que cubre la nuca, están los naufragios de la memoria, los que no se pueden guardar en los trajes sin usar, como las cartas perfumadas de amor que trepan los recuerdos. Las tristezas enredadas se rinden de cansancios y censuras hasta el cuello. Son fantasmas de imágenes mudas  que se asoman, rastros de antiguas voces invisibles en un enmudecido desierto de caricias. Antes que se escuchen los lamentos,  se huela la horneada, escape la esencia de este sombrero y queden al descubierto los reveses dramáticos, egocéntricos e imperfectos hechizos. Debo esconder mi aliento trasgresor y tonificar el aire de mis pulmones. Para que, cuando aspire  pueda contener todo el aire de mi vida, mucho antes de que pierda la cabeza y sople un remolino debajo de tu enagua que haga temblar tus piernas majestuosas. Espumando dichas y enredando mi alma, sin poder esconder estas miserias.





 Laberintos



En los laberintos que recorren mis pensamientos hay un rincón de invierno donde guardo los recuerdos tristes, es más melancólico que frío. Trato de alejarme y muy rara vez lo visito. Como buen explorador no entro en caminos sin rumbos, ni en las incordiosas nostalgias sin destino. No es falta de valentía, hay un hastío que corre por mis labios de tanto besar promesas incumplidas, se filtra en mis pupilas y vuelca un arco iris de tristezas. Colores en retazos de locas aventuras, marionetas desnudas y sin hilos, amores descartables de cuerpos mutilados, sobre un tamiz de penas e ilusiones rotas. Prefiero vagar por donde el regocijo es alborada, alejarme de los fantasmas escondidos y pellizcar las horas, que valen mucho más cuando estoy con mi amada. Disfrutar las manchas de sus labios, que como pétalos de rosa quedan pegadas a mi piel y reparar las hendijas gastadas de mi boca en la sinuosa geografía de su cuerpo.




(*) Escritor de Cipolletti.
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lunes, 27 de mayo de 2013

EL POEMA DE HOY



REMOLINO DEL ALMA


Por Gladis Naranjo (*)



Voy  andando la estepa milenaria
y  el viento se agazapa
trayéndome memoria de unas rucas
y  unas chuzas lejanas.

A  fuerza de coirones se mantiene
esta tierra arrasada
resguardando el fantasma de Sayhueque
detrás de las montañas.

Infinito paisaje desolado
prisionero de escarcha
cuando el invierno sopla sobre el río
y  sobre las majadas.

Los jotes, los charitos, los pilpiles
saludan la mañana.
Llevan su  libertad bajo las plumas
y  tiemblan con la helada.

El  Chubut abandona los radales
y  es una pincelada
cuando en azul se queda  en un recodo
reclamando torcazas.

En las nacientes mismas de ese río
encuentro la nevada
que me lleva de nuevo hasta mi  infancia:
remolino del alma.




(*) Escritora nacida en Zapala (Neuquen)
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jueves, 23 de mayo de 2013

EL RELATO DE HOY





LA SALAMANCA Y EL LABERINTO


Por Jorge Castañeda (*)



El tema del laberinto en la cultura y el arte de los pueblos pre existentes de la Patagonia ha sido ya estudiado con amplitud por varios investigadores.
Uno de los indicios según el doctor Rodolfo Casamiquela es el “estilo de grecas”, es decir guardas, que ilustran motivos geométricos rectilíneos, muchas veces de aspecto ornamental. Muy características de este estilo son ciertas figuras de trazo interminable, que nunca se cruza, y que recuerdan fácilmente a laberintos de cierta clase, conocida por los especialistas como “caminos perdidos”.
Pero mucho tiempo antes (tal vez un par de milenios) era conocido también el “estilo de pisadas”, figuras grabadas, muy complicadas que según los estudiosos también estaban emparentadas con los célebres laberintos clásicos, sobresaliendo especialmente el de Creta con el temible Minotauro dispuesto a matar al intruso que se atreva a merodear sus intricados vericuetos.
Se sabe que en síntesis el laberinto en su más amplio sentido no es otra cosa que el camino tortuoso que deben recorrer los espíritus de los difuntos para alcanzar el destino final del “más allá”, el mundo de los muertos que les permitirá reunirse con sus antepasados.
La dificultad –escribe Casamiquela- “de tal camino simboliza simplemente la dificultad para alcanzar ese paraíso, lo que no puede hacerse sin un grave riesgo: el de que los portadores del espíritu en vida hayan sido justos en ella”.
Ese “camino difícil” es reemplazado en otras culturas por un “paso difícil” de muchas clases. Implica generalmente ese tránsito al otro mundo algo semejante a un juicio y un “Supremo Juez” que suele ser un “Alto Dios” o figuras similares, muchas veces una anciana tenida por infernal –castigadora- propietaria de una barca (la barca de los muertos, el calehuche, etc.) porque son una especie de “guardianes del “paso difícil”.
Entre los tehuelches esa figura equivalente no era otra que “gualicho” palabra que significaría “la que gira”, la “merodeadora” o la que “gira por afuera”, indudablemente femenina.
Por eso los investigadores afirman que los tatuajes entre los tehuelches (que son verdaderos laberintos) están vinculados como un salvoconducto para no extraviarse en el “camino perdido” y así poder acceder al paraíso, porque quienes no tenían esa señal eran arrojados al mar.



Tanto el tatuaje, como los estilos de grecas, los cantos ceremoniales e incluso los giros en los guillatunes están sin duda relacionados con el laberinto, es decir “el merodeo” para alcanzar el otro mundo donde habitan sus antepasados.
Por esto las ofrendas con las prendas, el caballo, las pertenencias más queridas y aún las mujeres del difunto eran sepultados en los chenques  para acompañarlo en “ese trance difícil”, rito comparable con otras culturas clásicas como la egipcia.
El investigador estadounidense Schuster citado por Casamiquela “cree poder demostrar que ciertos motivos del arte rupestre conocido como “de grecas”, o sea de caminos perdidos o de figuras laberínticas incluyen en su diseño a “tramas genealógicas”, asociando a los laberintos con los linajes, donde el “espíritu guardián” no es otra cosa que un ancestro mítico.
Esa misma idea laberíntica está presente en las sepulturas (chenques y pirámides) con una “idea que es universal: en su fondo yace el cuerpo de un ser cuyo espíritu hubo de remontar la espiral mítica representada por su mole, el “paso difícil” que habría de llevarlo al Mas Allá”.
En el ameno libro de Salatino Mazzulli, escritor e investigador del Valle Medio de Río Negro, “Apuntes de un buscador de cosas”, encontré otra interesante idea del laberinto pero esta vez asociada al mito de la salamanca del bajo del Gualicho, célebre por la descripción de varios viajeros y por haber sido el hábitat del legendario Bernabé Lucero, cuya leyenda lo ha asociado a ella, con todo su misterio y embrujo.
Expresa Mazzulli al hacer una excursión por la famosa salamanca que “fui munido de una madeja de hilo bolsero, para ser extendido desde la boca de entrada, por todo el recorrido que realizara adentro de la cueva, pues las versiones de la leyenda nos daba que la salamanca era un complejo de salas, recovecos y galerías, algunas tan estrechas que era necesario arrastrarse para poder pasar de un lado al otro”.
¿Otra vez el significado del laberinto, esta vez en la famosa salamanca del Gualicho? Era la misma un “pasaje difícil”, donde los que no encontraban la salida “terminaban por enloquecerse allí adentro?
¡Y cuántas similitudes con el famoso laberinto de Creta!
Pero sin duda el dato más llamativo de esta cuestión lo da el mismo Bernabé Lucero cuando supo afirmar al ser preguntado por Tincho Medina que “cuando vas a entrar en la cueva, te vas a encontrar con dos chivos peleando; tenés que pasar por entre medio de ellos. Más adelante te vas a encontrar con dos toros peleando, y también tenes que pasar entre medio de ellos, con decisión y coraje, che. Y por último –expresaba Bernabé- te vas a encontrar con dos pumas peleando. Vos tenés que encarar y pasar entre los dos animales, llegar a una “sala”, la cual es atendida por unos tipos de aspecto raro que te van a preguntar cuál es tu deseo de poder salamanquero. Y cuando salís de allí, ya salís con el poder”.
¡Sorprendente! No solo aparece el “paso difícil” sino también los toros, clara equivalencia con el clásico Minotauro, los chivos –animales expiatorios por excelencia-, los pumas totémicos en varias estirpes y la “pasada” entre los animales, donde encontrar la salida es un don solamente concedido a aquellos “hombres de coraje”.
Solo resta entonces encontrar nuevos indicios sobre el interesante tema del laberinto en la cultura de los pueblos pre existentes, los cuales al decir de Manuel Scorza “aún viajan del mito a la realidad”.



(*) Escritor de Valcheta (Río Negro)

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lunes, 20 de mayo de 2013

EL RELATO DE HOY

DOS RELATOS BREVES



Por Luisa Luzietti de Paolini (*)







Diciembre


El mes más importante del año.
Después de sesenta  veranos, todavía el nombre diciembre lo asocio siempre con el invierno. Días cortos, noches largas, frío, a veces con nieve, melancolía.
En esta parte del mundo donde vivo desde hace seis décadas, todo parece estar un poco, como se dice, al revés. Contradictorio.

         En diciembre maduran las cerezas y los damascos. ¡No, las cerezas y los damascos maduran en junio!, no insistas.

(“Diciembre mata el año y lo entierra”)
Y sigo. Violé centenares  de damascos dorados privándolos de su carozo, para convertir su cremosa, suave y dulce pulpa en la compañera que con el pan estará conmigo en los desayunos y meriendas hasta el próximo diciembre.
Diciembre: se cierra un pequeño ciclo de trescientos sesenta y cinco días (según los hombres).
Día lluvioso y frío, parecía diciembre: ¡¡no!!, ¡¡no!!, ¡¡¡era junio cuando llegué a esta tierra!!!
Junio, diciembre, frío, soledad, ¡qué tristeza!





Recuerdo




Fui dueña del paisaje más ondulante y dulce, las verdes colinas armoniosas, allá en el este, donde nací y pasé mis primeros veinte años.
Entre las curvas de la tierra, el mar turquesa y el cielo se unían al horizonte y no se sabía cual de los dos era más azul.
Fui dueña de las auroras más diáfanas, los crepúsculos más románticos.
Los altísimos pinos mediterráneos, también eran míos, mirándolos así, con la nuca tocando la espalda. Hacían volar muy lejos mi fantasía, misterios profundos que hay allá arriba. Cuando el viento hacía bailar sus ramas, me regalaba sus deliciosas semillas, y una melodía.
Y mías eran las primicias, deliciosas frutas del verano, recorriendo el campo, todo mío, de árbol en árbol, como una mariposa que va de flor en flor.
Amada tierra mía, amarga y bella.
La tristeza y la alegría.




(*) Luisa Paolini, conocida vecina de Trelew, ejercita su afición a la Literatura a través de relatos breves; algunos de los cuales ya han sido publicados anteriormente por este blog.
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