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miércoles, 13 de agosto de 2014

EL CUENTO DE HOY




MINI EÓLICA

Por Silvia Angélica Sánchez (*)



Mi papá me habló de molinos. Estuvo ensimismado durante una hora, con los ojos brillantes, feliz, contándome los mecanismos de la bomba, del eje, del modo en que se mueven las aspas y del viento. Mi padre me habló del viento enredado en una escultura que hay en la estación, eso es el viento me dijo, y era un montón de alambres enmarañados que coronan un caño en la cúspide; y los molinos son los que el viento mueve, siempre.
Cuando hablaba noté sus ojos, y la chispa blanca regodeándose de un lado al otro, animando. La chispa dirigía sus manos viejitas y arrugadas que hacían ademanes de movimiento como la biela, como el pistón; y agregó cómo funciona con un cigüeñal. Y las aspas, volvía a hablar de las aspas.
Le dije que conocí un molino en la costa, enorme, que las aspas eran más grandes que el mismo rancho que estaba al lado; y se encantó con el cuento, y me dijo que cuando había mucho viento el molino se paraba solo y que esto lo sabía porque se lo había contado un viejo, cuando él era joven. Entonces me contó del cuento del viejo y de la mecánica de las aspas del molino que se comandaban con la veleta. Me dijo que las aspas se repliegan y hacen que el movimiento se pare solo, al contrario, cuando hay mucho viento. Cuando hay mucho viento la veleta hace que el molino se alinee en el mismo sentido y las aspas paran solas.
Él no se acordó de cuando yo era chica, de cuando mi papá joven me hacía molinitos con una cartulina blanca sobre una varita de madera; y yo corría con el artefacto por el límite del patio y la casa del vecino, mirando fijo cómo daba vueltas, embelesada.
Mi papá me seguía describiendo este otro artefacto y los dos nos imaginábamos el campo y el viento juntos, intersectados en el movimiento circular de la rueda metálica. Podíamos sentir el frescor de los aires de la meseta y el olor de los jarillales y cuando bajamos la vista las ovejas ya se acercaban al tanque australiano a tomar agua. Había como diez corderitos blancos pegoteados detrás de las hembras repletas de leche, todos apilados, protegiéndose mutuamente de las ráfagas prepotentes que les despeinaban los bucles largos.
A esta altura mi papá me arreó desde el lugar donde las ovejas bebían y me habló otra vez del viejo que le explicó de los molinos cuando él era joven. Era un viejo barbado y blanco, hablaba poco y pausado. Siempre estaba en el campo y sabía de animales y agua. Con la varita de rabdomante había encontrado el punto justo para instalar los veinte pozos. ¡Veinte pozos! , en el campo abierto, en la meseta, para poner molinos. El viejo era un sembrador de molinos, de los chupadores de agua.
Mi papá me sirvió agua en un vaso transparente y en sorbos rápidos lo dejé vacío. No le gustó. Me dijo que había que tener respeto al viento y al agua, a los dos juntos y que jamás debía beber del modo en que lo hice, y menos aún en la meseta, y menos aun hablando de molinos. Sonreí, pero él me empezó a mirar enojado, con los ojos más oscuros, las manos descansando sin movimientos sobre la mesa de la cocina. Qué absurdos que son los molinos, pensé; pero no quise decirle nada de nada porque capaz que con su enojo, también el viento iba a parar de soplar.




(*) Escritora de General Roca. Este relato fue publicado en la “Antología del Encuentro de Escritores de Las Grutas 2014”.



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domingo, 10 de agosto de 2014

EL POEMA DE HOY



FUEGO

Por Daniela Della Bruna


Fuego
Sólo se respira fuego,
mucho fuego,
vibrante, hastiado,
vacío, derrotado fuego.

Sólo se respira fuego,
la furia gana en la noche,
en la noche roja,
del silencio.

En la luna oculta,
sólo se respira fuego,
y aún parece que late,
ese hueco allí en el pecho.

Se respira, sí,
pero sólo se respira fuego,
se calcina la piel,
se hunde el músculo en el hueso.

Se concibe, al final,
el falaz cuerpo
de una llama total,
absurda, sin tiempo.

La llama que latía,
que gritaba,
la llama que llenaba

el tibio hueco.



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jueves, 7 de agosto de 2014

EL POEMA DE HOY



ORIENTACIÓN

Por María Julia Aleman de Brandt (*)



... Y Trevelin, el pueblo del molino
te quedó, con el mismo por testigo.
Es por él, que tu nombre suena a trigo,
un manojo de trigo campesino.

Un soldado está unido a tu destino
(Coronel de Rifleros, leal amigo).
Y al situarte en el mapa sólo digo
que estás en el confín de lo argentino.

Un puñado de gente que venía
en busca de la tierra prometida
te encontró, paz, trabajo y alegría.

... Y aquí estás, Trevelin, luz encendida,
pedacito de Gales al que un día
los galeses te dieron su alma druida.




(*) Escritora de Esquel. Este poema fue tomado de su obra “Soy Poesía, búscame en el Sur” (Editorial Asociación Escritores del Oeste del Chubut, Esquel, 1993)
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sábado, 2 de agosto de 2014

LA NOTA DE HOY

  



LIBROS DE FOTOGRAFÍAS EN EL VALLE DEL CHUBUT



Por Jorge Eduardo Lenard Vives





     Desde el inicio, la Colonia Galesa del Valle del Chubut contó entre sus integrantes con fotógrafos, tanto aficionados como profesionales. Con el correr del tiempo, su labor dejó una importante cantidad de material gráfico archivado en cajas, latas, cartapacios y álbumes; que fueron conservados en cómodas, roperos y bargueños, arrumbados a su vez en el “cuarto del fondo” o en el “galponcito de atrás” de los hogares de los descendientes de los colonos. Más tarde, al valorarse su riqueza cultural, se vio la posibilidad de reunir el disperso acervo y acercarlo a un público más amplio, trascendiendo el ámbito familiar. Surge así la idea de incluirlo en “libros de fotografías”; esas obras que combinan la Literatura con la plástica, a mitad de camino entre el texto ilustrado con algunas imágenes y el “libro de artista” que, a veces, constituye una imagen en sí mismo.

     Un antecedente remoto de tales libros en el Valle, es el álbum que hacia 1925 se confeccionó con motivo de la visita de Eduardo de Windsor, príncipe de Gales, a Buenos Aires. Varias páginas de instantáneas de escenas valletanas y sus protagonistas, estaban acompañados de textos aclaratorios; a los que se sumó, a modo de prefacio, un esbozo de la historia de la Colonia.



    Pero es tiempo más tarde, en 1988, cuando se publican dos libros que reúnen colecciones de fotografías de excelente calidad documental. Uno de ellos es "Gaiman. H. E. Bowman. Fotografías”. Con prefacio de Ester de Izaguirre y texto de Stella Maris Dodd, muestra parte de la obra de Henry Edward Bowman; uno de los artistas de la cámara más conocidos en la historia de Camwy, que nació en Inglaterra el año en que el Mimosa llegaba a Puerto Madryn y falleció en Telsen, en 1956. La selección es de Stella Maris Dodd y Albino González.



     El otro es "Los galeses en Chubut". El texto de A. Becquer Caraballe acompaña las ilustraciones obtenidas a fines del siglo XIX y principios del XX por John Murray Thomas, H. E. Bowman, Morris Owen, Carlos Foresti, Fernández de Cabrero, Edward John Jones, Egryn Evans y R. E. Theobald; clasificadas por Tegai Roberts, Albina Jones de Zampini y Stella Maris Dodd.



    En la zona se han publicado, además, volúmenes que no compilan reproducciones antiguas, sino tomas realizadas “ex profeso” para conservar testimonios del pasado. Por ejemplo, “Un sillón para el bardo en la Patagonia”, de Enriqueta Florencia Davies de Johnson; que reúne las fotos de los sillones bárdicos de las diversas ediciones del Eisteiddfod del Chubut. También "Capilla Galesas en Chubut", de Edi Dorian Jones; con introducción de Gustavo Miguel Rodríguez y textos e imágenes de las capillas del mismo Edi. Su expresiva prosa da lugar a pasajes como éste:

     "Recuerdo en mi infancia los preparativos para asistir a un culto dominical en la capilla. Era un ritual que finalizaba con la transformación de aquellos labriegos de rústico aspecto en elegantes caballeros vestidos con sus mejores ropas obscuras. Luego del viaje en coche - caballo hasta la capilla, las riendas eran reemplazadas por la Biblia y el himnario. En mi niñez observaba asombrado como esas manos nudosas, toscas y agrietadas podrían tocar con suavidad y sensibilidad las teclas del órgano para alabar a Dios, agradeciendo aun por el arduo trabajo y los frutos que la magra tierra patagónica daba en el Valle del Chubut - descanso de mesetas escalonadas y ripiosas."

     Se puede mencionar todavía un tercer libro de este jaez; aunque no se trata de fotografías, sino de dibujos basados en ellas: “Cien atuendos y un sombrero”, de Albina Jones de Zampini.





     Hablar de imágenes y palabras trae a la memoria una manida frase, citada habitualmente en forma un tanto ligera con carácter de axioma: "Una imagen vale por mil palabras". Esta afirmación, que parece novedoso fruto del embeleso por las modernas técnicas de representación visual, fue en realidad enunciada por Ivan Turgueniev en una fecha tan lejana como 1860, en su novela "Padres e hijos". Anna y Bazarov, dos de sus personajes, dialogan de esta manera:

      "- … Estaba mirando las tarjetas de la Suiza alemana en su álbum, y usted me hace la observación de que eso no puede interesarme. (…) Esas tarjetas podrían interesarme desde el punto de vista geológico, desde el punto de vista de la formación de las montañas, por ejemplo.
- Perdone, como geólogo consultaría antes un libro especializado que un dibujo.
- El dibujo me ofrece en una imagen lo que en un libro se desarrolla en diez páginas completas.”

     La aserción es discutible. Sin dudas, es cierta en el caso de un analfabeto, para quien una imagen no vale mil palabras, sino infinitas; ya que, al no saber leer, de nada valdrá para él un texto escrito. Por el contrario, aquel que no pueda distinguir figuras dará más valor que a cualquier estampa, por explicativa que sea, su conversión en vocablos transmitidos en forma oral o percibidos por el tacto.




     La frase en cuestión pretende fijar cierto juicio de valor. Pero es en vano “polemizar” - ese verbo tan estéril con el que en muchas veces se quiere reemplazar al fructífero diálogo - respecto a la primacía de la imagen sobre la palabra o de la palabra sobre la imagen. Ambas expresiones no se enfrentan, se complementan; y, tomadas por la mano del virtuoso, las dos se transforman en esa sublime creación del ser humano que se llama Arte.




Nota del autor: dedico esa nota in memorian de Edi Dorian Jones. Y agrego además un recuerdo para mis amigos escritores – fotógrafos, que tan bien saben combinar sus dos vocaciones.



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martes, 29 de julio de 2014

EL POEMA DE HOY




PATAGONIA

Por Silvia Angélica Sánchez (*)



Estas quimeras
encallan en los triángulos.

Patagonia es triangular
tierra de zozobra
navegada.
Montón calcáreo.
Tanto desierto
artimañoso
recovequeado.
Los límites encrespados de espuma
babean la tierra milenaria
-reverenda Diosa
del fin del mundo-.
Hay tanta piedra
tanto frío
metidito
en los surcos de su viento.
Angustia fósil.
Y tanto plano.
Desierto de jarillas bajas
y coirón rodante
(pelotero de arrumacos helados).
Tan poca gente
enterrada en el jolgorio del silencio.
Patagonia es Pata Ancha
cobertizo de náufragos.
Continente.
Contenido de Quijotes
piloteando a cuatro aires.





(*) Escritora nacida en General Roca. Profesora de enseñanza primaria. Trabajó en el Proyecto de Educación por el Arte y coordinó talleres literarios. Licenciada en Comunicación Social. Posgrado en Gestión Cultural de la FLACSO. Participó activamente en diversos grupos literarios. Publicó los libros “Molino de Tierra”, Poemario y “No se, amos”, narrativa. En el 2010 publica el libro de cuentos “Reflejos del Hambre”, reconocido por la crítica. Participó en diversas antologías. Realizó investigaciones periodísticas, publicó en medios de nacionales y provinciales y presentó distintas ponencias académicas. Coordinó actividades del Centro de Escritores de General Roca donde editó la revista “Desde el Andén” (formato analógico y digital) y organizó varias muestras interdisciplinarias en la región. Su blog: http://sanchez-silvia.blogspot.com.ar/



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viernes, 25 de julio de 2014

NUEVA OBRA RECIBIDA



VIAJE AL PLANETA DRAIG GOCH

Leyenda Celta (*)

Donald Thomas





Esta es una leyenda que se remonta a las viejas tradiciones celtas, traídas por los galeses a la Patagonia.

Encierra la aventura de poblar un nuevo planeta, con los personajes más increíbles. Es un extraño paraíso al que bautizaron Draig Goch.



Hay una computadora insobornable que acepta o rechaza a los viajeros que ingresarán, cuyo objetivo es preserva la buena convivencia.



Roy es el personaje principal que recurre a la ayuda de los druidas para realizar su sueño. el mago Merlín le allanará el camino. Lo acompañan tres amigos de la tierra: uno ha sido militante político e inventor, otro humorista y el tercero cantante, ingenioso y picapedrero. La característica que los une es la decadencia.



En este lugar encuentran muchos placeres, pero también vicisitudes a resolver. Las acciones suceden tanto en la tierra como en el nuevo planeta, lo que vuelve entretenido el relato, donde los opuestos como el bien y el mal, tierra y planeta, realidad e irrealidad, están siempre presentes.



Construyen lo que ellos llaman: Plaza del Gorsedd, lugar de conciertos, recitales poéticos y otras actividades culturales, con conocidos músicos y poetas chubutenses.



La trama de esta obra se va desgranando de manera fluida, ágil, con un lenguaje claro y también divertido en ciertos pasajes. Hay un entretejido que se da de manera natural entre la familia del narrador y los personajes literarios que actúan en este libro, lo que transforma a la leyenda en algo absolutamente real.



Stella Maris Dodd





(*) ISBN 978-987-26103-7-1 - Ediciones El Regional, 2014 - 142 páginas . 24 x 17 cm.
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miércoles, 23 de julio de 2014

LA NOTA DE HOY




FRAGMENTOS


Por Jorge Curinao (*)



Dicen que la nieve es neutra, que la noche canta como un niño ahogado y escucho mi nombre en un sueño que cae al pensamiento, al suelo. Y qué es un hombre entrando al sueño. Es la nada, la pregunta, pañuelos perdidos en el viento de antaño. Y repito mi nombre, mi llanto, como un idiota. Repito mi nombre. Lejos el sol de los ojos cerrados, de las máscaras que ríen. Lejos mi nombre, mi llanto, el alimento de mi luz.

* * *

Cada tarde abríamos las ventanas para darle paso al tiempo. La casa tenía el rumor de los grillos perdidos. A veces el color era el mismo. Descubrir uno distinto era toda nuestra aventura.

* * *

El horror del silencio. Nadie recuerda lo que vendrá. Nadie recuerda lo que no vendrá: visiones pasivas convertidas en lágrimas. Soy la visión del absurdo, del hueso en la noche.

* * *

Y camino solo por grandes laberintos y me persigno. Y un gusano se mete en la alcantarilla. Y luego nos vamos al río. Y, a veces, en el río no hay nadie. Y otro gusano me consuela: “Sólo quienes han llegado a la orilla, saben abrigarse con frío”.



(*) Escritor de Río Gallegos. De su libro inédito “Otros Animales”.


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domingo, 20 de julio de 2014

EL POEMA DE HOY



TARDE QUE SE INCLINA

                     Por Alfredo Ismael Lama (*)




Esta es una tarde que se inclina
como si desmayada, sin sangre
por mis gritos, discurre.

Pero la soledad, partida indómita
no me permite apreciar la claridad del sol.

Es la hora del recuerdo…
En los héroes, rotos de silencio

la castidad de las palabras no se altera.
Se declaran incólumes ante el paso de las horas.

Y en el verde peregrinar de los vergeles
la raíz nueva solicita calor a soles nuevos.

Iré hacia ellos, cuidando que en el vuelo
pueda salvar mis alas, y si no puedo
pediré  ayuda.



(*) Escritor de Comodoro Rivadavia.


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miércoles, 16 de julio de 2014

EL POEMA DE HOY




           QUIETUD


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)




Todo estaba quieto, sin trajín los llanos...
Las grises montañas,
que al andar del día,
después de las lluvias,
mojados los montes,
tornáronse oscuras,
apenas se veían entre las tinieblas
que sumido en sueños
desprendió el crepúsculo.


Todo estaba quieto...
La voz del chingolo,
que entre la segura morada espinosa
de los matorrales
acunaba en silbos
los primeros sueños de las avecillas,
quedóse en silencio, mostróse dormida...
En el sur lejano, a velar sus sueños,
pronto aparecieron algunas estrellas.

Todo estaba quieto...
Por la senda opaca donde caminaba,
serpenteando arbusto, oliendo el tomillo,
tropezando a veces con las pedrezuelas,
me abrazó de pronto la quietud aquella.
Y miré hacia el cielo,
Me sentí más bueno,
Y sentí que amaba,
Que amaba a la vida
¡que amaba a mi tierra!




(*) Escritor chubutense.


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sábado, 12 de julio de 2014

EL CUENTO DE HOY



LA PILA


Por Pascual Marrazo (*)



Todas las veces que tuve la oportunidad de mirarte se encendieron mis ojos. Es una energía que proviene de una pila caprichosa que sólo ha respondido a tu mirada. Cuando te escribí la poesía, ella le puso música a las letras con el tambor de mi corazón. Debo admitir que sus caprichos enlutan mis hazañas, me retacea la fuerza si vos no estás presente. Me hace fracasar en los intentos de alivio que busco en otra mujer. Ayer, cuando tuve la oportunidad de retener tu cuerpo unos segundos, un grito de calor invadió el silencio de mis venas.

Hoy puedo todavía, retener la nostalgia de haberte puesto mi mano en la cintura con el brazo rodeándote la espalda. Pero esta pila que sólo funciona si te invoco, me arde y quema hasta en tus ausencias. Los sueños de mis noches agitan las sombras para encontrarte, inventan destellos y entre un sinuoso silencio buscan el gozo del amor bajo tus faldas. La brisa arremolina tu cabello en mi pecho estremeciéndome la piel, mientras la fiesta comienza con el primer silbido acrobático que sube al cielo y explota en mil colores. A partir de ahí, la picardía del amor entona su festín y no para hasta la madrugada.

No me importa si funciona por tus milagros o si este amor es  sólo brujería, que obediente y loco llega a tiritar mis dientes. Despierta la emoción y  coincidencia, dejando huellas que no se borran con la primera lluvia. Se celebra y estremece sin evadir la pasión. Es una ternura que enamora a su modo, sin pedir prestado nada a nadie, una música clandestina, un secreto compartido entre los dos.

No me hace falta un paraíso donde esté prohibido morder una manzana, porque el fruto prohibido, es el paraíso. Nuestra locura necesita el lugar de todo lo posible, donde los límites sean tan tímidos que se acerquen sólo al amanecer. Es una pila con ruido de galope desbocado que no da cuenta a su dueño y exige correr, sólo sobre la piel elegida.  
  Se hamaca, suspira conmovida ante tanta belleza y entre tanto temor a que se acabe.




(*) Escritor de Cipolletti.
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