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martes, 26 de marzo de 2013

EL POEMA DE HOY





Obsesiones


Por Julio  Sodero (*)



Dos obsesiones trepan
como el humo procaz
desconocido  del tiempo.

Dos obsesiones.

Para morir
con la muerte elemental del hombre.

¿Entenderás la partida?

Como un capricho terminal
piensa ahora
  en el golpe dolorido del mundo.

La otra obsesión
  fijada en los puntos cardinales
      del abstracto silencio.

Ardua conjunción en la turba final.

    Sitio
        destino
             lugar de obsesiones.

En la tensa ciudad
de los últimos sobrevivientes.

Dos obsesiones salvan la muerte.

      La poesía
       
            La dura poesía.


(*) Escritor de Sierra Grande (1950- 2005)

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viernes, 22 de marzo de 2013

LA NOTA DE HOY





LA PATAGONIA POLACA


Por Kayra Wicz




      “Monte Solo” es una colina  ubicada en el extremo  sudoeste de  la  Provincia de Chubut, con una altitud de 642 metros sobre el nivel del mar. A 10 km de ahí se encuentra “Valle Koslowsky”.
      Julio G. Koslowsky, naturalista de origen polaco llegó a América alrededor de 1894; recorrió el Chaco paraguayo y el Mato Grosso. En sus viajes conoció al perito Moreno, quien en 1896 iniciaba una expedición naturalista a la Patagonia para explorar los territorios que aún permanecían desconocidos; además de estudiar su flora, fauna y topografía con ojos de científico y delimitar la frontera con Chile. Juntos recorrieron el departamento de  Senguer en Chubut, hasta la costa del Lago Blanco. Entre sus méritos, se cuenta el haber explorado la totalidad del departamento Río Senguer; ser uno de los primeros  en alcanzar el extremo oeste del recóndito lago La Plata; ubicar y trasladar al museo de La Plata el primer meteorito hallado en la Patagonia; ser el primer colono de Valle Huemules y con su presencia haber conseguido el valle para Argentina. En reconocimiento a esa decisión es que el valle próximo lleva su nombre.
      En Comodoro Rivadavia, ocho años después, se registra otro antecedente de la presencia de los polacos en el sur del país. Corría el año 1906 cuando el padre Ludovico Devrowsky, sacerdote polaco de la congregación salesiana, bendijo las máquinas para la búsqueda de agua. Y fue allí donde encontraron petróleo.
      Estos dos hombres fueron parte de la gran inmigración sucedida desde 1770 a 1960. La inmigración europea hacia la Argentina se produjo en diferentes contextos, ritmos, intensidades y características. La llegada de los inmigrantes al país respondió a patrones mundiales de flujos de población.  Sus causas principales fueron las guerras de la independencia, los posteriores conflictos bélicos internacionales, las crisis económicas. Surgieron así  las ideas de “crisol de razas” y pluralismo cultural. La yuxtaposición de rasgos culturales criollos y extranjeros constituyó la principal característica de esta "sociedad en transición”. La mayoría de ellos abandonó su patria en un gran acto de valentía, pues ignoraban casi todo de su lugar de destino.
      Los italianos fueron el grupo más numeroso, le siguieron los españoles, y luego franceses, ingleses, galeses y como grupo más reducido  polacos, rusos, sirios, armenios.
      Se recuerda el Día Nacional del Inmigrante al 4 de Septiembre, ya que ese día, en 1812, el primer Triunvirato firmó un decreto que decía "…el gobierno ofrece su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio ". De esta forma la República Argentina abrió sus puertas a los inmigrantes del mundo.
      En el prólogo de la Constitución de 1853, alude a los inmigrantes diciendo... "todos los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino". Y en su artículo 25 decía: "El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes".
      En 1875 se crea la Comisión General de Inmigración, y en 1876 se dicta la ley N° 761, denominada Ley de Inmigración y Colonización.
      El término migración es definido como “el movimiento que realizan las personas de una población y que implica un cambio de localidad en su residencia habitual en un tiempo determinado, cruzando fronteras o límites territoriales de una región geográfica”.
      La descripción de los movimientos migratorios, las leyes que los amparan, la lectura de documentos textuales y fotográficos, distan enormemente de lo que la migración significa. Se aproximan a ella desde lo legal y documental; pero eso nunca describirá las sensaciones y emociones que debieron transitar todos esos hombres, que hicieron del miedo una coraza y cruzaron los océanos del mundo en una nave de principios de siglo .Siempre se dice que zarparon llenos de sueños, de  esperanzas.  A veces pienso que es una imagen algo ingrata de ese momento. Hombres, mujeres y niños dejaron toda  su vida atrás, soportaron enfermedades, inmensas tristezas por los que quedaron, por los que morían en los barcos de fiebre amarilla, tifus, tétanos, tuberculosis. Decidieron hacerse cargo, no se quedaron pensando en egoísmos inútiles, se armaron de la nada. Querían ganarse cada centavo; reconstruyeron su vida, y así ayudaron a formar y conformar un país. Creo que comenzaron sus sueños y esperanzas cuando pisaron tierra firme; ahí se vieron, se reconocieron, se ayudaron y aprendieron, ahí comenzaron a creer. Criaron a sus hijos, trabajando y siendo honestos; con los pies en la tierra y la mirada al cielo salieron adelante y dieron el ejemplo.
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martes, 19 de marzo de 2013

EL POEMA DE HOY




LOS TAMARISCOS



 Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)





Ahí están...
Ahí donde los hombres
pusiéronlos de eternos reparos de los vientos.
Ahí están..., ahí, aquí y allí...
Son marcas de esperanzas
jalones de avanzadas
de viejos pobladores.


Ahí están...
Se aroman en los días primeros de septiembre
enracimadas flores de cálices rosáceos
y blanquecinos pétalos.
Sus apretados cúmulos
como apiñados frutos
se espigan en el tiempo.


Ahí se ven...
Rodeando a las moradas
que a trechos se levantan
allá por las mesetas.
Entremézclanse a veces
con álamos y sauces,
las ráfagas les apuran
las furias del oeste.


Ahí, ahí están...
Aferrados, constantes,
prodigando tibiezas con su firme enramado.
Trashumando las pampas,
recorriendo los campos,
¡cuántas veces el hombre
se cobija a su amparo!


¡Sufridos tamariscos,
vallados que se expanden,
resguardos patagónicos que abrigan a mis lares!




(*) Escritor chubutense, nacido en las cercanías de Dolavon



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sábado, 16 de marzo de 2013

EL CUENTO DE HOY





LA CAJA DE LAS ROSAS


Por Ana María Ugarteche de Riveros




        Fue en la primera semana del verano; los pastos abatidos bajo el sol vertical que recalentaba la tierra, despertaron en Gregorio la añoranza por la sombra de la higuera.

       Era joven, aunque una vida dura y el clima, dibujaban profundas arrugas en su tez morena. Acicateado por la ansiedad, iba a galope tendido, tras el viento que se arrastraba, barriendo el polvo de la huella. El pobre matungo, con la boca espumeante, soportaba a duras penas los espolazos, extenuado por esa loca carrera.

        La noticia había tardado una semana en llegarle. Aquella noche, un huracán de los que azotaban la región en esa época del año, había desmoronado una pared de adobe sobre sus padres. Gregorio recordó con tristeza aquella gran rajadura que, tiempo atrás, simplemente rellenaran con barro.

        Llegó poco después del mediodía. Todo lo que pudo ver fue… nada. Su hogar de la niñez, semejaba ahora un gran nido de caranchos, sucio y revuelto. Lanzando un grito desgarrador, corrió hacia los escombros y comenzó, frenético, a revolverlos. Debía encontrar aquella caja, la de la tapa pintada con rosas…

        Sólo al caer las sombras se resignó. La caja no aparecía por ninguna parte. Quizás, ya se la hubiera llevado alguno de los que habían venido a rescatar los cuerpos.

        Agotado, se sentó sobre los escombros. Con las últimas luces, miró sus ropas. Estaban tan remendadas y zurcidas que ya casi no se reconocía la tela original. Nada, eso era él, nada, como esas ruinas, que ya no contenían la caja de las rosas, donde su madre guardara celosamente el secreto de su nacimiento…

        Permanecía aún allí, cuando llegó la oscuridad; miró al cielo, susurrando “él sí conserva lo suyo, la guía del Lucero, de las Tres Marías, de la Cruz del Sur…”

        Gregorio Ivanovich hundió su cetrino rostro de indio entre las manos callosas. Su figura pareció empequeñecerse, mientras lloraba de impotencia ante lo irremediable.
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martes, 12 de marzo de 2013

LA NOTA DE HOY





BANDIDOS EN LA PATAGONIA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives


           Tal vez el título sugiera a algún lector la imagen de Paul Newman y Robert Redford, es decir, de Butch Cassidy y Sundance Kid, saliendo a la muerte desde su refugio en el poblado de San Vicente; bajo la balacera de las tropas bolivianas que los habían cercado. Pero más allá de la notoriedad ganada por esos facinerosos norteamericanos, la Patagonia tuvo sus propios bandidos; sin necesidad de importarlos. Ascencio Brunel y Roberto Foster Rojas, alias “El chacal de la Lipela”, son algunos de los nombres que aterraron a los pobladores locales y dieron pie para que la Literatura los tomara como motivo de sus creaciones. Otros son menos conocidos, de fama local. Cierta vez, siendo niño, caminaba con mi padre por el Valle del Chubut, cuando señaló unas cuevas horadadas en la roca rojiza, a bastante altura. Me comentó que habían sido refugio de un forajido, cuyo nombre no retuve, a principios del siglo XX; quien usaba para ingresar a su cubil una escalera de madera basta, hallada por un poblador tiempo atrás en el lugar.



        Sin embargo, ya que empezamos con los pistoleros yanquis, sigamos con ellos. Mucha bibliografía existe sobre la gira sudamericana de George Leroy Parker, Harry Longabaugh y Etta Place. Por ejemplo, “La pandilla salvaje. Butch Cassidy en la Patagonia”, de Osvaldo Aguirre; y “Buscados en la Patagonia. La historia no contada de Butch Cassidy”, de Marcelo Gavirati. “Los bandidos de la tierra prometida”, del escritor boliviano Waldo Barahona Ruiz, luego de recordar el paso por la Patagonia, narra su fin cerca de Tupiza. Es una novela histórica basada en investigaciones y documentos. También la ficción los tomó como objeto; por ejemplo, en los “Cuentos de cuando la banda de Butch Cassidy estuvo por aquí”, de Virgilio González, o en las páginas de “El riflero de Ffos Halen”, de Carlos Ferrari.


         Tenemos un par de pillos de origen inglés en la región. Jaime Burden, un aventurero típico de la frontera que terminó como estanciero cerca del Lago Buenos Aires, inspiró el libro “El Jimmy. Bandido de la Patagonia” de Herbert Childs (en otra edición, el título de la obra es “El Jimmy. Fugitivo de la Patagonia”). Por su lado, Elena Greenhill, cuyas andanzas recuerdan “La inglesa bandolera”, de Elías Chucair y “La bandolera inglesa en la Patagonia”, de Francisco Juárez, fue una cuatrera que murió en su ley, cerca de Gan Gan, hacia 1915.



Y luego están los criollos, como Ascencio Brunel, salteador de principios del siglo XX en el Chubut y Santa Cruz; a quien Marcelo Gavirati dedicó el artículo “Ascencio Brunel, el demonio de la Patagonia”, publicado en la revista “Todo es Historia”. O la gavilla de Eugenio Osvaldo Patiño, alias “El Rubio”, cuya historia puede ser vista en el Museo de la Policía en Rawson. O los Pincheira, que actuaron en el Neuquén en las primeras décadas del siglo XIX. De mayor notoriedad es Bairoletto; si bien sus fechorías fueron al norte del Colorado, se comenta de alguna incursión en el Alto Valle del Río Negro.


Hay, además, bandidos imaginarios, como el “Manos Duras” de “La tierra de todos” de Vicente Blasco Ibáñez; malhechor que asolaba el suelo rionegrino. Y bandidos de fantasía inspirados en bandidos reales, como los del cuento “El encuentro”, del volumen “La tierra maldita” de Lobodón Garra; que recuerda en cierta forma un episodio real sucedido en la colonia boer de Comodoro Rivadavia, narrado por Liliana Esther Peralta y María Laura Morón en “En la tierra del viento”. Y bandidos que no eran bandidos, como el santo cura Boido; quien, según cuenta Raúl Entraigas en el boceto “Bandolero de nuevo cuño” de sus “Pinceles de Fuego”, fue confundido al llegar a Valcheta con un asaltante del tipo de “Manos Duras”.


A veces la Literatura es ambigua con estos individuos. Inspirados en las leyendas al estilo de Robin Hood o Dick Turpin, se da a algunos maleantes patagónicos un tinte romántico. Pero el que elige vivir contra la ley es, quiérase o no, un delincuente. Además, los atracadores plagaron de muerte los lugares que recorrieron. Recordemos si no el homicidio de Llwyd Ap Iwan en 1909, en la sucursal de la “Mercantil” en Arroyo Pescado en el Chubut, a manos de los bandoleros Evans y Wilson; o el raid de “El chacal de La Lipela” y su banda, en el año 1928 entre Río Negro y Neuquén, que en menos de dos meses asesinaron seis personas.


Por eso, a la par de dedicar esta nota a la Literatura sobre cacos y criminales, es menester recordar aquellas páginas consagradas a quienes los tuvieron que enfrentar, a las fuerzas del orden; como “Calon Lan” de Nancy Myriam Humphreys, que evoca a su abuelo Eduardo Humphreys, comisario de policía de la Colonia 16 de Octubre, entre 1896 y 1905. A ese libro se pueden agregar, entre otras obras, la “Historia de la Policía del Chubut” de Clemente Dumrauf, “Los recuerdos del sargento Tello”, de Rodolfo Casamiquela; y, más recientemente, “La cruzada patagónica de la Policía Fronteriza” de Ernesto Maggiori.



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