COVARRUBIAS
Por Alicia
Miguel de Castagnet
No
bañaron los soles de Castilla
mi tarde
de Covarrubias
ni vi
brillar en los surcos
los oros
de las espigas,
ni cantaron
las campanas
su canto
de bronce y siglos
ni los
pájaros dijeron
sus silbos
entre las ramas.
Madre…
nada fue como contabas
esa tarde
en Covarrubias.
Una
llovizna muy fina
calaba tejas
y calles
y los
pies se me pegaban
al barro
de tu terruño.
Las
pobres casitas blancas
con techos
de tejas viejas
eran
presentes de olvido
clavados
en las callejas.
La
tierra roja sangraba
con el
agua de la lluvia
y
Covarrubias lloraba
sus
ausencias con la tierra.
¿Cómo
habría de haber sol, madre,
esa tarde
en Covarrubias?
si tu
recuerdo sombreaba
el solar
de los abuelos.
Entré a
la vieja casona
como quien
entra a un santuario
y allí
en la rústica estancia
de muros
enmohecidos
sentí la
nostalgia extraña
de cosas
nunca vividas.
Añoré la
lumbre aquella
que te
había abrigado, madre,
y el
olor a pan caliente
y el
sabor a leche fresca
y los
jamones colgados
desde
las vigas del techo
y la
sopa que humearía
sobre
aquella mesa vieja.
La
lluvia se iba filtrando
entre las
tejas derruidas
y a mi
alma también filtraba
su
llanto la lluvia aquella.
Salí
después a la calle
A mirar
tu Covarrubias:
la lluvia
se me hizo llanto
y yo
corría llorando
las
calles de tu aldehuela.
¡Bien
está que haya llovido
esa tarde
en Covarrubias!
¿Cómo
habría de haber sol, madre?
Si Covarrubias
lloraba
su muerte
de pena y tiempo
y yo tu
muerte lloraba
otra vez
en el recuerdo.
Este poema mereció la corona
del Eisteddfod del Chubut celebrado en el Salón de la Asociación San David de
Trelew el 25 de octubre de 1975. Fue jurado para el otorgamiento de esta
distinción el profesor Julio Crespo, autor de numerosos trabajos de crítica
literaria, colaborador de la revista “Sur”, del diario “La Nación” y de
prestigiosas publicaciones extranjeras.
3 comentarios:
¡Qué poemas, en esa época! ¡Y qué jurados...! Cómo han cambiado los tiempos...
Este es uno de los mejores poemas que he leído. Agradezco a Literasur que lo haya publicado, permitiéndome el placer de volver a leerlo; luego de mucho tiempo. La primera vez fue hace más de 35 años, en las páginas del diario Jornada; cuando el poema fue premiado en el Eisteddfod del Chubut. Desde aquella oportunidad sus versos “¿Cómo habría de haber sol, madre / esa tarde en Covarrubias?”, me quedaron grabados: releerlos ahora, además del recuerdo, me provocó la misma sensación de poesía bien hecha, sentida y profunda, que en ese entonces. La señora Alicia Miguel de Castagnet logró muy bien captar el ambiente de esa vuelta a sus raíces y transmitirlo a sus lectores. Se ve y se siente la lluvia en sus palabras, una llovizna fría, tenue, que forma arroyitos efímeros en las calles de tierra, apenumbra el día y hace desprender aromas a las plantas. También consigue evocar la sensación de quien ve por primera vez, en persona, un paisaje que antes ha recreado en su imaginación – por los recuerdos de otra persona, por una lectura - y le parece familiar. Y sobre todo reproduce, con una metáfora estupenda, las huellas que deja en el espíritu la pérdida de un ser querido.
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