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domingo, 17 de agosto de 2008

LA NOTA DE HOY



La relación entre la escritura y las imágenes. A propósito de Tulum.

Por Olga Starzak*

Días atrás conocí Tulum (México). Frente a ese escenario tan paradisíaco como emblemático vinieron a mi mente innumerables palabras para representarlo. Y poco después, en el cuaderno de apuntes que siempre me acompaña, surgió una prosa que pretendió, guiada por la memoria, describir las imágenes que me habían cautivado. No voy a compartirlas con ustedes porque, sencillamente, no logran reflejar ni un ápice de aquello que vi. Recordé entonces las tan mentadas écfrasis (representaciones verbales de representaciones visuales). Ese acto de “pintar con palabras” al que solía referirse Bécquer.

Hay, por cierto, innumerables producciones en ese sentido. Desde épocas remotas el hombre ha tratado y logrado traducir en signos o en palabras los que sus ojos no podían expresar, mucho menos transmitir.

Pero el tema que quiero repensar hoy a través de estas páginas es el de la relación entre la literatura y la imagen artística. Ambas -cada una con sus propias características- como representaciones subjetivas.

Ya en el siglo XIX Charles Baudelaire y John Ruskin, escritores de excelencia y críticos de arte, deliberaban sobre la estrecha correspondencia entre estas manifestaciones artísticas. Oscar Wilde sostenía, refiriéndose a la temática, fuertes conceptos al afirmar que el conocimiento de los principios de la literatura, a la que llamaba “el arte más noble”, significaba entender los principios de todas las artes. No comparto su opinión, claro.

Contemporáneos como la argentina Olga Orozco en su narrativa sobre Los botines de lazos de Vincent van Gogh o el peruano Mario Vargas Llosa con su poema Estatua viva ilustrado por el litógrafo Fernando de Szyszlo, nos dan muestra de cómo de una u otra manera las palabras y las formas pueden amalgamarse en pos del arte, el bien más preciado de la humanidad.

Sin embargo me pregunto si pueden las palabras, por exquisitas que sean, por mejor enunciadas que se propongan, por más emociones que transmitan... expresar lo que el pintor quiso ilustrar, el fotógrafo pretendió captar, el escultor moldeó. La respuesta, claro está, no tarda en llegar. O en sentido contrario: ¿cómo haría el artista plástico para traducir a través de los elementos con los que cuenta, lo que sintió Don Quijote cuando se enfrentó a los molinos de viento?

Cada una de las obras de arte, en sus diferentes manifestaciones, es única. Como es única cada descripción, relato, prosa o poema. Tan única y diferente como quien la ideó. Cada una se sostiene por sí misma, guarda un determinado sentido de la estética, sensibilidad, emociones... La una no necesita más que la palabra escrita, la otra se vale de variados elementos físicos. Pero, ¿se relacionan...? ¡Claro que sí! Cuando una es motivo de la creación de la otra se relacionan como el hijo a la madre que le dio vida; como lo hacen los hermanos cautivos por la fuerza de la sangre, los amigos atraídos por circunstancias similares... Complementándose y enriqueciéndose; paralelamente, reservando cada una su propia identidad; una identidad formada en base a las múltiples facetas de la que es objeto su creador.

A menudo me preguntan, como mujer que gusta hacer literatura, en qué me inspiro al escribir mis cuentos, mis producciones... Siempre, o casi siempre es en una imagen. Provenga esta de una foto, de un cuadro, o de la vida real. No hay más fiel numen que las figuras que pueblan las retinas de quien escribe, agobiando o enterneciendo, sesgando o impulsando, conmoviendo o paralizando. Creo que cuando esa misma representación se vuelve palabras, hay otra nueva imagen en el escritor.

Así todo, cuando leo el poema del mexicano José Emilio Pacheco, que transcribo a continuación, no dejo de rememorar todos y cada uno de esos escenarios que conforman Tulum.



“Si este silencio hablara
sus palabras se harían de piedra
Si esta piedra tuviera movimiento
sería mar
Si estas olas no fueran prisioneras
serían piedras
en el observatorio
Serían hojas
convertidas en llamas circulares
De algún sol en tinieblas
baja la luz que enciende
a este fragmento de un planeta muerto
Aquí todo lo vivo es extranjero
y toda reverencia profanación
y sacrilegio todo comentario
Porque el aire es sagrado como la muerte
como el dios
que los muertos veneran en esta ausencia
Y la hierba se prende y prevalece
sobre la piedra estéril comida por el sol
--centro del tiempo padre de los tiempos
fuego en el que ofrendamos nuestro tiempo
Tulum está de cara al sol
Es el sol
en otro ordenamiento planetario
Es núcleo
de otro universo que fundó la piedra
Y circula su sombra por el mar
La sombra que va y vuelve
hasta mudarse en piedra”.



*Escritora chubutense.





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