google5b980c9aeebc919d.html

jueves, 15 de mayo de 2014

EL CUENTO DE HOY




LA CASA AZUL


Por Gladis Naranjo (*)




   A pesar de mis esfuerzos, no puedo borrar la imagen de mi mente, y los puntos del tejido bailan ante mis ojos, y las agujas no obedecen a mis manos.
   Porque yo los vi bien. La mamá y los dos niños. Ella muy delgada, con el cabello oscuro recogido en una larga trenza, los hombros bajos, la pala en la mano. Los niños con los ojos arrasados en lágrimas, el mayor con un brazo sobre los hombros del más pequeño.
   Salían del baldío de la esquina, a la tardecita, caminando lentamente, como si quisieran retardar su marcha, y entraban a  la casa azul.
   Yo miraba la escena desde la ventana de la sala de mi casa. Vivo en un barrio de los suburbios, de casas bajas, veredas de césped muy verde y solitarias lámparas en las esquinas. Pero  aunque mi vista ya no es la de antes, yo los vi bien: ella con la pala, los niños llorosos, con pasos inseguros. Entraron a la casa azul y corrieron las cortinas.
   Mis ochenta y dos años y la artritis que me maltrae desde hace algún tiempo, me obligan a  pasar la mayor parte de las horas diurnas en el sillón junto a la ventana, con mi labor de agujas. Desde allí veo deslizarse el tiempo y la gente, y conozco bien a mis vecinos de enfrente, los que viven en  la casa azul. Y yo los vi bien.
   El día anterior, por ejemplo, me sobresaltó un fuerte chirrido de neumáticos en el pavimento, y luego un auto blanco pasó lentamente frente a mi ventana. Eran las primeras horas de la tarde, esas horas plácidas y a veces abrumadoras en que los niños están en la escuela, los adultos en sus trabajos y el barrio entra en un sopor expectante.
   Unas semanas atrás había visto llegar al hombre de la casa azul. Siempre se ausentaba por algunos días y cuando regresaba todo era alegría. Yo los miraba desde mi ventana, a pesar de que mi vista ya no es la de antes. La mujer y los niños salieron a recibirlo. Él bajó del auto, sonriendo,  sosteniendo una caja de cartón del tamaño de una caja para zapatos, y con sumo cuidado la depositó en las manos impacientes de los niños. Luego abrazó a su mujer y entraron todos a la casa.
   Al día siguiente el hombre se fue. Desde ese día hasta hoy, cuando los niños volvían de la escuela, la mamá, como siempre, los esperaba en la puerta. Llegaban a la casa y al poco rato comenzaban a corretear por la vereda de pasto tierno jugando con su cachorro color castaño que había crecido bastante en las últimas semanas, y que iba y venía persiguiendo una pelota, sus orejas de terciopelo rozando el pasto, respondiendo con reverencias tiernas al juego y a las voces s de los niños. Ellos reían, y sus risas me llegaban tan claras que contagiaban a mi viejo corazón, que reía con ellos.
   Pero hoy no. Hoy los niños llegaron  de la escuela, su mamá los abrazó, y  entraron a la casa. Todo fue silencio. No sé bien qué pasó después,  pero no consigo borrar la imagen de mi mente. Porque  ya  mi vista no es la de antes, pero yo los vi bien. Los vi cuando volvían del baldío, y sé que están muy tristes: la mujer con la pala, los hombros agobiados, y los niños, el mayor con un brazo sobre los hombros de su hermano…
   Es una imagen de tristeza infinita, y mi viejo corazón llora con ellos.



(*) Escritora nacida en Zapala.


Bookmark and Share

domingo, 11 de mayo de 2014

EL POEMA DE HOY




El viejo Arcano


Por Jorge Baudés (*)



La tarde tiene un dejo de nostalgia
no quiere abandonar ningún instante
en pocas horas ya será pasado
la noche ocupará el lugar vacante

Habrá dejado atrás como caricias
en rostros que envolviere con sus manos
matices de brisas cincelados
y un cordón de sol, en sus mejillas

No quiero irme con ella, y sin embargo,
presiento que en su seno la acompañan
las miradas que se fueron. Trago amargo.

En espesos nubarrones, escondido,
con los nombres bordados como hilos
va el destino tejiendo filigranas.




(*) Escritor chubutense.
Bookmark and Share

jueves, 8 de mayo de 2014

EL CUENTO DE HOY




SAN EMILIANO (*)


Por Luis Alberto Jones





A vos te lo puedo contar, Marisa, porque me vas a comprender sin burlarte. ¡Veintidós años hace que la llevaba en la billetera! ¿Y sabés cómo me acuerdo? Porque en la parte de atrás tenía un almanaque. San Emiliano, una estampita de San Emiliano. Tantos años y nunca me falló. La tocaba y fuerza, suerte, todo me daba, y guarda que el que piense que soy un irreverente se equivoca largo. Yo lo hago con respeto. Justo San Emiliano, el patrono de los gastronómicos, a mí, pintor.  Bah! Vos sabés, un plástico, a esta altura con cierto prestigio. Y no solo aquí, sino en Italia, Grecia, en fin… Pero me estoy yendo. Vacía, totalmente vacía me la devolvieron, Marisa. Porque, buscando, buscando, en la comisaría 31 de Cabildo al 200 alguien que la encontró la había dejado. Las tarjetas, la guita que no era mucha, importó, pero decime, ¿tenía que llevarse la estampita? ¡Es ser dañino, te das cuenta! Es como cuando te doblan la antena del auto. Si la roban y hacen unos mangos, pase, pero por daño, no puedo aceptarlo. Llevarse la estampita, ¡hay que ser, che!!! Y el lunes pasado, iba yo en el subte hasta Carranza y uno de los pibes que te dejan la estampita en la rodilla, pasa, reparte y se va hacia el fondo del vagón. Yo ni agaché la cabeza. Tanto no puedo, uno trata de ayudar aquí y allá, pero si le vas a dar a todos no alcanza. Bueno y te contaba. Cuando el pibe decide volver y retira la de la señora de enfrente, bajo la mirada y ¿de quién era la estampita ? de San Emiliano, Marisa, ¿podés creer? La manoteo, el pibe me extiende la mano, busco en el bolsillo interior del saco, elijo un cien y se lo doy. Petrificado quedó el mocoso. Todos miraron. Nadie entendió. Paró el subte justo y el pibe se mandó apenas se abrieron las puertas antes que yo me diera cuenta del error. Pobre. No me había equivocado. Era lo menos que le podía dar. Pequeña, humilde ofrenda por el milagro. Porque, sabés Marisa, fue un milagro. Ahora me doy cuenta. Todo este tiempo en que estuvimos separados, San Emiliano me andaba buscando en el bolsillo de la más humilde criatura, un pibe que mendiga. Y si no ¿cómo lo explicás, Marisa? ¿Cómo?



(*) Este cuento integra el volumen titulado “¡Hay que cuidar a papi! Y otros cuentos”, antología publicada en Octubre de 2013.
Bookmark and Share

sábado, 3 de mayo de 2014

EL POEMA DE HOY





YA HARUIN (MI TIERRA)

Por Ricardo Horacio Caletti (*)





Allí,
dónde el mundo
se rompe
en archipiélago
de pájaros,
y el viento
se lastima
sobre piedras
de vidrio.
Allí,
dónde el invierno
detiene
las cascadas,
el rumor 
de los ríos,
el débil
movimiento
de los tallos.
Allí,
donde la soledad
se multiplica,
incesante,
desde el mismo
principio,
y brilla
en las lenguas
de glaciares
eternos,
y en las costas
heridas
de mordiscos 
marinos.
Allí,
donde los lagos
insondables,
abren
su ojo ciclópeo
hacia
la curva del cielo
y a los siglos.
Allí,
hay un pueblo azul,
con techos
y habitantes,
y un campanario
y calles
y amistades
y oficios.
Una lenta
bahía 
de bostezo
geográfico,
donde se repiten
los pájaros
y el estrellerío.
Hay montañas
que entran
en el cielo,
y hay bosques
que acumulan
soles
en silencio.
Hay guitarras
y besos,
y miradas
y barcas;
hay sábanas
y el abrazo
de cada vez,
y hay niños.
Me reparto
en el fondo
de este mundo
de sueños,
como un polen
ardiendo sobre el viento
marino.
Mi alma
cabalga
en cada potro
y se rompe,
en la escarcha 
del alba
y en la copa
de vino.

Territorio del canto.
Blanca
Tierra del Fuego:
Sobre
tus islas
me inclino
como una espiga
en llamas,
como un campanario,
como una fruta,
como un racimo
de estrellas
errantes,
para pulirme
el alma
sobre tus piedras
de vidrio.






(*) Escritor y pintor de Ushuaia. Se desempeñó como periodista y realizador de programas de radio y televisión en esa ciudad. Es autor de “Siete poemas para Helena” (primer premio Buenos Aires de Poesía Joven, 1968), “Nuevos poemas para Helena” (segundo premio Buenos Aires de Poesía, 1969) y “Las dos lunas” (segundo premio Buenos Aires de Cuento, 1968). Escribió los ensayos “Homenaje a García Lorca” (1968), “Apuntes para la búsqueda de lo Latinoamericano” (1969) y “La Literatura de Tierra del Fuego” (1975).
  En la faz pictórica, restauró los murales de José Torres Zapico en Recoleta y presentó muestras individuales en Buenos Aires y Santa Cruz. Sus obras “¿Quiénes serán éstos que vuelan así” y “Mi tierra: homenaje a Lucas Bridges” obtuvieron distinciones nacionales.
   El poema publicado en el blog (“Ja haruin. Mi tierra”), obtuvo el primer premio “Augusto Laserre” de Poesía de Tierra del Fuego en 1973, y figura en su obra “La Literatura de Tierra del Fuego” (Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1975). Según informa el autor, fue también publicado en la revista “Karukinka” del mes de enero de 1974.

Bookmark and Share

martes, 29 de abril de 2014

EL CUENTO DE HOY



ARANCIBIA

Por Ada Ortiz Ochoa (*)



-Debo estar mal yo- pensó Arancibia.
Esa mañana no podía apartar de su cabeza, la mirada de reproche de su mujer.
Últimamente no se dominaba con facilidad. Amanecía nervioso luego de una noche sin pegar los ojos.
-¡La pucha!- por ese tema ahora tenía otro problema más. ¡Cuándo mejor debería ser su relación con ella para apoyarse mutuamente!
Intentaría suavizar el trato... ¡pero tampoco ella era la misma desde hacía un tiempo!
Se detuvo en medio de la calle, miró el final visible del asfalto que se hundía en el horizonte.
Parecía plomo caliente el sol cayendo vertical. Chamuscaba vegetales, hervía la capa asfáltica..., y él tenía el alma inundada de sentimientos de porquería.
Llegó a la casa del gringo, su patrón de tantos años. Allí recibió el pago de la quincena.
Se quedó mirando los billetes roñosos..., pero tan necesarios. No pudo sentir cólera como en otras oportunidades. Solamente una tenaza que le oprimió la garganta y el desánimo pesó en su cuerpo.
Arrastrando los pies emprendió el regreso. Pasó por almacén, compró harina, azúcar y jabón blanco. Un poco más adelante, miró como al pasar una pequeña vidriera. Algo le llamó atención.
-¿Y eso?- preguntó al dueño.
-Son hebillas para el pelo... ¿sabe? ¡Para las mujeres, Don!
Tomó entre sus manazas la frágil y verdirroja prenda. -¡La llevo!- dijo.
Se imaginó a Rosa, su mujer, llevándolo de adorno en su melena.
A la media cuadra de su casa, le recibió el perro saltando y gruñendo amigable.
Rosa alertada, se asomó sonriendo.
A él se le pegaron las palabras en la garganta. Regresaba rumiando disculpas.
-¡Mira, Rosa! Discúlpame, soy un bruto, no quise contestarte mal... Pero pasa que me negaron el aumento pedido... y lo que gano no alcanza para darte, para darnos, una vida mejor...
Pero no. La sonrisa de la joven lo desarmó.
Se detuvo indeciso...
Ella, cariñosa, le tomó de la mano y lo hizo entrar en pequeña pero prolija cocina.
Torpemente, Arancibia le dijo.
-¡Toma, esto es para vos!
Un gritito de alegría y chispitas en los ojos, mientras hábilmente recogía los cabellos con la coqueta hebilla.
Para sus adentros, Arancibia pensó.
-¡Si parece brujería! ¿Cómo hace para estar siempre linda y contenta, a pesar de la pobreza y el trabajo bruto?
Pero ahora..., se pone seria con cara de comentar algo. ¿Qué pasa?
Se acerca a él, le toma las dos manos y se las lleva hasta su vientre.
-¿Sabes? ¡Hicimos un encargo, a París, como dicen las viejas! Quiero que se llame Juan como vos. ¿Qué te parece? Si es varón se llamará Juan Arancibia como vos.
La risa de ella y su ternura, borraron la pena y la desazón de Juan.


                                        
(*) Escritora de Sierra Grande.


Bookmark and Share

jueves, 24 de abril de 2014

EL ADIÓS A UNA MUJER INOLVIDABLE




                      TEGAI ROBERTS
                                   (Q.E.P.D.)



     Con la partida de Tegai se va -literalmente- un riquísimo segmento de la colectividad galesa chubutense. Y no solo por su conocida y añosa tarea de rescate cultural, de la que da cuenta el Museo Regional de Gaiman. Esa labor tenaz y silenciosa es, desde ya, un mérito inigualable. Nos ha legado un tesoro que nunca terminaremos de agradecer. Ojalá sepamos cuidarlo y enriquecerlo.

     Pero además, Tegai era en sí misma una encarnación arquetípica, una síntesis representativa de los valores más destacables de la gesta galesa en la Patagonia.  En ella se reflejaban el espíritu y la esencia de los pioneros: la humildad, la fe religiosa, la perseverancia, la vocación comunitaria. Comulgaban en su personalidad los mejores atributos de las dos culturas, que en su caso lograban expresarse en un perfecto galés y en castellano, a través del conocimiento histórico, de la memoria heredada, de la música y el canto.

      Esa versatilidad le permitía desenvolverse en todos los ámbitos, desde el histórico, el académico, el literario, hasta la participación, como una integrante más, en las actividades corales y en los Eisteddfod.

    Aquilató méritos desde muy joven, con ese inquieto afán -conservado  hasta sus últimos días- por rescatar y difundir las tradiciones heredadas. La Asociación San David quiso expresarle su  gratitud hace 35 años, en 1979, a través de un reconocimiento público, ya por entonces largamente merecido. También recibió reconocimientos a nivel nacional e internacional.

        Con el temperamento siempre afable que tanto la caracterizaba, Tegai era hasta hoy la gran fuente de todas las consultas. Acudían a verla desde jóvenes estudiantes y vecinos del valle hasta los más importantes investigadores y especialistas locales y extranjeros. Además de un ser excepcional, también hemos perdido a una de las principales fuentes de sabiduría. 

      Tegai acaba de emprender el viaje hacia la Eternidad, la partida hacia el encuentro con el Señor, que cantó y alabó con profunda fe en sus largos años de vida; en los domingos de culto, en los himnos añejos y en las despedidas a tantos seres queridos que la precedieron.

       Desde esa perspectiva, deberíamos sentir una serena resignación. Sin embargo, por más que lo intentemos, hoy estamos verdaderamente tristes.

       Solo queda expresarle nuestra inmensa gratitud por siempre.

Diolch yn fawr iawn, Tegai annwyl.



ASOCIACIÓN SAN DAVID DE TRELEW
Bookmark and Share

martes, 22 de abril de 2014

EL POEMA DE HOY



BAR SERRAVALLE


Por Carlos Basave (*)




Llegada la tardecita, bajaba al bar la gringada
reuniendo a los inmigrantes, entre bochas y algazara,
una copita de vino, cervezas y una picada
como si fuera un tributo que las razas se obligaran.

Era el bar de Serravalle, una especie de embajada
frente a la naciente iglesia, confesionario de parias.
Allí todos los domingos, los fieles cruzan la calle
y se entregan a otro culto, el culto de la velada.

Había dos canchas de bochas, juego traído de Italia,
un techo sobre cumbreras, una mesa hecha de tabla,
platos con jamón y pan, y ¡el que pierde es el que paga!
Voces fuertes que animaban la partida a la distancia.

En el interior del bar, cuatro mesas, mucha charla,
unas partidas de murra, un truco, una generala,
y ese tufillo de aromas, como de vinos y grapas,
y el patrón siempre dispuesto, con la bandeja lustrada.

Fue durante muchos años, don Ruggero Serravalle
cónsul de esos inmigrantes, cotejando la palabra
les dio cobijo de amigo, fue su mano compañera,
hasta que Dios dijo “basta”, concluyendo la jugada

¡Qué hermoso que fue mi pueblo! En épocas ya pasadas,
cuánto trabajo costó, solo con pico y con pala.
Vergel del valle sureño, siempre serás mi añoranza,
por eso siempre te nombro, consultando mi guitarra.



(*) Escritor de Villa Regina, radicado en España.




Nota del autor: “Bar Serravalle”, frente a la iglesia, lugar obligado de reuniones domingueras a la salida de la misa cantada por el cura Parolini. Afuera, en la calle de tierra, las chatas con sus caballos esperando regresar a la chacra, adentro, toda la familia, los niños bebiendo “naranjina” o “bolita”, afuera en el patio toda la Europa trasplantada. Desde mi curiosa infancia, hacía acto de presencia para observar los jugadores de bochas y porque nunca faltaba algún alma generosa que me invitaba con un sanguche de mortadela. Para cuando hice mi primera comunión me llevaron con un delantal blanco a la Iglesia para recibir los sacramentos. Había quedado solo y el cura me preguntó: ¿Quién es tu padrino? ¡Yo no sabía de que me hablaba! Pero mi pueblo fue siempre tan generoso que un señor de apellido Crivisich se adelantó y le respondió al cura: ¡Yo soy su padrino! Así tomé mi primera comunión y mi padrino, (hombre buenón y servicial que tenía una chacra) me llevó de la mano para que viéramos como se reunían los inmigrantes y festejaban hablando idiomas extraños para mi infancia. Me compró un sánguche y una bebida, me anotó en un papel su nombre y la dirección de su domicilio para que lo fuera a visitar, cosa que no dejé de hacer.

Bookmark and Share

miércoles, 16 de abril de 2014

EL POEMA DE HOY



¡Marí, marí!


 Por Pehuén Naranjo (*)





Dale vino a la mapu que va sedienta
y así brinda la vida con tu semilla.
Va a nacer una guagua y el sol te apura
arreando tu regreso que huele a fiesta.

Dale de tu cigarro el humo a este cielo,
Nguenechén lo agradece y bendice el suelo
que al llegar el otoño y en la cosecha,
con lluvia de piñones florece el ruego.

¡ Marí, marí! Ya llegan vadeando el río.
Entre los mahuidaches está el compadre
que a lomo de su mula trae un chulengo,
y un quillango a la cuna que viene el frío.

¡Marí, marí! Lo esperan con yerba buena
de un recién ensillado, manos de hermanos.
¡Marí, marí! Saluda y rompe el silencio
un llanto de guagüita, la vida nueva.





(*) Escritor y compositor nacido en Zapala y radicado actualmente en Tandil.




Bookmark and Share

viernes, 11 de abril de 2014

LA NOTA DE HOY




COMENTARIO SOBRE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO

“REGIONES DE LA DESMEMORIA”, DE CARLOS FERRARI (*)




Comentar un libro de cuentos admite dos variantes: o se analizan uno a uno los relatos, en forma aislada, como si fuesen los objetos de una exhibición que se disfrutan como piezas únicas; o se busca el hilo conductor, a veces no tan explícito, con el que el autor hilvanó sus creaciones. Es decir, en esta situación se vuelve a presentar la eterna disputa de lo inductivo versus lo deductivo.

A veces el escritor da pistas respecto a cómo quiere que se considere su obra. El título es una de ellas. En ocasiones, el literato denomina su volumen recurriendo al nombre de uno de los relatos que lo componen; no hay común denominador. Pero, en otras oportunidades, elige un título distinto; que se relaciona de alguna manera con el contenido y da unidad al compendio. Es lo que sucede con “Regiones de la Desmemoria”, de Carlos Ferrari; cuyas narraciones se vinculan con el inconsciente colectivo que Carl Gustav Jung entrevió en las profundidades del ser humano, con las pesadillas que despiertan por la noche a los durmientes de Howard Phillips Lovecraft, con los mitos emparentados que Sir George James Frazer encontró en sus investigaciones a lo largo y ancho del globo. Porque esas son las reminiscencias que se ocultan en esas zonas de nuestra mente donde ni la memoria ni la conciencia llegan.

El hilo conductor de los seis cuentos, las dos nouvelles –¿o son cuentos largos?– y los once microcuentos, es el género fantástico; que oscila desde una pincelada de ensueño trazada en el lienzo de la realidad, hasta la inmersión en un ambiente de omnipresente fantasmagoría, en la cual lo objetivo apenas se perfila como la línea de luz que pasa debajo del dintel de la puerta de un cuarto a obscuras.

El universo de “Regiones de la desmemoria” está poblado de videntes que –a veces– pueden predecir el futuro, como los de “Ese olor fatídico” y “El hombre del Péndulo”; y de transmigrantes condenados a repetir una y otra vez sus vidas y sus errores, según ocurre en “La vida sin Ana” y “La hoguera de los cátaros”. También de entes atemorizantes, vislumbrados en los peores sueños, en nuestros propios peores sueños; que siempre están acechando atentos para pasar, en cuanto se entreabre la puerta, del mundo de duermevela al universo cotidiano. Tal el caso de “Cristales de espera” y “El fantoche de Sonia”.

Hay, además, fantasmas que vuelven del pasado en forma de melancólica evocación, como el que muestra “En bajante”; espantajos que para estremecer no necesitan arrastrar cadenas ni ensabanarse; ni lucir esos efectos especiales tan caros a las modernas películas de terror, que de tan explícitos no resultan terroríficos sino grotescos. Son apariciones que estremecen, porque son los recuerdos de nuestras propias acciones que quisiéramos olvidar, sepultar bajo tierra, guardar en un baúl con cerrojo y candado... pero que, al igual que los objetos que se arrojan al océano, tarde o temprano terminan volviendo. Y también se esconden en el libro simples seres humanos, pobres seres humanos, que intentan modificar el futuro; es decir, ser artífices de su propia existencia, como en “Vivencias contenidas”. Pero la vida es independiente; y puede ensimismarse o desplegarse a su gusto, imitando el diseño fractal de las cajas chinas del cuento. Aquí el autor aprovecha para ensayar una técnica literaria novedosa, al estilo de la construcción de una matrioska, que permite seguir en forma gráfica el desarrollo del argumento.

Luego vienen los pequeños orbes, los brevísimos relatos, cada uno de los cuales encierra su propio cosmos. Cosmos de ciencia–ficción, de tecnología desbocada y puntos de vista equívocos, en “Reproductores Robóticos” y “Vida extragaláctica”; de milagros imperceptibles en “El prodigioso don de André Reuil” y “Episodio en Gorro Frigio”; de viajes temporales en “Tránsitos dimensionales” y “Memorias de humo”, de desesperanza en “Identidad” y “Volver a esa playa”. “Aristóbulo en la ergástula de Clípolis”, por otro lado, es un ensayo de orfebrería literaria, un “divertimento” para honrar la magia de la palabra escrita; aun cuando su lectura deja un gusto acerbo por la crueldad que sugiere el texto.

“Regiones de la desmemoria” es, con su hincapié en la ficción y su apelación a la inventiva artística,  una brisa de aire puro en nuestra época de hiperrealismo, de Literatura de “no ficción”; de advertencias de que “la obra se basa en hechos reales”, como si tal aseveración fuera garantía de éxito. Es uno de esos libros con los que uno puede sentarse una quieta y apacible tarde, en confortable asiento, quizás en el hogar o tal vez al aire libre, enfrentando un paisaje motivador –de montañas inmóviles, de mar agitado, de río rumoroso que discurre manso entre las chacras y los álamos–; y alejarse del sitio adentrándose  en las creaciones fantasmagóricas de Ferrari, sin miedo a perderse, porque siempre está a mano la posibilidad de retornar voluntariamente del viaje y recalar de nuevo en el ambiente familiar, conocido...

Porque esa es la magia de este volumen. Abriendo sus tapas, en pocos minutos se ingresa a un territorio poblado de inquietantes entelequias, tan perturbador como el que visitaba la protagonista de “Los seres blancos”, aterradora novela corta del galés Arthur Machen. Pero basta cerrarlo para retornar al amable mundo real, donde reina lo tangible y las cosas responden a la vieja y aburrida, pero tranquilizadora, ley de causa y efecto.

J. E. L.V.



(*) “Regiones de la Desmemoria”, Carlos Dante Ferrari, Literasur, Buenos Aires, 2013. 
Bookmark and Share

martes, 8 de abril de 2014

EL POEMA DE HOY




ALMA ANTIGUA DEL NIÑO

Por Fieda Owens de Medina (*)



Luna, lunasur
amarrada al horizonte,
riela tu idílica proa,
hasta refugiar en las calizas bardas
tachonadas de jume y quilimbay,
tu revestida eternidad.

Ni el eco intermitente de las olas,
ni el silencio, ni todos los vientos,
borrarán luna, lunasur
los ancestrales latidos que vienen a ocuparme.

Los trozos de la infancia
       sonríen en el sol de cada día,
más allá de esas bardas,
más allá de ese horizonte,
mar de rumorosa dentellada,
en cada avance de tu empeño
buscaré el silencio de la tierra.
............
Voy a ocultarme en el alma antigua del niño
                                            que aún me habita.




(*) Nació y vive en Trelew, Chubut. Es socia fundadora y Secretaria del Grupo Literario Encuentro. Miembro de la Comisión Directiva de la SADE, Filial Chubut. Integra el Taller del Escritor de Cecilia Glanzmann. Desde el 2007 forma parte del Círculo Bárdico, Gorsedd del Chubut. Este poema está incluido en el volumen titulado "Sintonía de amarras" - 1er. Premio Poesía - Editorial Algazul, 2009.
Bookmark and Share